jueves, 30 de junio de 2016

El día y la noche. 2º (Omraam M. Aivanhov)



Omraam M. Aivanhov
El día y la noche. II


Hay un mundo iluminado en el que todo se distingue claramente: formas, colores, dimensiones, distancias, peligros... y hay otro mundo oscuro donde todo esto se difumina en beneficio de otras realidades. 

Y el hombre, que pasa una larga noche en el seno de su madre donde se forma y se prepara para salir al exterior, repite toda su vida esta alternancia: tan pronto despierta y sale de la noche, como se duerme y entra de nuevo en la noche. 
Y si Moisés ha escrito en el Génesis: «Hubo una tarde y hubo una mañana: primer día», se debe a que en el lenguaje esotérico, la tarde, o la noche, precede al día, es decir, a la manifestación.

La manifestación es el día; y la preparación, construcción y formación en la oscuridad y el caos, es la noche. 

La noche precede al día, y las creaciones más importantes se elaboran en la oscuridad. Entonces, ¿cómo se entiende que los Iniciados en la filosofía moral hayan asociado la noche al principio del mal y el día al principio del bien? ¿Por qué las tinieblas han sido siempre el símbolo del Infiemo y la maldad, y la luz el del bien, del Cielo? En realidad todo constituye una sola forma, un aspecto exacto, aunque limitado.

Cuando el sol sale por la mañana, todo se vuelve visible y preciso en el limitado espacio que ilumina: podéis informaros, orientaros, trabajar, calcular e investigar. 

Pero cuando se oculta, todo se difumina, y entonces no distinguís las formas ni los colores, pero veis la inmensidad, el espacio infinito, multitud de estrellas... 
Es tan grande y tan vasto que casi os hace perder la cabeza. Vuestra alma emprende el vuelo, se sumerge en esta inmensidad y se fusiona con otras existencias. 
La paz y la serenidad se apoderan de vosotros, porque ante esta inmensidad lo insignificante desaparece, y finalmente penetráis en la vida universal.

¿Es necesario menospreciar el valor del sol porque haya otros muchos soles en el universo?

No, pero tenemos que aprender el lenguaje de la naturaleza. ¿Cuál es la función del sol? La de individualizarnos, iluminarnos para que podamos estudiar y trabajar en beneficio de nuestra evolución, pues si no existiera sería imposible el hacerlo porque nos perderíamos en la inmensidad. 

El sol es absolutamente indispensable para poder individualizamos y ser conscientes.

El sol, la luna y las estrellas están representados en nosotros mismos. El sol está en nuestra inteligencia en forma de luz, y en nuestros sentimientos en forma de amor. 

En nuestro organismo está representado por el corazón, que es el centro de donde emana y se distribuye por la sangre para alimentar los órganos, a semejanza del Sol que nutre los planetas. Pero el verdadero centro de nuestra vida es el plexo solar, porque de él proviene la vida. Los rusos llaman a este lugar «jivot», que en búlgaro quiere decir «vida». 
Para ellos, «jivot» es toda la región del vientre, estómago y plexo solar. En el Evangelio se dice que cuando el hombre se purifique y se convierta en el Templo de Dios vivo, «de su seno brotarán manantiales de agua viva». El agua viva sale del plexo solar, y de ahí recibe también el niño la vida de la madre a través del cordón umbilical.

Si tomamos el Sol como símbolo del intelecto es porque el intelecto representa para nosotros la facultad capaz de iluminar las cosas, hacémoslas ver y comprender. 

Sin esta luz que proyecta somos ciegos, y si somos ciegos podemos desorientamos y perdemos. 
El intelecto representa en nosotros el sol en forma de entendimiento, comprensión, claridad y sabiduría. 
El intelecto es nuestro sol, pero, de momento, un sol que no siempre nos ilumina correctamente.

¿Qué papel desempeña el intelecto? Al igual que el sol, tiene la propiedad de individualizar las criaturas, separarlas de la colectividad y de la inmensidad, para hacerlas conscientes y capaces de estudiar. Por consiguiente es útil, pero al mismo tiempo, corta nuestros lazos con la verdadera realidad  la inmensidad. 

Podemos decir que destruye la realidad, porque nos la oculta; exactamente igual que el sol, el cual al impedimos abrazar la inmensidad con las otras estrellas, sólo nos permite ver una pequeña porción de tierra.

Por el momento, y tal como se manifiesta en ciertos pensadores, filósofos y hombres de ciencia, el intelecto es un asesino de la realidad. El es quien nos impide ver y comprender lo esencial, y cuanto más se fían de él, más se apartan del cosmos y de la inmensidad. ¿,Eso será así eternamente? No, porque en los proyectos de la Inteligencia cósmica el desarrollo del intelecto sólo es una etapa. Es evidente que la Inteligencia sabe que si el hombre sólo desarrolla el intelecto, se aislará de todo y terminará por volverse materialista, descreído y ateo. 

Pero también sabe que esto será pasajero, pues este intelecto inferior que mantiene sujeto al hombre al aspecto yerto, mecánico y muerto de la naturaleza, está unido al intelecto superior o cuerpo causal.

Recordad el esquema que representa al hombre con sus seis cuerpos: físico, astral, mental inferior, mental superior, búdico y átmico. En el centro se sitúan el cuerpo mental inferior  «manas», como le llaman los teósofos y el mental superior o cuerpo causal; ambos están unidos.

Por esto y gracias a sus actividades, el intelecto inferior terminará un día por despertar al intelecto superior. 

El hombre necesita poseer un intelecto que le permita desarrollarse como individuo y dominar el mundo material. 
Si viviese constantemente sumergido en la vida colectiva y universal, sería incapaz de trabajar en la materia. 
Este es el peligro que acecha a los místicos cuando no saben trabajar en ambas esferas y sólo se entregan al mundo nebuloso y lunar. Evidentemente experimentan algunas alegrías y éxtasis, pero sus trabajos terrestres perecen y también su cuerpo físico. Para poder desarrollarse armónicamente hay que trabajar en los dos planos.

El sol nos impide ver el resto de la creación, la cual, sin embargo, existe; en el universo encontramos incluso soles mucho más grandes y poderosos que el nuestro. 

El sol es necesario e indispensable, y aunque su luz nos impida ver la inmensidad, no hay que reprochárselo, porque este trabajo corresponde al intelecto. 
En un pasado lejano, cuando el intelecto de los seres humanos no estaba desarrollado y su conciencia tampoco estaba despierta en el plano físico, su vida era más bien psíquica, astral, habitaban en medio de los espíritus, se desdoblaban fácilmente y visitaban las regiones invisibles en las que veían las almas de los muertos y se comunicaban con ellas. 
Pero luego, la Inteligencia de la naturaleza decidió desarrollar el intelecto de los seres humanos, y actualmente este intelecto está tan desarrollado que la intuición, la clarividencia y el misticismo han quedado difuminados. Naturalmente algunos han conservado estas creencias, este contacto con las regiones sutiles, pero la mayoría está completamente al margen de todo ello porque trabaja mucho más con el intelecto.

Sin embargo, este intelecto que ahora ensombrece el mundo divino tiene la posibilidad de avanzar y de llegar un día a alcanzar y a unirse con la inteligencia superior, la inteligencia pura y sublime de las causas primeras. 

En este momento preciso, el hombre conocerá al mismo tiempo el mundo objetivo, concreto y material, y el mundo invisible, sutil, espiritual y divino. No hay que eliminar el intelecto porque de entre todas las facultades que Dios nos ha dado, ésta es precisamente la que nos permitirá reencontrarlo. 
Si no tuviéramos esta inteligencia, aunque sea mediocre y limitada, jamás podríamos encontrar nada.

Dios ha dado este intelecto a los seres humanos para que puedan encontrarlo; y no sería difícil si tuvieran un poco de buena voluntad. Tomemos un ejemplo: cuando se ha cometido un crimen, o unos atracadores han desvalijado un banco, la policía acude buscando indicios y tomando las huellas digitales. ¿Por qué? Sencillamente porque está absolutamente convencida de que todo acto, toda obra tiene un autor. Siguiendo el mismo razonamiento, ¿por qué los seres humanos no reconocen que si existe un universo con unas leyes, con un orden, con una armonía, es porque también hay un autor? ¡Ah, no! Cada cosa tiene su autor, pero la naturaleza con los océanos, las montañas, los soles, las constelaciones, y todos los seres vivos,¡no tiene autor...!

Como veis, éste es un razonamiento inconsistente.

No hay que subestimar el intelecto; nunca he querido disminuir su valor, sino sólo explicar cómo se manifiesta por ahora y en qué límites debe permanecer, sin desconocer su rol que es inmenso, pues gracias a él podemos descubrir al Creador, al Señor. Pero hay que obrar con lógica: si creemos que cada crimen tiene un responsable y la naturaleza toda no lo tiene, caemos en un absurdo total. ¡Para ciertas cosas las personas son incrédulas y para otras son de una credulidad impresionante! No creen en el Creador, ni en la Inteligencia cósmica, ni en el mundo divino, ni en la justicia, ni en la bondad, y sin embargo creen que cosecharán frutos sin haber plantado y sembrado nada. Si conociéramos la reencarnación y sus leyes, sabríamos que no hay que esperar, que hay que preparar el terreno para obtener lo que se pide, y que si hubiéramos trabajado en encarnaciones anteriores, tendríamos todo lo que deseamos en la vida.

Como podéis ver, los seres humanos no creen en la Inteligencia divina, pero sí en la estupidez, en el azar y en el absurdo. Algunos materialistas creen que los átomos se han armonizado entre ellos por azar, de manera que han creado cerebros inteligentes. Pero preguntad a un labrador si es el azar quien gobierna la naturaleza: os responderá que no se cosechan higos en las cepas de los viveros, ni ciruelas en los cardos. 

Y si sabe esto, también sabe que la inteligencia produce inteligencia, y el absurdo produce absurdo. Entonces, ¿cómo se entiende que los sabios puedan creer que un azar estúpido, insensato y caótico haya creado un mundo tan inteligentemente organizado? ¡Verdaderamente, es inaudito!


Omraam Mikhaël Aïvanhov
Los secretos del libro de la naturaleza
 

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El día y la noche.1º ( Omraam M. Aivanhov)



Omraam M. Aivanhov
El día y la noche. I


La naturaleza se manifiesta de muchas maneras: mediante el buen tiempo, la lluvia, la niebla, la nieve... La sucesión de estaciones - primavera, verano, otoño e invierno - y los cambios que ello comporta son como un lenguaje que hay que descifrar. Existe el día y la noche, la actividad y el reposo, la vigilia y el sueño; en todos los niveles encontramos las mismas alternancias. 

El día no representa otra cosa que la actividad, y la noche el reposo. Evidentemente, durante la noche, cuando dormimos, también realizamos un trabajo, pero se trata de un trabajo diferente que no tiene lugar en el consciente, sino en otra región que llamamos subconsciente.

Así pues, el día corresponde al consciente y la noche al subconsciente. 

El primero es el despertar y la actividad, y la segunda, el sueño y la pasividad. También podemos decir que el día representa el consumo  pues con la actividad se sobreentiende que hay gasto -, y la noche la recuperación, el restablecimiento. 
El consumo o gasto de energía no dura mucho si no hay una recuperación, es decir, si no restablecemos nuestras fuerzas y recargamos nuestras baterías.

Ahora bien, para recargarse hay que limpiarse y, precisamente, la actividad que realiza durante la noche el subconsciente está ligada a otras muchas, siendo la primera de todas ellas la limpieza:

Ciertos elementos perjudiciales y tóxicos desaparecen a fin de que la vías respiratorias, circulatorias y eliminatorias se liberen y todos los fluidos sanguíneos, nerviosos, etc..., puedan circular de nuevo.

El hombre realiza un gasto considerable de material y energía para estar activo, consciente y vigilante. 

No podéis imaginaros la cantidad de energía que consume el cerebro para mantenerse consciente, así como para permanecer despierto, ¡la energía que precisa, es increíble! Si se agotan las fuerzas y los materiales que le permiten mantenerse despierto, el hombre suele dormirse durante el día para poder recuperar lo que le falta, y a veces le bastan dos o tres minutos para sentirse restablecido y con las baterías recargadas.

El día y la noche los encontramos en todas partes y bajo diferentes formas. ¿Qué son la primavera y el verano? El día. ¿Y el otoño y el invierno? La noche. De noche la naturaleza entra en reposo, acumulando nuevas fuerzas para que la primavera y el verano den otra vez sus frutos.

Por este motivo en los árboles y las plantas la actividad cambia según las estaciones. Durante el otoño e invierno, el trabajo tiene lugar en las raíces y no alcanza al tronco ni a las ramas: el árbol no tiene hojas, flores, ni frutos. Corresponde al trabajo del subconsciente. Mientras que durante la primavera y el verano, la actividad cobra fuerzas y se sitúa más arriba, lo que corresponde al trabajo del consciente. Luego, una vez más, la actividad vuelve a disminuir y así sucesivamente.

Esta alternancia la encontramos en cada mes, en donde también encontramos el día y la noche: durante catorce días la luna crece, lo cual corresponde al día, y luego, durante los otros catorce días, la luna mengua, lo cual corresponde a la noche. Cuando la luna está creciente, la actividad se desplaza hacia lo alto, hacia el cerebro, y el hombre puede permitirse el gastar y producir más, ser más activo y enérgico. 

Cuando la luna está menguante, la actividad se desplaza hacia el vientre, el estómago, y los órganos sexuales; en este momento el hombre ya no es tan poderoso con su cerebro, pero si lo es con el subconsciente, es decir, es más sensual, come más, duerme más...

Así pues, un mes consta de quince días de claridad y quince de oscuridad. También en una jornada hay un día y una noche, e incluso en una hora encontramos el día y la noche. 

El día es la vigilia, la actividad y el consumo de energía, pero de no existir la noche para prepararlo, aquél no existiría. Pongamos un ejemplo: ¿Qué es la gestación? Una noche. 
El niño pasa nueve meses en esta noche: no es consciente, no ve nada, y, al mismo tiempo, tampoco a él le ve nadie, e incluso su propia madre apenas lo siente moverse. 
Como podéis comprobar la existencia es una noche que dura nueve meses y un día que dura noventa años, y en el intervalo habrán otros días y otras noches. Naturalmente todo lo que acabamos de comentar hay que entenderlo simbólicamente.

En el Génesis está escrita: «Hubo una tarde y hubo una mañana: primer día... Hubo una tarde y hubo una mañana: segundo día...» La tarde equivale a la noche y la mañana al día. ¿Por qué el Creador empezó por la noche? Porque no puede haber un día si antes no ha habido una noche. 

El día no prepara nada, sólo consume y malgasta lo que ha sido preparado y amasado durante la noche.

Antes de que aparezca el sol, la luna y las estrellas, se necesita una preparación en la oscuridad, en las tinieblas, en la noche. Según la Ciencia iniciática, la noche prepara la llegada del día, y las tinieblas la de la luz. Observad el carbón: es negro, y esta oscuridad precede a la llama que brotará de él. 

Así pues, en primer lugar existen las tinieblas, y a través de ellas surgirá la luz, pues son aquéllas las que preparan el nacimiento de la luz.

Las tinieblas representan la materia desorganizada, el caos, el trabajo del subconsciente, antes de que surja algo en la conciencia bajo la forma de luz, comprensión, entendimiento. Hay que saber trabajar con estas nociones, y el mejor momento de hacerlo con el subconsciente es cuando el cielo está cubierto y no hay sol. 

Hay días que conseguís tener éxito en vuestro trabajo espiritual con el consciente y con el supraconsciente porque el sol brilla y las condiciones atmosféricas y las corrientes electromagnéticas son favorables. Sin embargo, cuando estas condiciones son diferentes, ya no podéis hacer el mismo trabajo, y entonces tenéis que cambiar de actividad. 
Y puesto que este tiempo nublado y pesado corresponde a la noche, deberéis detener la actividad de vuestro cerebro y descender al plexo solar.

El plexo solar es la sede del subconsciente, mientras que el corazón lo es del consciente. El subconsciente está unido al cosmos, a la inmensidad, y representa el aspecto colectivo; por lo tanto, cuando os sumergís en él entráis en la vida universal, en el océano de la vida universal, os unís y os fusionáis con ella; a través del plexo solar vibráis con la inmensidad. 

Y cuando queréis convertiros en un individuo consciente, libre, separado, ascendéis de nuevo al cerebro. 
El cerebro individualiza a los seres humanos y el plexo solar los hace ingresar en la colectividad; con el plexo solar hacéis el trabajo correspondiente a la noche.

Durante el día os individualizáis, os sentís completamente desligados de los demás, e incluso podéis llegar a oponeros a ellos, a combatirlos. Por el contrario, durante la noche ya no tenéis vida individual, entráis en la vida universal, en la vida cósmica y os fundís con la inmensidad, extrayendo de ella fuerzas para restableceros, exactamente como hacen los peces, que en los mares y en los océanos nadan y se nutren de los materiales disueltos en ellos. Los seres humanos emergen y se sumergen en el océano cósmico, y esta alternancia es lo que llamamos el día y la noche, el consciente y el subconsciente, la vigilia y el sueño.

Los alquimistas comprendieron enseguida que las tinieblas preceden a la luz. Cuando hablan de «la luz salida de las tinieblas», dan por supuesto que es el resultado de un gran trabajo previo que se hace en la oscuridad. 

Y si se puede trabajar en la oscuridad, ello significa que la oscuridad en realidad no existe. Efectivamente, durante la noche reina una luz deslumbrante que los ojos físicos no pueden percibir porque es una luz astral. Lo que resulta tenebroso para algunos es luminoso para otros, y siempre coexisten en el mismo instante la luz y las tinieblas.

Se puede decir que la luz es hija de las tinieblas, porque es el niño que sale del seno de su madre y no a la inversa. 

La luz jamás ha parido la oscuridad porque ésta la rechaza, pero la oscuridad sí ha parido la luz. ¿De qué forma? Eso es un misterio: por medio del movimiento. Sin movimiento la luz no aparece. En primer lugar hay que frotar, golpear, originar un movimiento que produzca calor, y seguidamente este calor será el que se transforme en luz. Transponiendo este concepto al ser humano, puede decirse que la voluntad es la que origina el movimiento, y éste, a su vez, origina el calor, es decir, el amor; después, al intensificarse, el amor resplandece en forma de luz, inteligencia y sabiduría.

En un principio se encuentra la voluntad o el movimiento. 

La voluntad es algo oscuro, son las tinieblas. En ellas hay una actividad que no vemos y que produce calor, que tampoco vemos pero que sentimos. Finalmente, al intensificarse el calor aparece la luz. Este es exactamente el proceso de la creación. Está escrito en el Génesis; «y El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas». El agua representa la materia sobre la cual el Espíritu de Dios iba a trabajar. 
Este movimiento del Espíritu produjo el calor y éste se transformó en luz, como lo demuestran las siguientes palabras:

«¡Que exista la luz! ». Dios ha creado el mundo con la voluntad - el movimiento -, y con el amor y la sabiduría - el calor y la luz -. De la misma forma puede crear el hombre, pues el movimiento se halla en el plexo solar bajo la forma de vida, el calor está en el corazón bajo la forma de amor y la sabiduría en el cerebro bajo la forma de inteligencia. 

Por otra parte, si tenemos en cuenta la trinidad hindú: Brahma, Vishnúy Shiva, vemos que los Rishis de la India que penetraron en las profundidades de la creación, han situado a Brahma - El Creador - en la región del plexo solar, Vishnú - el Conservador - en el corazón, y Shiva - el Destructor - en el cerebro.

Como podéis ver, ¡cuántas materias nos quedan por profundizar!


Omraam Mikhaël Aïvanhov
Los secretos del libro de la naturaleza
 

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El libro de la naturaleza. ( Omraam M. Aivanhov)


El libro de la naturaleza.

Desde tiempos inmemoriales se ha considerado al hombre como un resumen del universo. Ha sido representado en los templos antiguos como la llave capaz de abrir las puertas del Palacio del Gran Rey, porque todo lo que existe en el universo como materia y energía se encuentra, en un grado menor, en el hombre. Por esta razón llamamos al universo «macrocosmos» - gran mundo -, y al hombre «microcosmos» - pequeño mundo -; y Dios es el nombre del Espíritu sublime que ha creado el gran mundo y el pequeño mundo, el que los ha vivificado y mantiene su existencia.

Para vivir y desarrollarse, este microcosmos que es el hombre debe permanecer en contacto y en unión permanente con el macrocosmos, la naturaleza; debe intercambiar incesantemente con ella, y a estos intercambios les llamamos vida.

La vida no es otra cosa que los intercambios ininterrumpidos entre el hombre y la naturaleza. Si éstos son obstaculizados, sobreviene la muerte. Todo lo que comemos, bebemos y respiramos, es la vida de Dios mismo. 
No hay nada en el cosmos que no sea vivificado y animado por el Espíritu divino. Todo vive, todo respira, todo palpita y comulga con esta gran corriente que brota de Dios e inunda el universo, desde las estrellas hasta la más diminuta partícula. San Pablo decía: «Vivimos y nos movemos en Dios, tenemos nuestra existencia en El».

El intercambio es la clave de la vida. 

La salud o la enfermedad, la belleza o la fealdad, la riqueza o la pobreza, la inteligencia o la estupidez, etc..., dependen de la forma en que el hombre realice estos intercambios. Todo es alimento, respiración, intercambios sin fin. Cuando comemos, realizamos intercambios en el mundo físico; cuando experimentamos sentimientos, los realizamos en el mundo astral; y cuando pensamos, los realizamos en el mundo mental. Como consecuencia de la manera de alimentarse, de respirar, etc... muchas personas obstruyen los canales de su organismo; el intercambio normal entre la naturaleza y ellos mismos no puede realizarse correctamente, y en consecuencia caen enfermos. Lo mismo sucede respecto al intelecto y al corazón. 
Si el intelecto y el corazón no reciben pensamientos luminosos y sentimientos cálidos de forma correcta, y si no rechazan los pensamientos y sentimientos negativos como se rechaza la ceniza y los desperdicios, las personas perecen.

Para ser feliz y vivir plenamente, el género humano debe aprender a realizar correctamente los intercambios y, sobre todo, a abrir su corazón a la naturaleza, a sentir que está ligado a ella, que forma parte de ella. Aquél que abre su corazón a esta corriente divina que atraviesa el universo, realiza el intercambio perfecto, despertándose un nuevo intelecto en él, gracias al cual empieza a captar las cuestiones filosóficas más sutiles. Si le preguntamos: «¿Sabe usted que tal filósofo ha escrito lo que usted dice?», No, lo desconoce, pero no es necesario que lo sepa. Lo que verdaderamente conoce es el intercambio, porque lo vive y lo siente. 

Está muy bien decir que tal pensador ha escrito esto o aquello, pero está mucho mejor aportar pruebas extraídas de la propia experiencia. En lugar de leer libros, es preferible unirse con la única fuente verdaderamente inagotable e inmortal: la naturaleza. De ahora en adelante, debemos aprender a extraer citas del gran libro de la naturaleza, en el que todo está inscrito, pues los hombres perecerán, y debido a sus imperfecciones, todos ellos se habrán equivocado de alguna manera, mientras que la naturaleza permanecerá eternamente viva y verídica.

Un gran Maestro, un gran Iniciado es un ser que conoce la estructura del hombre y de la naturaleza, así como los intercambios que debe realizar con ella mediante sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos. 

Por esta causa, los orientales afirman que se aprende más permaneciendo cinco minutos junto a un verdadero Maestro, que veinte años en la mejor universidad del mundo. Al lado de un Maestro se aprende la ciencia de la vida, porque todo gran Maestro lleva con él la verdadera vida.

La gran diferencia entre los estudios que se hacen en la Universidad y los de una Escuela iniciática, es que en la Universidad se aprende todo lo que es externo a la vida, y después de varios años de estudios no se ha producido cambio alguno, manteniéndose las mismas debilidades y las mismas imperfecciones. Naturalmente, quizá nos hayamos convertido en sabios distinguidos, célebres; quizá hayamos aprendido a manipular instrumentos, a hacer citas, a servirnos de la lengua, e incluso a ganar mucho dinero, pero las posibilidades de deformar la mentalidad de los demás también han aumentado. Por el contrario, aquél que estudia la ciencia iniciática experimenta, después de cierto tiempo, una profunda transformación en sí mismo: su discernimiento, su fuerza moral han aumentado, siendo una bendición para los demás.

Estudiar en la Universidad es como analizar un fruto en el laboratorio con la ayuda de procedimientos físicos y químicos; es aprender qué elementos componen la piel, la pulpa, las pepitas, el jugo, pero sin llegar a saborear jamás el fruto, sin llegar a descubrirlo con la ayuda de los instrumentos naturales que Dios ha puesto a nuestra disposición, sin llegar a experimentar los efectos. 

La Ciencia iniciática quizás no os enseñe nada sobre la composición física del fruto, pero os enseñará cómo comerlo, y vosotros, poco después, os daréis cuenta de que todos vuestros engranajes internos se han puesto en actividad, se han vivificado, equilibrado. Entonces podréis lanzaros a estudiar el gran libro de la naturaleza; descubriréis en él los aspectos físicos, químicos, astronómicos, mucho mejor explicados que en las obras de los universitarios, y veréis cómo están ligados entre sí.

Es útil profundizar en ciertas disciplinas, pues cada una de ellas nos revela un aspecto del universo y de la vida, pero debido a la manera que se estudia actualmente, sólo se profundiza en el lado muerto de las cosas. Un día nos daremos cuenta que hay que vivificar las ciencias, es decir, reerncontrarlas en todas las esferas de la existencia. Entonces, por ejemplo, las fórmulas matemáticas, las formas y las propiedades geométricas hablarán otro lenguaje, y descubriremos que nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros actos están regidos por las mismas leyes. 

Esto es lo que yo considero la verdadera ciencia. De momento conocemos demasiada astronomía, demasiada anatomía, demasiadas matemáticas..., sin unir estas ciencias entre sí, y sobre todo sin unirlas con el hombre, con su vida.

Os daré un ejemplo. Creéis conocer las cuatro operaciones: suma, resta, multiplicación, y división. Pero en realidad no las conocéis en tanto no sepáis que la suma en nosotros es el corazón. Sí, el corazón sólo sabe sumar, siempre añade y, a menudo, lo mezcla todo. El que resta es el intelecto. En cuanto a la multiplicación, es la actividad del alma, y la división la del espíritu.

Considerad al hombre a lo largo de toda su existencia. 

Cuando es muy pequeño lo toca todo, lo coge y se lo lleva a su boca. La infancia es la edad del corazón, de la primera operación, la suma.

Cuando el niño se convierte en un adolescente y su intelecto empieza a manifestarse, rechaza todo lo que es inútil, perjudicial o desagradable: está restando. 

Más tarde, se lanza a la multiplicación, y entonces su vida se llena de mujeres, niños, casas, agencias, adquisiciones de todo tipo... Finalmente, envejece y piensa que pronto se va a ir al otro mundo; entonces hace su testamento, distribuyendo sus bienes entre unos y otros: divide.

Empezamos acumulando, a continuación despreciamos muchas cosas. Lo que es bueno debemos plantarlo para multiplicarlo. Aquél que no sabe plantar los pensamientos y sentimientos, no conoce la verdadera multiplicación. 

Mientras que aquél que sabe plantar, pronto ve como florece la cosecha, y a continuación puede dividir, distribuir los frutos recolectados. En la vida nos enfrentamos continuamente con las cuatro operaciones. Algo se debate en nuestro corazón de que no es sabio ni tiene una posición elevada. A veces multiplicamos lo que es malo y desperdiciamos lo que es bueno. Así pues, debemos comenzar por estudiar las cuatro operaciones dentro de la misma vida. Después podremos abordar las potencias, las raíces cuadradas, los logaritmos... Pero actualmente tenemos que conformarnos con estudiar las cuatro primeras operaciones, pues hasta ahora no hemos aprendido a sumar y a restar correctamente. A veces adicionamos con pillos rematados y otras veces sustraemos de nuestra cabeza un buen pensamiento, un ideal elevado, porque el primero que llega nos dice que con tales ideas, ciertamente, nos moriremos de hambre.

Todo lo que vemos a nuestro alrededor, todo lo que necesitamos para vivir, todo lo que hacemos tiene un sentido muy profundo. Incluso nuestros gestos cotidianos contienen grandes secretos, pero hay que saber descifrarlos. El Maestro Peter Deunov decía: «La naturaleza entretiene a los hombres vulgares, enseña a los discípulos, y sólo desvela sus secretos a los sabios». 

En la naturaleza todo tiene una forma, un contenido y un sentido. La forma es para la gente vulgar, el contenido para los discípulos y el sentido profundo para los sabios, para los Iniciados.

La naturaleza es el gran libro que hay que aprender a leer. 

Es la gran reserva cósmica con la que tenemos que estar en comunicación. ¿Cómo establecer esta conexión? Es muy simple: se trata del secreto del amor.
Si amamos la naturaleza, no para nuestro placer o distracción, sino porque ella es el gran Libro escrito por Dios, brota en nuestro interior un manantial que limpia todas nuestras impurezas, liberando los canales que están obstruidos y provocando un cambio, gracias al cual a1canzaremos la comprensión, el conocimiento. 
Cuando viene el amor, los seres y las cosas se abren como flores. Por eso, si amamos la naturaleza, ella hablará en nosotros, porque también nosotros formamos parte de ella.

Jakob Boehme, un gran místico alemán, era zapatero... 

Sin duda había merecido este privilegio en una encarnación anterior, pero un día fue iluminado súbitamente por una luz tan potente que le pareció insoportable: todos los objetos a su alrededor se habían vuelto luminosos.

Enloquecido, abandonó su casa y huyó al campo, pero en plena naturaleza fue todavía peor porque las piedras, los árboles, las flores, la hierba, todo era luz y ¡él hablaba a través de esta luz!... Muchos clarividentes y místicos han pasado por la misma experiencia y saben que en la naturaleza todo está vivo y lleno de luz.

A medida que cambian nuestras ideas sobre la naturaleza, modificamos nuestro destino. Si pensamos que la naturaleza está muerta, disminuye la vida en nosotros; si pensamos que está viva, todo lo que contiene, piedras, plantas, animales, estrellas..., vivifica nuestro ser y aumenta la fuerza de nuestro espíritu.


Omraam Mikhaël Aïvanhov
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miércoles, 29 de junio de 2016

Florecimiento del niño interno. Lección V. (Kwan Yin)



Kwan Yin
Florecimiento del niño interno. Lección V.


Hermanos, sean bienvenidos, Yo soy KWAN YIN.

Vamos a continuar con lo que veníamos explicando.

El joven príncipe viajando nuevamente por el espacio, reflexionaba en el cuarto principio recién descubierto: "El Equilibrio". Si bien había aprendido que existían fuerzas contrarias en el universo, el bien y el mal, que según le habían explicado moraban en todos los seres, ahora, acababa de descubrir que estas fuerzas permanecían siempre en equilibrio, permanecían siempre armonizadas. El pensaba para sus adentros: los seres malos no son totalmente malos; los sere buenos no son totalmente buenos, el bien y el mal moran en todas las cosas pero se mantienen en equilibrio; seguramente, cada uno de nosotros buscamos mantener ese equilibrio, algunos lo logran siendo malos, mientras que otros lo hacen siendo buenos.

Mientras eso pensaba, su viaje lo fue acercando hasta una gran nube; él la observaba sin prestarle mayor atención. Me estoy acercando a una nebulosa, pensó para sus adentros, pero cuando hubo atravesado las primeras capas de nubes se encontró que existía un planeta en el centro de ellas. Decidió bajar y explorar.

Una vez que empezó a caminar sobre la superficie observó que existían dos lunas, una blanca y otra negra. Extrañado, empezó a preguntarse cómo era posible que ese planeta tuviera una luna negra y otra blanca; una giraba en una dirección, mientras que la otra lo hacía perpendicularmente a la primera, y dijo: ¡vaya que es extraño este planeta!. Caminando se fue acercando hasta la orilla de lo que parecía ser un gran lago o un mar y, pronto, unas pequeñas criaturas salieron del mar y empezaron a rodearlo; parecían peces, pero tenían extremidades que les permitían caminar también sobre la tierra. El joven príncipe los miró extrañado y preguntó:

- ¿Quiénes son ustedes?, ¿cómo se llama este planeta?. El pez que parecía encabezar al grupo contestó:

- Estás en el planeta de las dualidades, aquí todo es dual, tienes que aprender que en nuestra tierra todo lo que veas tendrá siempre dos lados. Si nos acompañas te mostraremos el lugar donde vivimos.

- Lo siento mucho, contestó el príncipe, pero yo no puedo andar dentro del agua.

- No importa contestó el pez, de todas maneras nos acompañarás, y diciento esto, las extrañas criaturas sujetaron al príncipe y lo empezaron a arrastrar hacia dentro de las aguas.

La acción fue tan rápida que el príncipe no tuvo tiempo de responder, el miedo lo invadió mientras su cuerpo iba siendo cubierto por las aguas. Cuando todo fue cubierto y sus ojos se abrieron, observó que podía, no sólo caminar, sino también respirar bajo el agua. Antes de que pudiera explicarse cómo era eso posible, fue encaminado hacia una gran cueva en cuyo centro se encontraba un gran trono y, majestuosamente sentado en el centro, se encontraba quien, seguramente, era el rey de todas las criaturas.

- Bienvenido a nuestra tierra, le dijo el pez rey. El muchacho contestó:

- ¿Cómo es que yo puedo respirar aquí? y, ¿por qué dices tierra si esto es más bien agua?.

- Hay muchas cosas todavía que no entiendes, para eso has venido aquí, contestó el rey pez.

- ¿Cómo es que tú sabes a lo que he venido?, ¿cómo es que sabes que yo necesito aprender algo?.

- Muy sencillo, te vi por los espejos.

- ¿Tú también te encontrabas en los espejos, en las imágenes de los espejos? le preguntó el príncipe.

- Claro que sí, todos en el universo estábamos en los espejos, todos te vimos, tu imagen fue proyectada hacia todos los puntos del universo y por eso tu nave viajó hasta aquí, porque creemos que tenemos algo que podemos enseñarte.

- Espera, dijo el muchacho. Empiezo a pensar que todo lo que he estado viviendo es como un juego y que todos se han puesto de acuerdo para que yo camine por ciertos rumbos, ¿tú conoces a mi Padre?.

- Todos conocemos a tu Padre, eso no es nada extraño en este universo, pero, si lo que quieres preguntar es que si tu Padre habló conmigo, la respuesta es no.

- Entonces, ¿quieres decir, que tú y mi Padre no están puestos de acuerdo para que me enseñes algo?.

- No.

- Y, ¿también sabes por todas las aventuras por las que he tenido qué pasar?.

- Sí.

- ¿Cómo es, entonces, que sabías que iba yo a llegar aquí?.

- Porque el universo me lo indicó.

- Pero, ¿cómo es que hablas con el universo?, ¿cómo es que el universo puede decirte cosas?.

- Porque el universo habla con todos los seres.

- Y, por qué yo no puedo escuchar lo que el universo dice?.

- Porque no has encontrado los 10 principios.

- ¿Quieres decir que cuando los encuentre, el universo me va a decir cosas y las voy a entender?.

- Exactamente.

- Y, ¿todo el universo sabe que ahora estoy aquí contigo, hablando?.

- Exactamente.

- Bueno, pues, enséñame entonces el siguiente principio.

- No puedo.

- Pero ¿No dijiste que tenías algo que era para mí y que sería importante que yo conociera?.

- Sí, sí lo dije.

- Y, ¿no es el siguiente principio el que vas a enseñarme?.

- No.

- Entonces, ¿qué es lo que vas a mostrarme?.

- Vamos para que lo comprendas-. Y, diciendo esto, el rey pez fue nadando frente al príncipe para encaminarlo hasta una gran cámara. - Verás, le explicaba: dentro de esta cámara a la que tú entrarás solo, observarás algunas cosas que te harán reflexionar. Lo que verás dentro tiene que ver con todo el universo, son los ingredientes con los que fueron conformadas todas las cosas de este universo. Entra y aprende.

El joven abrió la puerta de la cámara y vio que todo estaba obscuro; se detuvo un poco, vacilante, pero la puerta se cerró detrás de él. En esos momentos, el príncipe sintió que un escalofrío recorría por su columna vertebral. Empezó a caminar sin saber exactamente dónde estaba y, a cada paso que daba, sentía que su cuerpo se hacía más y más pesado, sentía que no podía ya caminar. Pronto, sintió que su cuerpo se estaba apoyando sobre el suelo, no sabía si se había caído o si era algo que se aproximaba a su cuerpo. Empezó a sentir a su cuerpo en forma extraña, empezó a sentir un impulso irresistible de ondularse, de moverse en ondas y así lo hizo y, para su sorpresa, su caminar se tornó más rápido, pero ya no caminaba, más bien nadaba.

Pocos momentos después, descubrió que su cuerpo era, en realidad, de un pez. No pudo mover sus brazos por la simple razón de que se habían convertido en aletas; su cuerpo había sufrido una transformación increíble, ahora nadaba y una extraña sensación impregnaba todo su cuerpo. Empezó a moverse lentamente, primero, y después más rápidamente. Empezó a ver lo que significaba vivir en un mundo de agua. Empezó a nadar y a nadar hasta que observó una luz a lo lejos. Rápidamente se dirigió hacia ella y fue tanta la rapidez con que nadó hacia la luz, que cuando llegó hasta ella se dio cuenta, sin poderse detener, que había dado un salto hacia la superficie de una playa. Quedó tirado en la arena con su cuerpo de pez sin poder moverse; por más que se estremecía, su cuerpo no alcanzaba el agua. Empezó a sentir que el aire le faltaba, porque, en realidad, era el agua lo que lo estaba asfixiando. Se movía desesperadamente, mientras las olas del mar humedecían únicamente su cuerpo sin llegar a cubrirlo. Poco a poco las fuerzas lo fueron abandonando, se sintió sofocarse, sintió que el agua le faltaba, supo lo importante que era el agua para los peces, y recordaba, cuando había sido hombre, lo que el aire significaba para él.

Cuando estaba a punto de perder la conciencia, sintió que era alzado por encima de la arena; un ser extraño lo había tomado entre sus manos, lo miraba extrañado y con un movimiento brusco lo lanzó hacia el aire. Sintió que se alejaba más y más del agua y de la tierra, sintió que su cuerpo empezaba nuevamente a transformarse, sintió que ya podía mover sus manos y empezó a moverlas con fuerza y, para su sorpresa, su caída empezó a detenerse; empezó a observar que mientras más rápido agitaba sus manos, su caída se aminoraba más y más. En esa caída vertiginosa observó, como un parpadeo, al ser que lo había empujado hacia el cielo y vio que se reía; lo buscó nuevamente con la mirada y observó que en sus ojos había un brillo extraño. Tan concentrado se encontraba en la figura de ese ser que lo había lanzado a los aires, que no se dio cuenta de que ya no estaba cayendo, que se encontraba volando, y, hasta entonces, se percató que su cuerpo, en realidad, ahora, era de un ave, un ave de blanco plumaje.

Su deseo era acercarse a ese ser, por lo que voló hacia él y se posó nuevamente en la tierra. Quiso hablarle al extraño y su voz se oyó como graznidos. El ser lo miraba y sonreía cada vez más, mientras el príncipe deseaba hablar y de su boca no salían más que agudos graznidos. El ser reía cada vez más fuerte y su voz retumbaba en los oídos del príncipe. Desesperado, el príncipe se le acercó y quiso tocarlo y observó que sus alas eran enormes y que, en realidad, lo que estaba haciendo era ocasionándole más risa a ese extraño que tenía en frente. Desesperado, el príncipe alzó el vuelo y trató de posarse a la altura de los ojos del ser, le lanzó una mirada y pensó fuertemente: Si de verdad todo el universo está conectado, tú ya sabes lo que quiero preguntarte, contéstame y deja de reirte. En esos momentos el ser dejó de reir, le extendió la mano para que posara su cuerpo sobre ella y se dirigió hacia una roca, ahí lo depositó suavemente, mientras él se sentaba frente a él.

- Escúchame bien, príncipe, que aunque tú no puedas hablarme, sé perfectamente cuáles son tus preguntas.

Toda tu vida la has vivido en la tierra, ahora ya viste lo que significa el agua para los peces y debes aprender lo que significa el aire para las aves y más tarde aprenderás otra lección de la cual nada puedo decirte. La enseñanza que se encuentra detrás de tus experiencias, sólo tú podrás descifrarla; tanto tus amigos los peces como yo, aquí en la tierra, no somos sino auxiliares del universo en la tarea de mostrarte los 10 principios, así pues, ya te he dicho todo lo que podía decirte, alza el vuelo y aprende lo que es el aire. Yo tengo que irme, hay muchas cosas importantes en mi vida como para seguir platicando contigo, además, tu no puedes decirme nada, parece que has perdido la voz y, sonriendo, se alejó.

El príncipe, sumido en sus reflexiones, alzó el vuelo sin saber qué rumbo tomar; al menos esta vez no había angustia en su mente, sabía que, en cierta forma, su Padre lo estaba siguiendo, sabía que todo lo que le pasara estaba dentro del plan que el universo tenía para todos los seres y, mientras volaba, observó que grandes nubes empezaban a obscurecer el panorama. Aunque no podía ver de donde provenía la luz, pues no observaba a ningún sol, las nubes empezaron a cubrir todo el cielo y de las nubes pasaron los relámpagos y los rayos y empezó a caer una lluvia como nunca antes había experimentado. El agua golpeaba fuertemente sus alas, el aire silbaba y entorpecía su camino; decidió entonces bajar a tierra a esperar que la tormenta cesara, pero, bajo él, sólo se extendía una capa inmensa de agua. Trató de recordar en qué dirección se encontraba la tierra para dirigirse hacia ella, pero no pudo observar, se encontraba totalmente perdido en medio de una tormenta y abajo no había sino el inmenso mar.

Desesperado, buscaba un lugar donde posarse, pero no podía ver sino agua en todas direcciones; trató de bajar a la superficie del mar buscando descansar, pero se encontró que el oleaje estaba sumamente agitado, si se posaba sobre la superficie, inmediatamente sería cubierto por las olas, inmediatamente se vería sumergido dentro del mar. Sentía su cuerpo húmedo y cansado, sentía que no podía ya más volar, empezó a planear, dejó sus alas extendidas y empezó a dejarse llevar por las corrientes de aire que, junto con el agua, formaban la tormenta. Exhausto, vio cómo iba perdiendo altura, no había manera de mantener el vuelo, sus alas ya no tenían fuerza para seguir moviéndose. En esos momentos, sintió que iba a ser estrellado contra la superficie del mar, el miedo lo invadió y en el momento preciso, justo en el lugar donde iba a caer, un gran remolino se formó y cayó, no sobre el mar, sino sobre el hoyo de ese grn remolino de agua que se había formado en el mar. Sintió su cuerpo dar vueltas y vueltas y sintió que
caía en un pozo profundo.
Cuando tomó conciencia del lugar, todo estaba en calma, ^Jtodo, a excepción de una pequeña piedra que se encontraba en el centro de toda esa obscuridad; no podía ver nada, no podía moverse, no sabía si era pez, o si era ave, o si era hombre, todo lo que podía ver era una extraña piedra magnética que despedía una luz tenue de color azulada y de la cual salían chispas como pequeños rayos de tormenta, parecían electrificadas. Imposibilitado de moverse, pensó:

- ¿Qué significará todo esto?, ¿en dónde estoy?, ¿qué soy ahora?. Y la piedra contestaba:

- Ahora no eres nada, sólo un chispazo de luz, sólo un chispazo de luz emanada de mí mismo- . Mientras hablaba, la piedra parecía incrementar su actividad eléctrica y se apagaba. Quiso moverse para acercarse a ella y no pudo. La piedra contestó nuevamente:

- No tienes cuerpo, yo soy el creador de todas las cosas, tú saliste de mí y ahora eres obscuridad; la única forma de que tomes nuevamente conciencia es que regreses a mí, pero no puedes moverte. El príncipe se extrañó aún más y preguntó ingenuamente:

- ¿Cómo quieres que regrese a ti si no puedo moverme?, es ilógico lo que dices, y la piedra volvió a contestar:

- La lógica del universo no es tu lógica, yo he creado todas las cosas del universo, tú eres una creación mía, pero, porque te has alejado de mí, ahora estás en la obscuridad, perteneces a ella, yo soy la luz, yo soy el fuego, tu eres la obscuridad, necesitas regresar a mí para que sepas quién eres.

- Yo se quién soy y tú no puedes ser el creador del universo, porque el creador es Dios.

- Yo soy Dios contestó la piedra.

El príncipe quedó, por unos instantes, desconcertado. ¿Cómo era posible que esa piedra que estaba observando pudiera ser Dios?. La imagen que tenía de ese Dios creador de todas las cosas, era infinitamente mayor que esa piedra que se encontraba brillando en la obscuridad. El príncipe preguntó:

- Si tú eres Dios, entonces, tu deseo es que yo aprenda los 10 principios. Si tú deseas que me acerque a ti, ¿cómo entonces, me quitas el movimiento?, ¿cómo entonces, esperas que yo pueda seguir buscando si no puedo ni moverme?

- Joven príncipe, caminante del cielo, yo no tengo deseos ni espero nada, yo simplemente creo al universo, la obscuridad es parte de mí y la luz lo es también; la tierra de donde vienes, el agua por la que has pasado, el aire en el que has volado, todo se sintetiza dentro de mí que soy el fuego. ¿Por qué he de tener esperanzas de que tú hagas algo?, ¿por qué he de tener deseos de que tú hagas algo?, para mí todas las criaturas del universo son iguales, todas están dentro de mí.

- Un momento, contestó el príncipe, yo partí en un viaje en el cual mi Padre me encomendó aprender los 10 principios con los cuales fue creado el universo; eso significa que mi Padre me envió a conocerte a ti. Si hoy te he encontrado, quiere decir que todos los principios pueden ser revelados por ti para mí; quiere decir que he llegado al final de mi camino; quiere decir, entonces, que voy a poder volver a donde está mi Padre; quiere decir que estoy a punto de encontrar el resto de los principios que me faltan por descubrir.

Y mientras el príncipe reflexionaba en voz alta, hablando con la piedra, la piedra permanecía callada. El muchacho seguía pensando en voz alta. Entonces, si he llegado hasta Dios, estoy en el corazón de toda la sabiduría del universo, aquí me puedes revelar todos los secretos, esto es lo que necesitaba, ahora sólo falta que tú me los digas. Y, entonces, la piedra se rompió en mil pedazos y un enorme ser apareció en su lugar, un ser que echaba chispas por todo el cuerpo, una luz azulada electrificaba todo lo que tocaba; extendió su mano imponente, en esa región de la obscuridad en donde se encontraba el príncipe y lo tomó violentamente, lo levantó hasta la altura de sus ojos y le dijo:

- Torpe príncipe, has hecho caso de lo que te decía un extraño, desoíste el consejo de tu Padre, te dejaste engañar por lo que te decían afuera y olvidaste que sólo tú podrás encontrar los secretos; ahora has perdido tu oportunidad y quedarás eternamente sumergido en la obscuridad, no podrás ver nada ni sentir nada, no tienes cuerpo, sólo eres un punto de obscuridad, piérdete en ella. Alzó su mano y lo aventó hacia la obscuridad.

El príncipe se encontraba infinitamente asustado, no tenía cuerpo, no podía moverse, sólo pensaba; ya no podía ver la piedra ni al ser, ya no había nada a su alrededor, ni arriba, ni abajo, ni adelante, ni atrás, ni a su derecha, ni a su izquierda; reconocía que efectivamente se había dejado engañar por las palabras de la piedra. Quería llorar pero no tenía ojos, quería gritar pero no tenía boca, quería tocar su cabeza pero no tenía cabeza, ni manos, ni alas, ni aletas. ¿Qué es esto?, pensaba, nuevamente he fracasado, ¿qué significa todo esto?, de verdad habré perdido el camino?, ¿habré perdido la oportunidad?. Y su mente regresó a su lejana infancia y recordó el momento en que su Padre lo estaba despidiendo y le decía:

No importa dónde te encuentres, Yo estaré siempre contigo. Ahora se sentía solo y, sin embargo, esas palabras las recordaba una y otra vez, hasta que, en un chispazo de conciencia, se dijo: Si mi Padre no me mintió y hasta ahora nunca lo ha hecho, quiere decir que mi Padre se encuentra en algún lugar dentro de mí y dirigió sus pensamientos hacia su Padre, diciendo así:

- Padre mío, hoy te necesito más que nunca, he pasado por la tierra y supe lo que era vivir como hombre, pasé por el agua y supe lo que era vivir como pez, volé por los aires y supe lo que era la vida de una ave, me he encontrado con el fuego, con la electricidad y he sabido lo que es estar en contacto con el fuego y ahora estoy sumergido en medio de tinieblas, ¿dónde estás Padre, para que me ayudes?, y muy dentro de él se escuchó otra voz que decía lo siguiente:

- El universo entero está compuesto por la tierra, el agua, el aire y el fuego; lo sólido, lo líquido, lo gaseoso y lo etérico. Has visto la naturaleza de las cosas, has aprendido que el universo entero no es sino la combinación de 4 cosas y ahora la obscuridad te envuelve.

¿Qué es lo que separa la obscuridad de la luz?. Piensa hijo mío, ¿qué es lo que separa la obscuridad de la luz?.

El joven quería que su Padre siguiera hablando, pero su voz calló y, entonces, su mente se enfrascó tratando de resolver el enigma. ¿Qué separa la obscuridad de la luz?. Empezó a recordar todo lo que había escuchado en su viaje. El bien y el mal residen en ti. Cada una de las imágenes de los espejos representa una parte tuya. Todo lo que te pasa es escuchado por el universo. Lo que tú experimentas lo experimenta el universo. Todas esas frases circulaban por su mente hasta que, de pronto, se hizo la luz en su mente y dijo:

- Lo que separa la luz de la obscuridad soy yo mismo, puesto que soy parte de todos y estoy en todos, de la misma manera como el universo está en mí. Yo soy la luz y soy la obscuridad y en estos momentos escojo ser la luz, y en ese instante, justo cuando el príncipe decretó esas palabras, "Yo soy la luz", "Yo soy la luz", nuevamente las palabras majestuosas se escucharon dentro de su ser:

- El universo entero ha sido creado siguiendo el orden de los 4 principios, Tierra, Agua, Aire y Fuego, sólido, líquido, gaseoso y etérico; todo está en ti y tú escoges lo que quieres ser. Este es el quinto principio. Y su nave se enfiló hacia nuevas aventuras.

Hasta aquí los mensajes de esta sesión. Continuaremos después.

Las bendiciones de los Maestros quedan en ustedes. Que así sea.



DOMINGO 17 DE ENERO DE 1993 - 8:00 A.M.
MENSAJE RECIBIDO A TRAVES DEL HERMANO JESUS ALONSO GONZALEZ F.
PRIMERA PARTE Quinta lección - FLORECIMIENTO DEL NINO INTERNO.

http://trabajadoresdelaluz.com.ar/

Florecimiento del niño interno. Lección IV. (Kwan Yin)



Kwan Yin
Florecimiento del niño interno. Lección IV.


Hermanos, sean bienvenidos, Yo soy KWAN YIN.

Continuemos con las lecciones del príncipe.

Una vez que abandonó el salón de los espejos y siguió su camino, el príncipe había dejado de ser niño; su vida había transcurrido aceleradamente dentro de aquel salón, sus pensamientos habían madurado, había aprendido que dentro de él mismo había muchas personalidades y que mientras una parte de él se sentía príncipe, la otra se sentía como un ser sin importancia; mientras que tenía un aspecto bueno, había otros malos que residían dentro de él. Estos descubrimientos lo llevaron a reflexionar cuál sería la forma de poder eliminar todos aquellos aspectos de su ser interior que le parecían malos u horrorosos.

Sumergido en las profundidades de sus reflexiones, su camino lo llevó hasta cruzarse con otro de los múltiples viajeros del espacio. El príncipe le preguntó:

- ¿Qué rumbo llevas mi hermano?

- No llevo ninguno, ¿por qué he de tener algún rumbo fijo?. El príncipe le contestó:

- Bueno, me imagino que si vas viajando es porque te diriges hacia algún destino.

- Pues te equivocas muchacho, la dirección que sigue mi nave nada tiene que ver con mi destino, no importa a dónde me lleve, yo sé que alcanzaré siempre el destino que busco. El príncipe se extrañó de esta respuesta y siguió preguntando:

- ¿Quieres decir que si vas para adelante o vas para atrás siempre llegarás a tu destino?

- Mira muchacho, mi destino no se encuentra en lo que puedes ver, el viaje que sigue mi nave es simplemente un instrumento que me permite caminar hacia mi interior, el destino que busco se encuentra dentro de mí y no afuera, así que la nave es circunstancial, puedo viajar en cualquier dirección y, sin embargo, la meta la voy a alcanzar porque se encuentra dentro de mí.

El príncipe se sintió atraído por esta respuesta y le preguntó:

- ¿Me permitirías acompañarte en tu camino?

- Ya te lo he dicho, no voy a ningún lado, mi destino está dentro de mí.

- Sí, lo entiendo, en cierta forma yo ando siguiendo lo mismo, busco los 10 principios universales y en realidad no sé qué rumbo tomar, me da igual seguirte a ti que enfilar hacia otro rumbo.

- Si así lo deseas, entonces sígueme, y el príncipe viajó junto con este ser.

Debo mencionar que ese ser se parecía bastante al príncipe, sólo que sus pensamientos, sus palabras y su forma de moverse, correspondían perfectamente a un anciano.

- ¿Cuánto tiempo llevas viajando?, preguntó el príncipe.

- Mucho, le contestó su acompañante.

- Sí, pero, ¿cuántos años?

- El tiempo no tiene sentido cuando lo que buscas es la eternidad.

- Espera, dijo el príncipe, ¿tú no tienes que llegar a tu meta en un tiempo determinado?

- No, no tengo que hacerlo.

- Pues, al parecer, tu camino y el mío sí son diferentes, yo necesito de un cierto tiempo para alcanzar los 10 principios, pues de otra forma mi familia me abandonará.

- Mira muchacho, ¿a dónde podría ir tu familia que estuviera fuera de este universo?

- No lo sé, contestó el príncipe, esas fueron las palabras de mi Padre; regresa antes que sea demasiado tarde, pero hasta después de haber encontrado los 10 principios.

- Bueno, tal vez no entendiste lo que tu Padre te dijo.

- ¿Cómo es eso, cómo podría entender esas palabras?, preguntó el príncipe.

- Quizás lo que quiso decir tu Padre fue que si llegas a tomar demasiado tiempo para encontrar los 10 principios, tal vez te alejes de tu infancia, tanto, que te impida entenderlos y percibirlos.

- No te entiendo, dijo el príncipe.

- Esos principios de que te habló tu Padre, en realidad los tenemos todos dentro de nosotros.

- Sí, efectivamente, eso fue lo que dijo mi Padre.

- Pues bien, a medida que creces, los principios los vas olvidando; si tomaras demasiado tiempo tal vez nunca puedas recordarlos.

- ¿Quieres decir que esa es la lección que mi Padre me dio al despedirme?

- No, no quiero decir eso, recuerda que tu Padre te dijo que no confiaras en extraños.

- Es cierto, eso fue lo que me dijo mi Padre, pero, ¿cómo es que lo sabes tú?

- Mira muchacho, en el universo todo está conectado con todo, el Padre de tu Padre tal vez estuvo muy cerca del Padre de mi Padre y si caminamos hacia atrás, en el tiempo, todos tuvimos el mismo Padre; así pues, tu camino y el mío se parecen porque los caminos de todos los seres se parecen; las palabras que tu Padre te dijo al partir es muy probable que sean las mismas que las que dijo mi Padre cuando yo partí.

- ¿Quieres decir que tú también andas en busca de los 10 principios?. ¿Cuántos has encontrado?, preguntó el príncipe.

- De nada serviría que yo te los dijera, de nada serviría que yo te explicara mis experiencias, recuerda que no debes confiar en lo que los demás dicen, las enseñanzas deben ser tuyas exclusivamente.

- Pero, ¿no me puedes decir, al menos, si tu camino va terminando o vas empezando igual que yo?

- Lo que sí puedo decirte es que el tiempo deja de tener sentido cuando te llenas de la inmensidad del universo. ¿Sabes cuánto tiempo llevan estas estrellas que nos rodean, aquí, suspendidas en el espacio, girando unas alrededor de otras, siguiendo una marcha interminable?. ¿Sabes que nosotros también somos parecidos a las estrellas?; vamos viajando en el espacio, pero nuestro cuerpo está formado por millones de pequeños seres, pequeñas células que viajan obligadamente a donde nosotros vamos. ¿Te has puesto a pensar que para ellas nosotros somos sus dioses porque las hemos creado?. ¿Te has puesto a pensar que tus decisiones son leyes inmutables para esas células?. Nosotros viajamos dentro de Dios, de la misma manera como las células viajan dentro de nosotros. ¿Tendrá alguna importancia el tiempo en este viaje infinito?.

- Tus palabras realmente me hacen reflexionar; seguramente has viajado mucho más que yo, porque mis razonamientos no alcanzan a entender el significado de tus palabras. Realmente me siento afortunado porque me hayas aceptado acompañarte en este camino.

- Todos somos compañeros en este camino y todos vamos juntos hacia el mismo lugar. No importa que nuestros cuerpos puedan verse con los ojos, no importa que tú puedas verme y sentir que viajas junto a mí, he estado cerca de ti desde el momento en que te encontraste con aquella flor en el planeta solitario; también estuve cerca de ti cuando fuiste atrapado por aquellos extraños seres; fui también una de las imágenes en los espejos y ahora me encuentras dentro de mi nave. ¿No te das cuenta que hemos viajado juntos y que seguiremos viajando juntos hasta el final del camino?.

El príncipe se encontraba totalmente sorprendido. ¿Quién era ese ser que había estado participando de todas sus experiencias?. El príncipe le preguntó:

- Pero, ¿quién eres tú que conoce exactamente los lugares por los que he pasado?, ¿cómo es posible que hayas visto lo que yo he visto?

- Ya te lo he dicho, todo está unido en el universo, no existe nada separado y lo que tú has vivido lo ha vivido el universo entero, lo que tú has aprendido lo ha aprendido el universo entero; todas tus experiencias, todos tus recuerdos, los tengo grabados en mí mismo, porque tú los donaste al universo desde el primer momento en que los experimentaste.

- Mira, tus palabras son demasiado complicadas para mí, yo no puedo saber quién eres tú ni puedo saber por lo que tú has pasado; yo sólo sé por lo que he pasado, para mí todo esto es muy extraño, tal vez me falte caminar mucho para llegar a eso que tú dices; creo que lo mejor será separarnos, pues tus palabras empiezan a confundirme. Gracias por permitirme haberte acompañado y, gracias también, por las palabras que me dedicaste.

- Muchacho, antes de que te alejes, quiero recordarte algo: no confíes en lo que ves, no confíes en lo que oigas, sólo ten confianza en lo que tú descubras, recuérdalo.

Y el príncipe se alejó. Sus pensamientos iban y venían en todas direcciones. Decidió hacer un alto en un pequeño asteroides que se encontraba flotando en el espacio, aparentemente sin ninguna dirección, se sentó en una gran piedra y empezó a meditar.

Pasó mucho tiempo, pasaron muchos días, pasaron muchos años. Cuando nuevamente volvió en sí, encontró que a su alrededor el pasto había crecido, que él mismo empezaba a confundirse con el terreno, pues las hierbas lo tenían casi cubierto. Al incorporarse lentamente, observó una multitud de serpientes, sólo que cada serpiente se mordía la cola y caminaba, no arrastrándose por el suelo, sino rodando sobre su propio cuerpo como si fueran aros que habían sido empujados por el viento. Un extraño espectáculo se abría ante sus ojos, serpientes mordiéndose la cola y rodando en una procesión interminable en todas direcciones.

Una de las serpientes chocó contra él, se detuvo y se paró sobre su cola y, mirando fijamente al muchacho, le preguntó:

- ¿Quién eres tú?, no te había visto por aquí.

- Soy un viajero en el espacio que me he detenido a meditar, pero ustedes no estaban cuando yo llegué.

- Te equivocas muchacho, nosotros hemos estado aquí desde el principio de este planeta, ¿cómo es posible que no te hayamos visto llegar?.

Evidentemente la serpiente mentía, pensó para sus adentros el príncipe y le contestó:

- Yo acabo de llegar, no tengo mucho tiempo de haberme sentado a meditar, ustedes no estaban aquí.

Para estos momentos, muchas serpientes se habían congregado alrededor del príncipe e inmediatamente todas ellas empezaron a protestar:

- Tú eres un extraño, no sabemos de dónde has llegado, nosotros hemos habitado este planeta desde su creación y tú no estabas, ¿de dónde, pues, saliste?- . A medida que decían estas palabras, todas empezaban a estrechar el círculo que formaban alrededor del muchacho.

Por unos momentos, el príncipe pensó que se encontraba en peligro, por lo que las detuvo, diciendo:

- Alto ahí, yo soy el espíritu de este planeta, soy su dios, retírense si no quieren que con un pensamiento las destruya a todas.

Las serpientes se alejaron inmediatamente por el temor, pero todas las serpientes del planeta empezaban a juntarse alrededor del muchacho.

- Si tú eres nuestro dios, dinos entonces: ¿por qué estamos todas aquí y por qué somos las únicas que habitamos este planeta?- . Sin saber exactamente qué responder, el muchacho contestó:

- Están aquí para descubrir los 10 principios que moran en todas las cosas y cuando así lo hagan, su vida y su mundo se transformarán y empezarán a vivir una vida nueva y maravillosa en donde todo será paz, armonía y felicidad.

Las serpientes se miraron unas a otras y dijeron:

- Tus palabras no las entendemos, todo lo que deseamos nosotras es rodar y rodar, cada vez más rápido, para poder así conocer todo nuestro planeta y ser las más ágiles de todo el universo; no sabemos que es eso de paz y felicidad, son palabras huecas; si tú eres en verdad el dios del planeta, debes poder mandarnos mensajes que podamos entender.

- Escúchenme bien: Ustedes son criaturas de este universo y todo el universo se encuentra unido, si existe algún ser en otra región de este universo que sepa lo que es la armonía, la paz y la felicidad, esas mismas enseñanzas estarán en ustedes, descúbranlas y vivirán con una mayor armonía.

Las serpientes empezaban a confundirse, lentamente, cada una mordió su cola y se alejó rodando. Todas se fueron a excepción de una, cuando estuvo sola le dijo:

- Muchacho, a mí no puedes engañarme, sé quién eres y por qué estás aquí, mi Padre me envió para decirte algo. En tus recuerdos encontrarás el secreto del siguiente principio. El príncipe se sorprendió y le dijo:

- ¿Quién es tu Padre?.

- Mi Padre es el mismo Padre que el tuyo, y la serpiente se alejó, subió a su nave y partió.

Tal vez nunca encuentre el cuarto principio, tal vez nunca pueda encontrar los principios superiores, pero mi destino será buscar y buscar, porque ese es el camino de todos los seres del universo.

En su interior, el príncipe tuvo nuevamente un chispazo de luz y una voz de habló así:

- Hijo mío, has aprendido algo en este viaje: Todas las criaturas del universo se encuentran unidas; no importa a dónde viajes yo estaré siempre contigo; no importa en qué lugar te encuentres, lo que tengas qué aprender estará siempre en frente de ti. Escucha bien este principio: Más allá del bien y del mal, más allá de las imágenes de los espejos, más allá de tus hermanos hombres y serpientes, más allá de todas las aparentes diferencias y contradicciones que puedas encontrar en tu vida, todo se encuentra en armonía, todo se encuentra en paz, todo se encuentra en unidad. Las contradicciones se disuelven, el bien y el mal se funden en un solo principio, "EL EQUILIBRIO". Tu compañero de viaje te enseñó lo que era el equilibrio, no existe derecha ni izquierda, arriba o abajo, en el universo, no existen los aciertos y los errores, todo eso se funde en el camino interior que te llevará hacia ti mismo. Detrás de cada lección, detrás de cada error, siempre encontrarás algo que aprender, no lo olvides, todo está en equilibrio, todo está en unidad. Este es el cuarto principio.

Y el príncipe siguió viajando, esta vez sin rumbo fijo, sabiendo que de todas formas habría de llegar a su destino.

Mis bendiciones para todos ustedes.


DOMINGO 10 DE ENERO DE 1993 - 8:00 A.M.
MENSAJE RECIBIDO A TRAVES DEL HERMANO JESUS ALONSO GONZALEZ F.
PRIMERA PARTE Cuarta lección - FLORECIMIENTO DEL NINO INTERNO

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Florecimiento del niño interno. Lección III. (Kwan Yin)



Kwan Yin
Florecimiento del niño interno. Lección III.


Amados hermanos, continuemos.

El niño príncipe viajaba por el espacio, pero tal vez más rápido que su nave; sus pensamientos iban y venían, recordando todos los detalles de sus últimas experiencias. Primero había aprendido que todo lo creado había sido hecho por un gran ser que únicamente deseaba la felicidad para todos sus hijos; había aprendido que cada cosa creada tenía una razón de ser en el universo; que aun cuando se le denominara de diferentes formas, era un solo ser, y deseaba que sus hijos aprendieran a convivir armónicamente y ayudarse unos a otros.

Después, aprendió que todo lo creado tenía una vida y que, aunque fuera diferente a la suya, en realidad estaba cumpliendo con algún designio divino; de aquí en adelante, debería respetar todas las cosas, puesto que todos habían sido creados con un propósito y manifestaban algún tipo de vida. Cada estrella que pasaba, cada cometa que se cruzaba en su camino, le recordaban estos dos principios y, mentalmente, los saludaba.

Su viaje lo fue llevando hacia una extraña región del universo; él seguía en su búsqueda y pensaba que todos los secretos del universo tenían que cruzarse en su camino, tal como había pasado en los últimos dos que recién había descubierto. Sin darse cuenta siquiera, su pequeño rayo de sol lo llevaba, lentamente, al encuentro de un gran planeta. El planeta se observaba con manchas oscuras y brillantes; esto llamó la atención al niño, que empezó a observarlo, sin intentar siquiera cambiar el rumbo de su nave. Poco a poco, la nave fue penetrando en la atmósfera de ese planeta y, cuando logró detenerla, se encontró en los patios de un gran castillo.

Rápidamente descendió de su nave y decidió explorar. Lo que encontró lo llenó de asombro; eran paredes muy altas en donde únicamente había una puerta; en la puerta se podía observar un letrero que decía: Esta es la puerta del bien, el que pase por aquí obtendrá todo lo bueno del universo.

Decidió pues, entrar, y la puerta inmediatamente se cerró. Cuando volvió a ver la puerta que se había cerrado detrás de él, había un letrero que decía: Esta es la puerta del mal y todo el que cruce por aquí obtendrá todo lo malo que hay en el universo.

Se sintió entonces, desconcertado; era la misma puerta y, sin embargo, en un lado de ella decía ser la puerta del bien y en el lado contrario la puerta del mal. Acostumbrado, como estaba, a encontrar sorpresas, siguió caminando en la sala a la que había entrado. Dentro encontró muchos espejos, todas las paredes estaban cubiertas con espejos de diferentes tamaños y enfocados en forma diferente. Al acercarse y observar más cuidadosamente los espejos, se dio cuenta de algo extraño; las imágenes que él proyectaba en los espejos eran distintas en cada uno de ellos. Un letrero en la pared decía: sAviso a todos los viajeros: cada uno de estos espejos refleja un aspecto de su persona, no todos son verdaderos, pero, el que encuentre su verdadero reflejo habrá alcanzado la gloria eterna.

El niño siguió caminando observándose en los espejos y en uno de ellos vio su piel de color negro; la curiosidad le ganó y se acercó, extrañado, por la imagen que estaba reflejando el espejo. Una vez que hubo observado todos los detalles pasó al siguiente y ahí encontró que el espejo reflejaba la imagen de un niño más pequeño que él, tal vez un niño recién nacido; trató de encontrar una explicación pero no podía. Pasó al siguiente y observó a un joven príncipe, orgulloso de sus dominios y sus posesiones, con la mirada déspota y observaba hacia el horizonte, tal vez, pensando en que sus dominios eran los más grandes de todo su planeta. En el siguiente observó a un anciano y en el otro a un hombre enfermo. Cada vez que se reflejaba en un espejo encontraba nuevas imágenes.

Empezaba ya a cansarse de los espejos cuando decidió pasar al siguiente salón. Cuando quiso encontrar la puerta observó, extrañado, que no existía ninguna; trató de recordar dónde se localizaba la puerta por donde había entrado y sólo encontró espejos y más espejos. En la parte superior del salón se encontraba un calendario marcando una fecha extraña e indicando los días y las horas; el niño empezó a sentirse un poco raro; pasaban las horas en el reloj, pasaban los días, y el niño no podía encontrar la salida. Los espejos entonces empezaron a reflejar imágenes de angustia, algunos de ellos empezaban a llorar, mientras que otros se enojaban y las imágenes reflejaban una desesperación que rayaba en el coraje; tal parecía como si los espejos estuviesen leyendo lo que estaba pasando interiormente en el niño.

Mientras ese reloj y el calendario daban vuelta interminablemente, el niño empezó a desesperarse y en sus pensamientos se decía a sí mismo: no sé qué está pasando, no sé cuánto tiempo llevo aquí, el calendario indica que han pasado muchos días, el reloj sigue su curso, empiezo a pensar que he dejado de ser niño, no sé en realidad cuánto tiempo llevo en este lugar y no puedo encontrar la clave del misterio que encierran los espejos. Trató de serenarse y se dirigió al espejo que le mostraba a un ser de color negro; levantó su mano derecha y la imagen levantó su mano izquierda; hizo él un movimiento hacia su izquierda y la imagen respondió con un movimiento a su derecha, y empezó a pensar: ¿Por qué los espejos reflejan la imagen al revés?, ¿por qué mi derecha es la izquierda de ellos? y ¿por qué todo es exactamente al lado opuesto?.

Se dirigió a otro espejo en donde se encontraba un anciano; observó sus ojos y el anciano le respondió haciendo lo mismo; quiso ver una luz que saliera de esa mirada que lo estaba observando, pero el anciano respondió haciendo exactamente lo mismo; por un momento pensó que esa imagen correspondería a la que él tendría en el futuro, pero luego se preguntó: ¿Cuál es la imagen verdadera, la del niño o la de este anciano?, ¿cuánto tiempo llevaré aquí encerrado?, ¿quién soy realmente?, ¿cómo soy realmente? ¿cómo puedo saber el tiempo en que estoy si todo lo que observo me da pistas falsas?, ¿estaré condenado a pasar aquí el resto de mis días?.

Mi padre me dijo que cuando yo lo necesitara lo encontraría dentro de mí. Se alejó de los espejos y se colocó en el centro del salón, se sentó y cerró sus ojos y empezó a llamar a su padre. Padre, hoy te necesito, necesito sentirte dentro de mí, no sé qué me pasa, este cuarto me ha llenado de confusión; no sé quién soy ni cuánto tiempo llevo aquí; los días pasan y se convierten en años; el calendario cambia las fechas, en ocasiones rápidamente y en otras muy lentamente; el reloj sigue dando vueltas y más vueltas, ya no sé si soy niño o soy joven, o he llegado a la ancianidad, necesito tu ayuda.

El niño esperó la respuesta pero no obtenía ninguna, abrió los ojos y observó algo curioso en los espejos; algunos reflejaban la imagen de su padre, mientras que otros reflejaban las imágenes a las que ya estaba acostumbrado, pero como si lucharan contra esa otra que reconocían como extraña. El niño se dirigió hacia los espejos que reflejaban la imagen de su padre, pero, en el momento de acercarse, la imagen desaparecía y aparecían las tradicionales imágenes de niños negros, ancianos y príncipes déspotas; volteó hacia atrás y vio que los espejos a su espalda estaban reflejando a su padre, corrió hacia donde estaba la imagen y nuevamente ésta desapareció.

Desconsolado el niño, no acertaba a explicarse lo que estaba pasando y gritó: padre, ¿por qué huyes de mí?, y algunas imágenes empezaron a reir a carcajadas, mientras que otras intentaban dar respuesta a su pregunta. Todo era una gran confusión, las risas apagaban el sonido de aquellas que trataban de explicar las cosas, alcanzando a escuchar la voz de una de las imágenes diciéndole: Tienes que aprender que el bien y el mal residen dentro de ti y que el mal desea tu destrucción y que el bien desea tu glorificación, palabras que no tenían ningún significado para el príncipe.

Las carcajadas seguían oyéndose y el reflejo de su padre, entristecido, se iba desvaneciendo en los pocos espejos que aún podían reflejarlo y el niño, angustiado, observaba que ya eran muy pocos los que reflejaban la imagen de su padre. Los labios de la imagen se movían, pero cada vez que él corría para acercarse y tratar de escuchar lo que decía, la imagen de su padre era desplazada hacia otro lugar de la habitación.

En un momento de desesperación, el niño cayó de rodillas y, cerrando sus ojos, se dijo a sí mismo: Tal vez he fracasado, pero sólo quiero que sepas padre, que siempre te amé y siempre quise encontrar la sabiduría, tal vez no supe buscarla, pero desde dondequiera que estés, yo te anvío mi bendición y mi gratitud.

En ese momento, todos los espejos empezaron a reflejar la imagen de su padre; el niño no podía verlas porque tenía los ojos cerrados, pero, entonces, la voz de su padre se escuchó gloriosa dentro y fuera de él: “Hijo mío, aquí estoy y siempre estaré dentro de ti, no importa lo que pase. Hoy has encontrado el siguiente principio:

EL BIEN Y EL MAL RESIDEN EN TODAS LAS COSAS CREADAS.

Manténte siempre alerta, porque, aun dentro de ti, existe la semilla de la maldad; procura que tu corazón vibre siempre en armonía y en permanente comunión con todos los seres del universo; has observado que cada espejo reflejaba una parte diferente de ti, ¿cuál es la verdadera?, nadie te lo podrá decir nunca, porque la única imagen verdadera es la que tú percibes de ti, esa que tú sientes que eres en lo más interno de ti. Todo lo que percibas del mundo puede engañarte, sólo aquello que encuentres dentro de ti te dará la clave para saber cómo guiar tus pasos por el sendero correcto. Abre los ojos y asómate a tu realidad”.

Cuando el niño abrió los ojos los espejos habían desaparecido y una gran puerta se abría en frente de él; se acercó a la puerta y encontró un letrero que decía:

Viajero del espacio, cada espejo es como otro ser humano, la imagen que tú percibiste reflejada en cada uno de ellos, es un ser humano diferente que te enseña que todos son reflejos de un mismo Dios.

El niño cruzó la puerta no deseando volver a ella, subió a su nave y partió hacia el espacio. Sin embargo, no podía dejar de pensar en ese último letrero de la puerta: "todos los espejos son como personas, reflejan a un mismo Dios". No podía entender lo que ese principio trataba de explicarle, cuando una voz interior habló diciéndole así:

Todas las imágenes que viste fueron tuyas, y cada vez que veas a un hermano tuyo, piensa que puede ser un espejo de Dios que te está revelando algo que no conoces de ti mismo. Más adelante, en tu camino, entenderás mejor lo que quiero decirte. Y el niño partió en busca del cuarto principio.

Aquí dejaré mis palabras junto con mis bendiciones para ustedes.

Que así sea.




DOMINGO 20 DE DICIEMBRE DE 1992 - 8:00 A.M.
MENSAJE RECIBIDO A TRAVES DEL HERMANO JESUS ALONSO GONZALEZ F.
PRIMERA PARTE Tercera lección - FLORECIMIENTO DEL NINO INTERNO

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Florecimiento del niño interno. Lección II. (Kwan Yin)



Kwan Yin
Florecimiento del niño interno. Lección II.


Hermanos, sean bienvenidos, Yo soy KWAN YIN.

Continuemos con la historia del príncipe que quería llegar a ser el hombre más sabio del universo.

Y el niño pensaba: acabo de descubrir el primer principio. Existe un ser que creó todo lo existente, tiene muchos nombres y todos pueden percibir su existencia aunque lo llamen de diferentes formas; El es justo y bueno y todo lo que existe, existe por El. Me gustaría aprender más de El. Y ahora, ¿dónde podré buscar el siguiente principio?.

Sus pensamientos lo llevaban de una región a otra; tan sumergido se encontraba en sí mismo, que no observó que su camino lo llevaba directamente hacia la trayectoria de un gran cometa; cuando quiso reaccionar, el choque era inevitable y se vio de pronto arrastrado por la cola del cometa de una manera vertiginosa. Sus pensamientos fueron repentinamente interrumpidos y su única preocupación fue no perder el equilibrio y tratar de escapar cuanto antes de la fuerza tan poderosa que lo arrastraba. Sin embargo, el cometa ejercía tal arrastre sobre él, que, por más esfuerzos que hacía, no podía liberarse de su magnetismo, el cometa seguía una órbita elíptica alrededor de un gran sol.

El príncipe pensaba si era su destino terminar su vida atrapado en la cauda de un cometa, o bien si sería capaz de liberarse de él. Mientras hacía esfuerzos por liberarse, observó que el magnetismo del cometa lo atraía hacia el centro de él, vio que era más fácil caminar hacia el centro, que buscar alejarse de ese astro que lo arrastraba. El se decía a sí mismo, que no podía ser que a principio de su camino, tuviera que pasar por un peligro de tal magnitud. Empezaba a desesperarse y a lamentar el no tener a sus padres ni a nadie que le ayudara, cuando, entonces, decidió caminar hacia el centro del cometa buscando llegar a tocar su superficie. Avanzando lentamente por la cauda, observó que lo que parecía ser la superficie, en realidad no era sino un cúmulo de gases. Siguió hacia el centro hasta llegar a una extraña región que no era posible ser observada desde el exterior; sumergida entre nubes se encontraba una tierra misteriosa.

Una vez dentro, un extraño ser se le acercó y le increpó diciendo:

- Lamento decirte, pequeño niño, que vas a ser la siguiente víctima en honor a nuestro Dios-. El niño no podía dar crédito a lo que estaba escuchando y preguntó su explicación, a lo que el ser respondió:

- Este cometa viaja por el universo atrapando a seres para ser sacrificados en honor a nuestro Dios, y el niño respondió:

- ¿Cómo es posible, que siendo Dios un ser justo, que no desea sino la felicidad y el gozo de todas sus criaturas, ustedes puedan hacer sacrificios a ese Dios?.

- ¿De qué otra manera podemos dar gracias a ese Dios que nos ha protegido por tanto tiempo?-, contestó el ser. Y el niño continuó su diálogo.

- ¿Cómo saben que ese Dios les agradece a ustedes sus sacrificios?.

- Porque nos sigue protegiendo, dijeron.

- Aun así, puede ser que El los proteja aun sin dedicarle sacrificios.

- Tal vez, pero no podemos arriesgarnos, lo mejor es continuar con las tradiciones que nuestros ancestros nos dejaron, tú tendrás que morir en honor a nuestro Dios y esa es la última palabra.

Dicho esto, aparecieron otros seres que tomaron al niño por los brazos y lo condujeron hasta una celda. El niño se encontraba abatido; su camino apenas empezaba y la amenaza de morir a manos de desconocidos parecía ser inminente. Recordó las palabras de su padre: “todo lo que necesites lo encontrarás dentro” y entonces empezó a buscar el significado oculto de esas palabras. ¿Cómo era posible que dentro de él se encontrara la solución a este problema?. Observando tras la reja, veía las actividades de esos extraños seres; iban y venían intentando impulsar a su pequeña nave espacial convertida en cometa, alrededor de un maravilloso sol y, entonces, se atrevió a preguntarles.

- ¿Por qué se empeñan en tener a su nave dando vueltas sin fin a través de un sol?.

- Mira niño, este sol que tú ves es quien nos ha dado la vida y por eso a él le debemos entregar víctimas, para agradecerle la vida que nos ha concedido-. Y el niño siguió pregundando.

- ¿Acaso ustedes pagan con muertes la vida que Dios les ha dado?. Y los seres preguntaron:

- ¿Cómo es que siendo tú tan pequeño, hablas con ese lenguaje tan complicado?, ¿cómo es que tú puedes hablar de Dios, si nosotros sabemos que es un ser del que no podemos decir nada?.

- Tal vez ustedes no lo sepan, pero existe un principio en el universo, el principio que dice que Dios ha creado a todos los seres de la creación, incluyendo a ese sol alrededor del cual ustedes dan vueltas. Ese Dios del que les hablo tiene muchos nombres y sólo espera que sus hijos aprendan y comprendan los principios bajo los cuales fue creado todo el universo. Yo voy en busca de esos principios y ya encontré el primero; tal vez ustedes no lo sepan, pero también andan en busca de los mismos principios.

Y mientras el niño hablaba, los seres empezaron a acercarse a la reja y empezaban a verlo extrañados. Uno de ellos le preguntó:

- ¿Quieres decir, que todos nosotros nacemos para ser felices y que eso es lo que quiere Dios?.

- Exactamente, eso es lo que yo he aprendido. En otros planetas he observado a los seres cantar y bailar dando gracias a Dios y ese Dios los seguía protegiendo por igual.

- ¿Quieres decir que ellos no hacían sacrificios?.

- Exactamente, y también me encontré a una flor que me dijo que ella era la esperanza, porque Dios había querido que ella no muriera en un planeta que estaba casi desierto; El le dijo que, algún día, los hombres reconocerían la importancia de tener a una flor con ellos y la cuidarían, y la superficie entera de su planeta se multiplicaría por millones y, entonces, todos volverían a ser felices, pero cuidando unos de otros, no haciendo sacrificios.

Y los seres extraños, seguían llegando para oír la forma como el niño les hablaba.

- Un momento-, le dijeron - si todo eso que dices es verdad, ¿cómo es posible que nosotros, durante tantos miles de años, nos hayamos mantenido vagando, dando vueltas en círculos interminables alrededor de este sol y nunca nadie nos explicó nada?.

- Tal vez muchos quisieron hacerlo y ustedes los mataron sin darles oportunidad de ello.

Los seres se miraron unos a otros y, extrañados, abrieron la puerta del niño, lo tomaron de las manos y lo llevaron hasta una cámara escondida cuya entrada se veía sombría. Cuando iban pasando, el niño observó cajas de cristal con cuerpos de seres venidos de otras partes del universo.

- Mira, le dijeron, todos ellos vinieron antes que tú y todos fueron sacrificados, ahí están sus cuerpos, los mantenemos ahí porque es un honor ser sacrificados para nuestro Dios.

El niño sintió tristeza al ver esos cuerpos porque pensó que, tal vez, ellos iban, igualmente, en busca de los 10 principios y no lograron terminar. Se acercó a una de las cajas y con lágrimas en los ojos tocó el cistal y, entonces, escuchó una voz dentro de él que decía: “No estoy muerto, la muerte no existe, es simplemente el paso de un nivel de existencia a otro”. El niño se asombró y volteó hacia las caras de los seres a ver si habían escuchado esa voz; parecía que nadie había percibido nada. Siguió hacia la siguiente cripta, tocó con sus manos el cristal y escuchó, esta vez, a otra voz que decía: “Todas las cosas viven en el universo, tienen una razón de existir; Dios nunca habría creado algo para tenerlo muerto, cada cosa tiene una razón de existencia”. El niño, emocionado, siguió hacia la siguiente cripta y la tocó esperando escuchar algún mensaje. Esta vez escuchó una voz femenina que decía: “Al igual que tú, anduve en búsqueda de los 10 principios, pero mi viaje me llevó hasta otra región de existencia; ahora que los he encontrado, deseo volver nuevamente a la existencia de tu plano, retírate de la caja porque he escogido este momento para despertar” Y, entonces, el niño, entendiendo el mensaje, volteó hacia los seres y les dijo:

- Pónganse de rodillas porque vamos a presenciar un acto que les demuestra que Dios únicamente quiere la vida para todos sus hijos. Y los seres, asustados, se alejaron del niño y observaron, asombrados, cómo, el cuerpo de la criatura que se encontraba en la cripta, abría los ojos y se incorporaba y, entonces, el ser les dijo: “Ustedes sacrificaron mi vida hace ya mucho tiempo, hoy los perdono, pero deben aprender, que, en el universo, todo tiene vida, todas las cosas tienen la vida que Dios les ha concedido, nadie puede matar a nadie porque nadie tiene el derecho de hacerlo, sólo Dios quien ha concedido ese don a todas sus criaturas, es el único capaz de retirarlo. Enderecen sus vidas y entiendan que todo en la creación tiene una vida y que cuando aparece lo que ustedes llaman muerte, en realidad, no es sino el viaje que hace el ser desde este nivel en que ustedes se encuentran, a otro, tal vez más glorioso. Recuerden esto y nunca lo olviden”.

El ser femenino volteó hacia el niño y le dijo: “Gracias por darme la oportunidad de dar esta lección, entiéndela tú porque te la has ganado, es tu segundo principio. Tiempo es de alejarnos, tú seguirás tu camino y yo voy de retorno con los míos”. Tomando la mano del niño y haciendo un ademán, desaparecieron de la vista de los extraños seres.

El niño se vio de pronto a sí mismo, nuevamente, en su rayo de sol en que viajaba y quedó pensando por unos momentos: He encontrado el segundo principio, pero lo he recibido de otra criatura; mi padre dijo que desconfiara de todo lo que escuchara, y mientras seguía recordando las palabras de su padre, una voz majestuosa habló dentro de él: “El segundo principio es el que te enseña que, todo lo que existe en la creación tiene vida, tal vez diferente de la tuya, pero todo tiene vida. Algún día llegará algo que tú reconocerás como la muerte, pero no será sino la entrada a otro mundo más maravilloso en donde tu aventura continuará”. Y el niño siguió su camino, satisfecho de haber encontrado la segunda lección.

Aquí dejo mis palabras con la bendición de los Maestros.

Que así sea.


DOMINGO 13 DE DICIEMBRE DE 1992 - 8:00 A.M.
MENSAJE RECIBIDO A TRAVES DEL HERMANO JESUS ALONSO GONZALEZ F.
PRIMERA PARTE Segunda lección - FLORECIMIENTO DEL NIÑO INTERNO.
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