miércoles, 22 de junio de 2016

Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.XI



Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte XI.


El SER es presente. En el SER no hay ningún ayer, ningún hoy ni ningún mañana. La materia es caducidad. El SER es todo en todo. Por ello la materia se refina y se convierte en el SER, porque Dios es el presente en todo.

El presente en todo, es lo imperecedero, el SER. Por eso lo perecedero, el ayer, hoy y mañana, se transformará en el SER que es.

La visión del que es puro es lo puro, que él percibe únicamente en sí mismo, en su templo puro. Allí ilumina y se manifiesta incesantemente la ley más sagrada, eterna, Dios.

El que es puro contempla lo que el impuro no ve.

El que es puro percibe en sí únicamente la verdad eterna, porque él mismo se ha convertido en la verdad, en la ley omniabarcante, en el Yo Soy. El no admite nada impuro en el templo del amor.

El impuro, por el contrario, percibe solamente lo impuro, es decir lo que él mismo es –lo impuro.

El que es puro contempla y reconoce en sí lo puro, la verdad. El habla el lenguaje de imágenes, de la verdad, en sí, porque él mismo se ha convertido en la verdad. La palabra de Dios es la ley, es la verdad, que se manifiesta como la imagen viva, en lo más interno del alma. No importa hacia dónde mire el que es puro –él contempla en sí únicamente la imagen de ley, lo puro, y ve fuera de sí el reflejo, lo impuro.

La visión en imágenes es al mismo tiempo la visión de reconocimiento. Lo que contemplas, lo penetras con tu mirada y lo reconoces –y así sabes acerca de todos los detalles–. Esto es la verdad, esto eres tú, el Yo divino veraz, eterno.

El verdadero sabio, el iluminado, es lo que habla, la ley.

El no iluminado, que no es capaz de distinguir lo negro de lo blanco, es el ciego que se contenta con la apariencia y cree que el SER está lejos.

La verdadera visión es la visión de reconocimiento. Tú ves en profundidad y sabes, y a pesar de todo no puedes demostrarlo, porque lo más interno, lo más sagrado, no necesita demostrarse, porque es.

Sólo la apariencia quiere demostrarse, porque lo que hay en ella –las legitimidades eternas– no es manifiesto.

El SER contempla lo que la apariencia no ve, es decir: yo, el SER, contemplo lo que tú, el débil reflejo, no ves. Pero si tú eres el SER, estás unido en El, en el Uno universal. Entonces tú también contemplas lo que yo contemplo, y nosotros contemplamos lo que la apariencia no ve.

El ojo espiritual contempla –el ojo terrenal ve–. Los dos no pueden armonizarse, porque el ojo espiritual es la ley de los Cielos y el ojo terrenal, sólo el ojo de reflexión, que reproduce el SER como reflexión, la cual es de muchas maneras desfiguración. Quien se contenta con ello es el necio que aún no ha traspasado el portal que da a la verdad.

El ojo de la verdad es Dios. Quien contempla con este ojo, es veraz y divino. El trae la luz, el ojo de Dios, la verdad, a este mundo, la ley eterna del amor.

El ojo de la verdad es la luz y la imagen de tu cuerpo espiritual puro, que es la imagen y semejanza de Dios.

El ojo terrenal es la imagen del alma, del cuerpo espiritual envuelto. El sólo tiene la mirada para lo envuelto, que a su vez es el lastre y la carga del alma.

Desde diversas perspectivas de la vida, Yo, Cristo, siendo Jesús de Nazaret instruí a Mis apóstoles y discípulos. Una y otra vez les mostré la Ley Absoluta y les expliqué la ley de siembra y cosecha. Les hablé con palabras con el sentido de éstas:

El mar del infinito es la corriente del Universo. Moveos cada vez más en el mar del infinito, como soles del amor y la justicia. Entonces seréis la vida y ya no preguntaréis por la vida.

Mientras el hombre se deja alumbrar por hombres, no irradia. En este caso, depende del brillo de su prójimo. Si el hombre depende del brillo de otros hombres, no conoce el resplandor del sol inherente a él.

Para cada cual, dice la ley eterna: sigue siendo el Yo divino verdadero. Entonces serás el Yo divino verdadero y no esperarás el brillo de tu prójimo, porque tú, el Yo divino verdadero, irradiarás por ti mismo.

Solamente la apariencia con un brillo artificioso se contenta con el brillo. Si dos personas obran así, están a media luz y son del parecer de que tienen lo más elevado y lo más grande, porque se alumbran mutuamente.

Comprended: el brillo de la apariencia engaña, y quien se deja engañar puede convertirse en un engañador.

Por eso no os rodeéis con imágenes engañosas, con el brillo de la apariencia, sino convertíos en el sol del amor y la justicia, en el mar del infinito.

Muchas almas y hombres se mueven hacia el SER, pero pocos están en el SER. Quien solamente reflexiona acerca del SER, recibe sólo del brillo de la apariencia y no del manantial de la vida, que es el SER.

Quien pertenece a la apariencia, lleva muchas máscaras. Según la ocasión, se pone la máscara correspondiente.

Quien vive en el mundo de apariencias y tiene sus máscaras, no se conoce, ni tampoco a aquel que lleva máscaras iguales o parecidas a las suyas. Ambos hablan solamente de sus máscaras, de la apariencia, y no encuentran la realidad.

El «maquillador» se siente solo y está solo, pues hace caso omiso de su prójimo; piensa sólo en sí y quiere mantener su máscara.

Sin embargo, quien vive en el mundo interior, en Mí, el Cristo, ve con claridad y con amplitud. Ya no necesita máscaras, porque su mirada lo penetra todo y porque mediante la luz de la verdad lo reconoce todo. Así es un ser en la corriente del SER, el SER personificado, el microcosmos en el macrocosmos.

Todo lo que ves y te altera, es tu espejo; marca tu persona. Si no recorres el camino del autorreconocimiento, solamente percibes las reflexiones de tu yo inferior y del yo inferior de tu prójimo. Si continúas así, te enredas cada vez más en el «mío» y «tuyo»; distingues entre tú y tu prójimo. Esta es la ley del yo humano. Dice así: «separa, ata, domina».

La ley divina dice así: «une y sé». Quien vive en la unidad con lo más interno, está unido a todos los hombres y seres y a todas las formas de vida. Con ellos forma la unidad en Dios, que no conoce diferencias, porque todo está contenido en todo, la ley de la vida.

La ley de causa y efecto, que creó el adversario –«separa, ata y domina»–, es la ley centrada en la persona, la ley de yoidad, que sólo se conoce a sí, al yo inferior.

El adversario quiere la separación y la atadura. Las personas han de atarse a hombres y cosas, procurarse bienes en propiedad, y pertenencias, para proporcionar a su vez lo que separa, es decir el «mío» y «tuyo». Quien se ha adueñado de más pertenencias, domina sobre aquellos que poseen menos.

El Satanás tomó la espada y partió la unidad de la Tierra en multiplicidad. Con los trozos, los países, creó el dominio y los dominadores, los ricos, que con los trozos hicieron sus reinos.

Esto es la partición que viene de lo satánico. Pero Yo he venido a erigir nuevamente la unidad mediante la ley del amor, que unifica todo y a todos.

La fronteras limitan y llevan al endurecimiento. Si las fronteras perduran largo tiempo, los pueblos creen que están separados los unos de los otros por las fronteras. Entonces hablan de mentalidades diversas, que tienen poco en común. De esta manera de pensar surgen la indiferencia y la enemistad con el prójimo, el cual es, según las leyes eternas, una parte de cada alma.

Cuando el adversario ha provocado la separación entre los hombres, domina y crea otras posibilidades externas de atarse, como por ejemplo la atadura de la persona a preceptos de fe, ritos, dogmas y cultos, y al mismo tiempo a autoridades, a subordinados, al marido o a la mujer, a hijos o a valores realizables, a dinero y a bienes. De ello resulta la ley causal, en la que toda persona egocéntrica y toda alma egocéntrica tienen su existencia, hasta que salen del remolino del yo humano y aspiran a lo divino, que une y que es.

Este mundo y el planeta terrestre se manifiestan a nivel divino en forma de imagen-reflejo, pues el mundo y la Tierra fueron convertidos en lo opuesto.

La herencia de Dios a Sus hijos se explica así:

Lo que es Mío es también tuyo, es para ti y es para cada hijo en igual medida, es decir, todo proveniente de todo, proveniente de Aquel que es.

El adversario ha invertido la polaridad de esta legitimidad divina y dice: a mí me pertenece lo mío y lo tuyo. Mediante esta inversión de polaridad, el adversario cree poder anexionarse todo y ser el señor de todo y de todos. Quiere el poder para él solo y someter a Dios, pues él mismo quiere ser Dios.



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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.X




Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte X.


Aprende a oír.

El que es puro no necesita escuchar con curiosidad; él sabe en sí, en lo más sagrado de su templo, lo que es importante. Todo lo demás, que aún está pendiente, aún no está maduro ni es aún importante.

Quien desea escuchar y escuchar con curiosidad, sólo tiene noticia de su yo inferior, que le intranquiliza y le activa de nuevo a pensar, hablar y actuar de forma contraria a la ley divina –es decir, a emitir de forma contraria a la ley divina–, para recibir a su vez lo contrario a la ley divina.

Aprende a oír. Nunca hagas preguntas curiosas, pues así te escuchas sólo a ti, tu yo inferior.

De todo lo que se te diga, entresaca la legitimidad de Dios y reconoce en ella a su vez la totalidad, y experimenta ésta al mismo tiempo en ti, en tu templo. En la legitimidad está contenida la totalidad de la ley, tal como en la totalidad de la ley está contenida la legitimidad. Esto es vivir en la ley eterna, y este es también el lenguaje de la ley eterna.

Quien trata de escuchar curiosamente en sí la palabra eterna, el SER, la ley, aún no es la palabra, el SER, la ley eterna. Y quien la escucha curiosamente –según el grado de madurez de su alma– sólo la escucha con curiosidad y aún no la conoce, porque todavía no se ha convertido en la ley de Dios.

Y a quien desea reconocer y experimentar el eterno SER según la letra, se le pasa la realidad de largo en lo que lee u oye. Y quien solamente escucha curiosamente lo que su prójimo transmite como verdad, crea ideas en imágenes, a partir de lo que escucha curiosamente. Esto nunca es la realidad de la vida, sino la apariencia; es el reflejo de la ley y no la verdad misma.

Quien por tanto sólo escucha curiosamente la verdad –ya sea en sí o de fuera, expuesta por personas–, aún no es la verdad misma, el SER. Quien aún no se ha convertido en la verdad, el SER, no se conoce como ser de la verdad, porque aún no ha encontrado el camino hacia el ser de la verdad, hacia su verdadero SER.

Sólo quien es la palabra eterna, el SER, la ley, está en la vida –y es la vida misma, porque es la esencia de la palabra sagrada, la verdad, la vida.

La palabra de los Cielos es Su palabra, la palabra de Dios, la ley eterna. Quien se ha convertido en la palabra de Dios, se ha convertido en un ser en Dios. El contempla también a hombres, cosas, acontecimientos y sucesos en la imagen de los Cielos, de la verdad, en el Yo Soy –y ya no en la imagen de su pequeño mundo, en el círculo visual del «yo quiero».

Cada pensamiento celestial, desinteresado, y cada palabra celestial, desinteresada, es una imagen celestial que lo alberga todo en sí. De forma similar a como una célula del cuerpo contiene un hombre entero, cada sensación desinteresada, cada pensamiento desinteresado, cada palabra desinteresada y cada acto desinteresado contienen el Universo entero como esencia.

El verdadero sabio pone la totalidad en todo lo que habla –también cuando de la totalidad solamente comunica una faceta de la verdad, haciéndola brillar.

Dios es la totalidad y es indiviso. Por eso en aquel que es la palabra divina, es activa la totalidad. El es un SER en el SER. El no está bipartido, como el hombre que habla de forma diferente a como piensa, y siente de forma diferente a como piensa y habla.

La ley eterna obra y se manifiesta en ti mismo. Todo es ley. Tú no la ves en el exterior; la reconoces y la ves únicamente en ti, como la totalidad.

Los ojos físicos perciben solamente cosas externas, y no lo que es manifiesto en lo más interno, en el SER puro, en el templo de Dios.

Los ojos físicos perciben sólo el débil reflejo de lo que hay en el Cielo.

Lo que es materia, es reflexión, y no absoluto.

El que ve en profundidad, percibe a Dios en todo lo que es –en cada flor, en cada arbusto, en cada piedra, en los astros, en los hombres–. Con cada abrir y cerrar de ojos, con su oído, con los sentidos del gusto, del olfato y del tacto se encuentra con Dios.

Para el que ve en profundidad, Dios está presente en todo.

Cuando hace su trabajo, Dios está presente. Cuando tiene una conversación, Dios está presente. Cuando va aquí o allá, Dios está presente.

Estos hombres han encontrado la piedra filosofal; dejan obrar a Dios a través de ellos. Quien mantiene los lazos que le unen a Dios, en todo lo que siente, piensa, habla y hace, camina verdaderamente en la luz de Dios, y a través de él Dios hace las obras del amor.

Mantened en todo esta consciencia: Dios está presente; Dios está en todo.

Si os habéis incorporado esta certeza, se retirarán de vosotros la soledad, el desamparo y la aflicción; obtendréis comunidad, felicidad interna y mayor comprensión.

Haceos conscientes de esto en cada situación: Dios está siempre presente –El está siempre ahí–. Hagáis lo que hagáis, dondequiera que vayáis, dondequiera que estéis, penséis lo que penséis –Dios está ahí; El está presente.

Dios está con cada uno de vosotros –da igual cómo penséis, habléis y obréis.

Si estáis en medio de una multitud de hombres exaltados: Dios está con vosotros. Sed silenciosos, confiaos a El; El os guía.

Dios es en la enfermedad la salud, en el sufrimiento la alegría.

Pensad en esto: Dios está siempre presente. Dios es amor; El ama a cada uno de vosotros.

No dejéis en vuestro saber el reconocimiento de que Dios está presente, de que Dios, nuestro Padre eterno, os ama a vosotros y a Mí, ¡a todos! Sólo la realización, es decir, el saber espiritual vivido, os trae la certeza y la energía en el Espíritu de Dios –la vida en el SER..

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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.IX



Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte IX.


El silencio es la vida verdadera.

Por eso sé silencioso. El silencio es la palabra que lo sabe todo, la ley del Universo. Se manifiesta como el silencio en el silencio. Se contempla a sí mismo en el silencio como el silencio.

Todo es la ley que es el silencio sublime, infinito, que se habla a sí mismo, el Yo Soy.

El silencio es la ley y la sabiduría de Dios. Quien es sabio es silencioso, porque sabe acerca de todas las cosas, ya que todo lo penetra con su mirada y lo traspasa.

Lo absoluto es el silencio, es el orden del templo, que tú eres, el que es puro.

Cuando sabes quién eres, y cuando sabes que la consciencia del Yo Soy es la vida, vives y no te escandalizas con nada. Tampoco empujas nada violentamente, porque penetras con la mirada y traspasas todo lo que para la mirada del mundo es densidad, impedimento y choque.

Quien obra de día, ve las esquinas y los cantos y no se dará contra ellos, pues aprovecha la luz del día.

Lo mismo es válido para la luz eterna. A quien camina en la luz no puede sucederle nada; pues para aquel que cumpla las leyes del Espíritu de Dios, iluminará siempre la luz del amor, tanto si él es alma como si es hombre.

El intranquilo, el ruidoso, en el que las sensaciones y los pensamientos alborotan y braman, es el buscador que sólo mira hacia la superficie de la verdad –hacia las cosas, asuntos y palabras– y allí busca la solución. Con ello se propone a sí mismo adivinanzas, porque quiere adivinar y atrapar el reconocimiento.

Quien no es sabio, tampoco es quedo, es decir silencioso, porque sigue queriendo algo hasta que se encuentra a sí mismo en el origen primario, en el silencio –lo que él es, el Yo divino, la sabiduría y la belleza que provienen de Dios, la ley que lo sabe todo, Dios, la Sabiduría que es igual a la Verdad.

Tu prójimo, el uno, está tan cerca de ti, el que es puro, como el otro, porque a ti nadie puede serte lejano ni extraño, ya que Dios está en ti y tú estás en Dios y tus semejantes están en Dios y vosotros estáis en Dios. Esto es unidad. El uno está en el otro, y ambos internamente se traspasan mutuamente y traspasan a todos –y todos a ambos–. Esto es el Universo y la ley del amor y de la unidad.

Si el uno estuviera más cerca de ti que el otro, mirarías hacia delante, hacia detrás, hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba y hacia abajo para verle, porque no le contemplarías en ti.

El que es puro desea a su prójimo sólo lo que él mismo es: la ley eterna, Dios, lo puro.

El impuro, el no iluminado, con frecuencia desea a su prójimo lo que él mismo no posee: lo bello, lo bueno, lo apacible, lo dichoso –facetas de la verdad eterna en las que a él mismo aún le falta realización–. Lo que desea no penetra en el prójimo, porque no está traspasado por fuerza, verdad ni amor. Son deseos sin vida, que regresan al impuro, no iluminado.

La unidad universal es la sabiduría de Dios. Dios es todo en todo, la ley de la vida.

En todo lo que el que es puro dice, aborda la totalidad, lo grande en lo más pequeño y en lo más pequeño lo grande.

Quien a su prójimo sólo le habla o le desea facetas de la ley eterna, y así sólo introduce en sus palabras y en su obrar partes de la ley eterna, también está prefiriendo sólo partes de la ley eterna y diciendo de sí mismo que es imperfecto.

Con ello da testimonio de sí mismo. El prefiere a determinadas personas; a otras, por el contrario, las pasa por alto. Es decir, hace excepciones consigo mismo y con su prójimo.

El lenguaje de la ley es la totalidad de la ley, ya que todo está en todo, lo más grande en lo más pequeño y lo más pequeño en lo más grande. El que es puro expresa siempre toda la ley: desea el amor desinteresado a sus semejantes y aborda también todas las facetas de la ley eterna. Este es el lenguaje de la ley.

Cuando el que es puro desea la paz a sus semejantes, aborda a su vez la totalidad de la ley. Este es el lenguaje de la ley.

El que es puro habla siempre la totalidad de la ley, también cuando le desea la salud a un enfermo:

Si sólo desease al enfermo una faceta de la salud –por ejemplo, la salud de un órgano enfermo–, estaría abordando solamente la parte de la ley que está ensombrecida por la enfermedad. Al hacerlo así, pasaría por alto la actividad de la totalidad de la ley eterna. Con ello, en determinadas circunstancias impediría la actividad de la ley eterna en el enfermo.

Quien solamente desea el restablecimiento físico de su prójimo, aborda la enfermedad misma, que refuerza bajo determinadas circunstancias, en caso de que el enfermo se base en esa afirmación. Así hace caso omiso de la voluntad de Dios, que sabe acerca de Su hijo y quiere conducirlo del modo que redunde en el bien de su alma.

Los pensamientos egoístas influyen sólo sobre la superficie –es decir, sobre el efecto, el síntoma, la enfermedad– e impiden que la ley eterna pueda hacerse activa.

Quien solamente aborda la superficie de la vida, el reflejo, por ejemplo deseando la paz a su prójimo, y no tiene paz él mismo, aborda en su prójimo sólo la falta de paz, porque él mismo no tiene ninguna comunicación con la paz.

El verdadero sabio necesita como ser humano el lenguaje del mundo, para hacerse entender. A pesar de la limitación de las palabras, en palabras como «salud» y «paz» abordará la totalidad, la ley omniabarcante, Dios. Entonces también actuará la ley eterna, Dios, que deja el libre albedrío a cada hombre y lo conduce del modo que sirva a su alma y no exclusivamente a la envoltura, el ser humano.

Quien por su parte está enfermo y desea la salud a su prójimo, aborda a su vez en el prójimo sólo la enfermedad, y eventualmente aquellos aspectos que coinciden con su propia enfermedad; pues lo que parte de él vuelve a entrar en él y eventualmente también en el prójimo en el que hay síntomas de enfermedad iguales o parecidos. Esto sucede conforme a la ley «los iguales se atraen y se refuerzan».

Quien desea la paz a su prójimo y carece él mismo de paz, puede reforzar en su prójimo los aspectos faltos de paz, si éste carece de paz, porque los iguales se activan entre sí una y otra vez y desean cumplirse.

Quien desea el amor a su prójimo y él mismo carece de amor, puede agravar en su prójimo, que también carece de amor, la falta de amor, porque los iguales se atraen entre sí una y otra vez y desean cumplirse –de nuevo conforme a la ley «los iguales se atraen y se refuerzan».



Comprended:

Cada sensación, cada pensamiento, cada palabra y cada acto son energía.

Lo que el hombre emite, puede activarse en el prójimo cuando en éste hay algo igual o parecido. Algo igual o parecido vuelve al hombre que ha emitido; pues quien emite, recibe.

Quien desea salud y paz a su prójimo y él mismo está enfermo de alma y cuerpo o lleva en sí la falta de paz debido a no haber realizado las leyes eternas, influye sobre la enfermedad y la falta de paz de su prójimo y las refuerza, porque no ha dejado que se activasen en sí mismo los deseos de paz y restablecimiento que comunica a su prójimo.

Si deseas a tu prójimo lo que tú mismo aún no has llevado a cabo, por ejemplo lo puro, noble, bello y bueno, esto no llega a su interior, porque no ha sido vivificado por ti –o bien la superficie, la apariencia, su yo inferior, lo acoge y se siente adulado y honrado, y así se refuerza su individualidad inferior, el yo inferior.

Desea a tu prójimo sólo lo que poseas en ti mismo, es decir, lo que esté realizado y así vivificado, y aborda en todo la totalidad de la ley eterna. Ya que todo está contenido en todo, afirma toda la ley, Dios, en lo que desees a tu prójimo. No mires sólo hacia la superficie, hacia lo que ha de producirse en el cuerpo del prójimo o en su entorno. Ten presente que la salud de su alma es decisiva y que el cuerpo espiritual puro es a su vez la totalidad de la ley.

Lo que desea a su prójimo el que es puro –lo que él mismo lleva a cabo–, parte de lo más interno de su templo y entra también en el templo del prójimo. El lleva en cierto modo los frutos de la ley eterna al templo del prójimo, porque trae a su prójimo la ley eterna como don de amor, que a su vez es la ley misma.

Por tanto, no desees a tu prójimo detalles de la ley eterna, pues si lo haces, abordas en él y en ti sólo partes de la ley eterna. Con ello dejas sin utilizar todas las demás facetas de la ley eterna. Esto significa que te contentarías con algunas facetas y por ello darías testimonio de tu impureza y abrirías las puertas al impuro, para que te tentara.

Aun cuando, en la materia, sólo abordes un ámbito, pon en él la totalidad. Esto es verdadero vivir, esto es vivir en la ley eterna, Dios.

Aprende a ver en profundidad.

El curioso mira con curiosidad hacia adelante, hacia atrás, hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia arriba y hacia abajo –y se ve una y otra vez a sí mismo, pues la curiosidad activa una y otra vez lo que el propio curioso es–. Los iguales se activan, para comunicar entre sí.

Aprende a ver en profundidad a través de ti, a ver en profundidad desde el templo de tu interior, y entonces reconocerás la legitimidad en todo y también en tu prójimo –y en la legitimidad, la totalidad–. Esto es vivir en la ley eterna, este es el lenguaje de la ley.


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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.VIII)


Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte VIII.


Has de saber:

El SER en todo es el Dios que habla; El te habla desde el asunto, desde la cuestión, desde la dificultad, desde el problema, desde la situación, desde el acto, desde cada conversación.

Todo es consciencia. Lo puro es consciencia, y lo impuro es consciencia. Lo puro habla en lo más sagrado –en ti, a ti y al mismo tiempo desde ti.

Lo impuro habla lo impuro; habla la carga, habla desde el desorden. Habla el desorden, y así sólo puede darse de nuevo desorden en el mundo.

Tus ojos son la luz del alma.

Te ves sólo a ti, te oyes sólo a ti.

Con tus sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y acciones dibujas la imagen de tu alma.

La imagen de tu alma es tu consciencia.

Cada estado de consciencia percibe lo que corresponde a su estado.

Eso entra en él, eso es él, eso irradia y eso transmite al mismo tiempo.

¿Puede ver tu prójimo la misma imagen que tú has dibujado con tu mundo de sentimientos y pensamientos, con tus palabras y actos?

Cada cual ve lo que le describes, por otra parte, de modo diferente –enteramente según su consciencia de imágenes.

Cada ser humano ve también su entorno de modo diferente, a su vez enteramente según las imágenes de su consciencia, que él se ha dado a sí mismo.

También los sonidos que se presentan en tu vida de imágenes los oye cada cual de forma diferente.

Si llamas la atención de tu prójimo sobre determinados sonidos o colores o formas, él oirá a su vez, a pesar de tu descripción, los sonidos de modo diferente a ti, y verá a su vez los colores y formas de modo diferente a ti.

Es posible que tu prójimo incluso oiga más sonidos que tú o vea más matices de color que tú, o que las formas tengan para él una figura diferente a como tú las ves.

¿Quién puede demostrar a quién, que él oye el sonido correcto o ve el color correcto o la forma correcta? Ningún hombre puede demostrar nada a otro, porque cada uno ve, siente, experimenta y piensa de diferente manera.

Muchos hombres dicen: «puedo demostrarlo», cuando otro hombre les ha robado.

¿Puede el hombre demostrar verdaderamente que le han robado –o sólo se le ha vuelto a quitar lo que él hurtó a su prójimo en una existencia previa?

Ambos, el que ha sido robado y el que hurtó, han infringido la ley de Dios, porque ninguno de los dos debería hurtar nada a su prójimo y llamarlo propiedad suya.

Dices que puedes demostrar que tu prójimo ha mentido. ¿Ha mentido realmente tu prójimo –o sólo ha dicho lo que tú estás moviendo en tu mundo de sentimientos o pensamientos, lo que en último término tú mismo eres?


Comprende: todo tiene dos caras –a menos que seas divino; en ese caso tú eres la verdad y vives consciente de todo.

En ese caso no te alterarás, sino que hablarás la verdad, pondrás todo en claro y así lo dejarás.

Quien tiene que censurar a su prójimo algo que hace tiempo que a él le altera, puede estar seguro de que él mismo está afectado por esa censura.

Con lo que tienes que censurar a tu prójimo te expones a ti mismo, por el principio «emitir y recibir», a aquellas fuerzas que has llamado con tus sentimientos, sensaciones, pensamientos y palabras.

Reconócete a ti mismo y cambia, para que puedas entrar transformado a los lugares de la salvación.


Os doy un ejercicio para el autorreconocimiento:

Cada cual contempla por ejemplo el mismo ámbito de un paisaje. Cada cual ve en él aspectos diferentes. Lo que uno ve, es su imagen y no la imagen de su prójimo.

En la imagen del paisaje se mueve un pequeño animal. Cada cual percibe el animal –y sin embargo cada cual lo ve y siente de modo diferente.

La percepción de cada uno forma parte de su imagen y no de la imagen de su prójimo.

La imagen de cada uno es la imagen de su estado de consciencia.

Tal como cada uno ve y oye, siente, experimenta y piensa, es su estado de consciencia, con el que percibe la imagen, ve los colores y formas y oye los sonidos.

¿Quién puede demostrar que el pequeño animal se parecía a lo que él percibió? Todo es relativo, ya que cada cual ve, oye, huele, gusta y toca desde su perspectiva, desde la irradiación de su consciencia de ese momento.

Ya que cada hombre tiene un estado de consciencia diferente, percibe correspondientemente las reflexiones que él llama materia.

Comprended: quien tiene en cuenta los muchos aspectos que conducen a la libertad, trae la paz a sí mismo y también a su prójimo. Por eso nunca influyas sobre la irradiación de la consciencia de tu prójimo, creyendo que tienes que poner orden en su vivienda, en su habitación, de acuerdo con tu consciencia.



Ten presente la siguiente legitimidad:

Deja a tu prójimo su reino, es decir, no cambies la irradiación de su consciencia. La irradiación de tu consciencia y la de tu prójimo repercuten en las habitaciones que tú habitas o que tu prójimo habita. Deja a tu prójimo su pequeño reino, pues así se sentirá en casa. Si tienes en cuenta esta legitimidad, él se alegrará cuando le visites.

Entra en su habitación sólo cuando seas bienvenido, y déjalo todo en su habitación tal como tu prójimo lo había colocado, pues esta es la perspectiva de su consciencia.

Si te sientas en una silla o coges un objeto, vuelve a colocar luego la silla como estaba o deja el objeto de nuevo en su lugar –tal como estaba antes.

No cambies nada, aunque a ti te gustaría más estuviera de otra manera y creas que sería más bonito como tú lo ves. Con ello influirías en la irradiación de la consciencia de tu prójimo, y con tu aparente orden traerías desorden a su vida, a la irradiación de su consciencia; pues tal como lo ve el prójimo es bueno para él en ese momento. El no quiere que tú lo cambies –a menos que te lo pida.

Quien tiene en cuenta esta legitimidad, respeta a su prójimo y también a sí mismo.

También en las cosas más pequeñas tiene validez la siguiente legitimidad: lo que no quieras que te hagan a ti, tampoco lo hagas tú a nadie.

Nunca seáis curiosos. No miréis por curiosidad hacia atrás, hacia la derecha y hacia la izquierda, para ver y oír; pues sois responsables de lo que veis u oís.

Lo visto u oído os incita a pensar –sois responsables de cada pensamiento–. Lo visto y oído os incita a hablar y actuar –también sois responsables de ello.

El que es puro no mirará con curiosidad alrededor, no producirá pensamientos, no buscará palabras ni tampoco reflexionará sobre cómo, en qué y cuándo ha de actuar y obrar. El que es puro tiene todo en sí y está en todo, porque él es la verdad, que a su vez está en todo.

Si contemplas a tu prójimo, contemplas el Universo, y contemplas al Padre eterno en ti, y contemplas a tu prójimo en ti –pues sois la imagen y semejanza del único Padre santo eterno, porque en El sois divinos, los hijos por El creados, que El contempla en Sí, por medio de Sí y en el Universo.

Si has contemplado a tu prójimo en ti, has contemplado a tu Padre eterno; pues el Eterno y Su hijo puro son uno.

Dado que a tu prójimo lo conoces y contemplas en ti como una parte de ti, también conoces al eterno Uno, Santo, porque eres Su imagen y semejanza, la ley eterna –que tú conoces, pues tú eres ella, ya que eres divino.

El que es puro es el ojo del templo sagrado.

El que ve en profundidad penetra con su mirada a todos y todo.

Lo más interno es el silencio, que se contempla a sí mismo y penetra todo con su mirada.



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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.VII)


Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte VII.


Sé silencioso.

En el silencio interno te harás consciente de que eres un ser que proviene de Dios, que está en Dios, pues el Padre eterno universal y tú, Su hijo, sois uno. Tú, ser puro, vives en lo más sagrado, en ti, en el Yo divino, pues eres el templo de Dios, y el Santísimo habita en ti.

Sé silencioso.

En ti está el silencio, y tú estás en el silencio.

Si te has vuelto silencioso, ya no tienes sensaciones, pensamientos, palabras, emociones ni tendencias humanos; te traspasa el silencio universal, Dios.

En ti se desarrollan sensaciones y pensamientos sagrados; hablas palabras llenas de vida y actúas de manera impersonal para la gran totalidad.

El Yo divino verdadero, el omniabarcante, el poderoso Yo Soy, se comunica contigo, y tú eres el resplandor de la belleza, tú eres lo puro, lo noble y lo fino, lo elevado –porque habitas en ti, en el Yo divino eterno, en el SER, y porque eres lo que el Cielo es: la belleza, la pureza, la nobleza, lo fino, lo elevado, la bondad, el amor desinteresado.

El sol del amor tiene el lenguaje de la luz. El sol del amor ilumina en ti y a través de ti.

Tu ser es el resplandor del sol, del amor desinteresado.

Sé silencioso, totalmente silencioso. Nada ni nadie se agita en ti.

El orden sagrado del templo, que tú eres, es el amor irradiante, desinteresado, el sol de la justicia, el gozo de tu vida, el Yo Soy.

Sea lo que fuere lo que pienses hacer o llevar a cabo –el Yo divino verdadero en ti, el SER, siente, piensa, habla y obra a través de ti.

Tu forma de sentir y pensar elevada, desinteresada, es el SER, lo divino, que tú eres.

El verdadero SER está únicamente centrado en el asunto y en la cuestión, y establece comunicación con lo puro en el asunto y en la cuestión. Lo puro en el asunto y en la cuestión te dice en tu interior cómo has de organizar el asunto y la cuestión, cómo has de planificar, cómo puedes poner en claro cualquier situación, cómo puedes transformar el desorden en orden y cómo puedes purificar lo que no está purificado.

En cada pregunta está el SER, la respuesta para ti.

En cada respuesta está el SER –y eventualmente de nuevo la pregunta para ti.

En cada conversación obra el SER –tú lo experimentas en ti.

En cada palabra está el SER –te habla.

En todo lo que ves y en lo que se te presenta está el SER –se muestra a ti y te habla.

Si estás en lo más interno de ti, tu templo es puro y estás en comunicación con lo puro.

Oyes lo que otros no oyen; ves en profundidad lo que otros no ven; sabes lo que otros no saben; te das cuenta de lo que otros no se dan cuenta; sientes lo que otros no sienten; hueles y gustas lo que otros no huelen ni gustan; percibes lo que otros no perciben –porque tú eres la verdad, el silencio del templo, el amor desinteresado, la Ley, Dios.


Comprende:

Cada asunto, cada cuestión, cada dificultad, cada problema, cada situación, cada conversación; sí, cada palabra se habla a sí misma.

El SER en el asunto, en la cuestión, en el problema, en la dificultad, en cada situación, en cada acto y en cada pensamiento habla a su vez el poderoso Yo divino, el SER.

La envoltura, lo humano, se habla a sí misma. La fuerza en la envoltura, el SER, se habla igualmente a sí mismo; es el Yo Soy.

Quien se ha convertido en el SER, en el Yo divino desinteresado, está en comunicación con lo puro. El ve con los ojos de la verdad; él pone en claro, ordena, purifica, planifica y habla desde el eterno SER, el Yo divino desinteresado.

El yo inferior no conoce el Yo Soy; pero el Yo Soy conoce el yo inferior, porque el Yo Soy, el SER, lo traspasa todo.

El que es puro, el que respeta el orden del templo, se esforzará en poner en claro cada situación a partir de la ley, en llevar cada conversación legítimamente, en solucionar cada asunto, cada cuestión, cada problema y cada dificultad a partir de la Ley, Dios.

Si el yo humano quiere solucionar el asunto, la cuestión, la dificultad, el problema, la situación o la conversación con su yo inferior, o bien permanecerá sin solucionar, o conducirá al caos.



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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.VI)






Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte VI.


Reposa en ti –tú eres.

Tú eres el SER, que no se roza con nada, no se altera por nada ni se escandaliza por nada. Tú eres el SER –tu mirada penetra todo y a todos; por eso también traspasas todo y a todos.

Quien se mueve en el antepatio del templo o en las calles que llevan al templo; quien por tanto aún no ha entrado en el templo, vive aún en el desorden de su mundo de sensaciones y pensamientos. Como consecuencia se ve sólo a sí mismo, su yo inferior, y habla sólo de sí mismo, de su yo inferior, porque su consciencia todavía no es capaz de captar ni traspasar el desorden.

Un hombre así, por tanto, solamente habla su yo y sólo se ve a sí mismo y sólo se oye a sí mismo –y por eso tampoco puede ver en profundidad a su prójimo, ni entenderlo ni oírlo, porque solamente se ve a sí mismo y sólo habla su yo y sólo se oye a sí mismo.

Tales hombres no sienten a su prójimo. Lo que su prójimo dice, no lo entienden, porque no se entienden a sí mismos, ya que no tienen la capacidad de penetrar con su mirada, a causa del desorden de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos, y a causa de sus sentidos toscos y ávidos. Están confundidos, porque su mundo de sensaciones y pensamientos es confuso.

Lo verdadero y lo que lo traspasa todo, tiene lugar únicamente en lo más interno de tu templo, en lo más sagrado –con el Santísimo y por el Santísimo, Dios.

Únicamente en ti ves y comprendes cuánto puedes dar a tu prójimo, de los dones del tesoro de lo más interno –lo que él es capaz de acoger, para crecer y madurar espiritualmente–. En ti, por tanto, ves y oyes qué cantidad puedes dar a tu prójimo, que además resulte provechosa para él.

Has de saber que cuando te hayas convertido en el SER, todo y todos estarán en ti. En ti y a través de ti verás, oirás, olerás, gustarás y tocarás, pues todo lo que lo externo alberga en sí, será la vida en ti.

Por eso, habita en ti; entonces en todo te verás también a ti, el Yo divino, porque tú serás el Yo divino, el SER, y todo será a su vez el Yo divino, el SER. Entonces verás la parte de tu Yo divino verdadero en el mineral, en el mundo vegetal, en el mundo animal y en los astros; y en ti, el que es puro, percibirás todo lo puro, como luz, como fuerza, como una parte de ti. Lo que ves en el exterior, tiene en el interior, igual que tú, luz y fuerza en sí; está por tanto como esencia en ti y por ello es una parte de ti.

Quien viva en esta consciencia noble, fina y pura, no destruirá intencionadamente ninguna forma externa de vida, porque entonces alteraría esta parte de vida en sí mismo y con ello se convertiría en el alterado que destruye todo aquello que cree no le sirve. Por esta externalización surgieron la guerra, el asesinato y la desunión.

Comprende, esto indica que lo que matas intencionadamente, hombres, animales o plantas, lo ensombreces en ti; alteras tu propia vida y sigues siendo el alterado, el hombre- ya que influye destructivamente sobre su entorno.

Tú ves el SER en todo únicamente en ti mismo. Por eso no necesitas mirar alrededor –tienes en ti mismo la visión que lo abarca todo.

Lo que hay en el Cielo, lo hay también en la Tierra –sólo que apartado de Dios–. La Ley, Dios, es amor desinteresado, impersonal; regala y se regala y da a cada cual por igual.

La ley de siembra y cosecha surgió por medio del amor propio, por medio del amor centrado en personas, que dice: el uno está más cerca de mí que el otro. Quien está más cerca recibe más –el otro recibe menos–. Este es el amor centrado en personas, el amor propio, el amor egoísta.

Lo que hay en el Cielo, lo hay de forma modificada en la Tierra. Por eso la Tierra, el Universo material y los planos de purificación, son sólo el espejo del eterno SER. La ley de siembra y cosecha hay que considerarla como imagen de reflejo.

El Cielo es el SER, lo puro, la ley que irradia todo traspasándolo, Dios. La ley de siembra y cosecha es el «ser» del hombre, que está formado por el «mío» y «para mí», que ha surgido y surge del yo inferior.

Lo puro es el SER, el Yo divino, el Yo Soy, la vida impersonal, la Ley, Dios. Los seres puros son lo puro, el Yo divino, el SER, lo impersonal, la Ley, Dios. Su sentir, sus palabras y su obrar son la Ley, Dios, el Yo divino, el SER, lo impersonal, lo puro. Ellos, la Ley –pues su cuerpo etérico es ley–, se sienten y hablan a sí mismos, lo puro, el SER, el Yo divino, lo impersonal, la Ley, Dios.

La ley de siembra y cosecha puede llamarse globalmente la ley de las cargas. Está formada por los muchos componentes del yo humano, que se convirtieron en la ley de yoidad de cada hombre específico. La ley de yoidad de cada individuo se compone de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos contrarios a la ley divina. La ley de yoidad puede llamarse también ley de la persona, porque se refiere a la persona, que emite su yo y a su vez recibe el mismo potencial de emisión.

Quien ha creado su ley de la persona, vive en ella y, a través de su alma, la activa allí donde está grabada, en los astros. Tu prójimo no puede apropiarse de tu ley de yoidad, a no ser que cree algo igual o parecido mediante sensaciones, pensamientos, palabras y actos negativos iguales o parecidos.

Los seres puros se mueven en la ley eterna; hablan la ley y ellos mismos son la ley eterna.

Cada hombre cargado se mueve en su ley de yoidad, en su pequeño mundo, que ha creado con su yo, el «mío» y «para mí». El habla su pequeño mundo, aquello con lo que ha edificado su ley de yoidad; correspondientemente a ésta, se siente a sí mismo, se piensa a sí mismo, se habla a sí mismo y obra tal como siente, piensa y habla. Por tanto, él siente, piensa, habla y obra correspondientemente a su yo inferior, su «ser» inferior.

El yo humano, el yo inferior por tanto, no tiene ojos ni oídos ni sentidos para el prójimo, sino sólo para sí mismo.

El yo humano no halla acceso al Yo divino, a lo más sagrado, y por eso tampoco puede sentir, reconocer, penetrar con la mirada ni experimentar a su prójimo, porque en el hombre externalizado el altruismo aún no se ha desarrollado.

El yo humano, el yo inferior, no tiene nada en común con el Yo divino, con el Yo Soy que irradia traspasándolo todo.

El que es puro habla lo puro, la ley eterna, Dios. El impuro habla sus impurezas, su ley de yoidad, el yo inferior.

Por tanto, cada cual habla su yo: el que es puro, el Yo divino absoluto, el Yo Soy; el impuro, su yo inferior, su ego inferior, que sólo está centrado en la persona.



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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.V)


Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte V.


Todo está en ti. La vida está en ti, y la vives desde ti.

Ya que todo se efectúa primero en ti, el eterno SER no tiene sombras. Por eso no hay ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás, ni derecha ni izquierda.

La unidad universal es un cristal grandioso que destella en todas las facetas de la vida interna, y cada irradiación traspasa cada faceta.

El hombre habla de «arriba» y «abajo», de «delante» y «detrás», de «derecha» e «izquierda», porque sólo ve con los ojos externos y solamente percibe las reflexiones de la verdad. Con el comportamiento erróneo humano creó la condensación, con lo que se originó la forma de pensar de las tres dimensiones, ya que él, con sus ojos físicos, sólo mira hacia las paredes del mundo de capullo creado por él mismo y lo toma por real y por la naturaleza de su vida.

Lo denso, la materia, no es otra cosa que energía de Dios degradada, la inversión de polaridad de la luz, las sombras.

El alma de quien vive en este mundo de sombras del hombre, está ensombrecida y se halla como ser humano en la Tierra para expiar aquello en lo que ella ha contribuido a ensombrecer la totalidad –a no ser que ese ser de la luz venga enviado por el Todopoderoso para anunciar los caminos que indican al hombre, al alma ensombrecida, cómo salir del laberinto de su oscuro yo.

Si quieres respetar el orden del templo, hazte consciente de esto: la vida es una totalidad: como totalidad está arriba y abajo, delante y detrás, a derecha e izquierda. Si has reconocido esto y vives en lo más interno de tu templo, también tomas de lo más interno en ti.

Lo que para el hombre-externo está arriba o abajo, delante o detrás, a la derecha o a la izquierda, para el hombre-interno es la vida, la totalidad, en él mismo.

Si respetas el orden del templo, vives en el templo, en el Santísimo de Dios en ti, y te experimentas a ti mismo. Cuando te has experimentado a ti mismo como al SER, conoces a tu prójimo, porque conoces el Universo, el SER.

Entonces no necesitas buscar –has recibido, porque el SER da eternamente; El da en ti; El fluye a través de ti y se manifiesta en ti y en este mundo.

Si te reconoces como el SER y vives en el SER, no necesitas mirar a tu alrededor para encontrar la verdad, el SER, porque sabes que lo que hay detrás es lo mismo que hay delante. No necesitas mirar hacia la derecha o hacia la izquierda, pues sabes que a derecha e izquierda hay lo mismo que detrás y delante. No necesitas mirar hacia arriba ni hacia abajo; sabes que arriba y abajo hay lo mismo que delante y detrás, que a derecha e izquierda: la Vida, lo grande en lo más pequeño y lo más pequeño en lo grande, en ti, el SER.

Ten esto presente y llévalo siempre contigo:

Dios está presente; Dios es todo en todas partes.

En lo más grande está lo más pequeño, en lo más pequeño lo más grande, Dios.

Si te has encontrado, has encontrado a Dios, y en el Universo, estás en casa. Entonces no necesitas mirar alrededor buscando el Universo, no necesitas mirar hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba, hacia abajo –en ti está el Universo; en ti está Dios; en ti está tu prójimo; en ti están todas las fuerzas de los reinos de la naturaleza.

Si te has encontrado, ves en profundidad todo en ti, porque tú mismo eres todo en todo.

Ten esto presente una vez más, y llévalo conscientemente en ti:

Si mantienes puro tu templo, habrás desarrollado todo en ti, y tendrás respeto por el templo de tu prójimo y veneración por el Santísimo, que habita en ti y en tu prójimo y en todas las formas de vida de la naturaleza.

Tú eres rico, pues el Universo está en ti. Por eso todo lo hallarás en ti mismo –lo más pequeño en lo grande y lo grande en lo más pequeño.

Estos y otros detalles de la ley eterna los enseñé Yo, Cristo, siendo Jesús, a aquellos de Mis apóstoles y discípulos que podían captarlos. Sin embargo, una y otra vez tuve que explicarles también el camino hacia el eterno SER, la ley de la Caída, la ley de siembra y cosecha.

La ley de la Caída es energía de Dios degradada, invertida en su polaridad por el adversario, que quería utilizarla contra Dios. Esta conclusión errónea llevaba en sí el cambio; pues lo que el hombre siembra de humano, lo cosecha él –y no Dios o el prójimo.

En Dios no hay curiosidad. Quien mira a su alrededor por curiosidad, sólo ve su propio yo inferior, a sí mismo, el yo, y no ve su verdadero Yo divino –por eso tampoco se conoce–. El curioso va buscando algo nuevo, para ganar algo para sí o utilizarlo para sí, porque le faltan valores internos.

El curioso es la avidez, el ansia. El se ve y se oye sólo a sí mismo.

El curioso, que mira con curiosidad hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia delante, detrás, arriba y abajo, es también el atemorizado, que en todas partes ve peligros para sí. El no reposa en Dios y por eso tampoco vive en Dios, y así crea para sí mismo aquello que está temiendo. Vive en el mundo de la limitación y de lo denso.

Quien teme a otros, tiene miedo de sí mismo; no tiene confianza en sí mismo. Para él lo denso es lo real y a la vez amenazador. En su pusilanimidad está constantemente cuidando de mirar a su alrededor, para que no le suceda nada. Con curiosidad mira hacia adelante, hacia atrás, hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia arriba y hacia abajo, y así se cree seguro, porque es de la opinión de que así tiene una visión que lo abarca todo.

La visión de conjunto, el mirar hacia arriba y hacia abajo, hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia atrás y hacia adelante, debería ser, en la materia, sólo para orientarse; pues vuestros ojos físicos han sido creados para la materia, para lo denso. Quien así lo hace, permanece en el templo del interior y respeta el orden del templo.

El verdadero sabio es el prudente, que permanece en el Santísimo y mantiene allí el silencio. En el templo del silencio el verdadero sabio, el prudente, recibe las indicaciones directamente de Dios y la bienaventuranza de Dios.

Si te has ejercitado en la ley de la vida interna, sientes y piensas de forma divina y hablas Su palabra, que tú eres: divino.

Quien vive como gota en el Océano Dios, se ha convertido en la ley de Dios. La gota es la esencia de todo el Océano. Todas las gotas forman a su vez el Océano, Dios. Una gota es igual a otra gota, porque en una está contenido todo. Por eso todas las gotas se traspasan unas a otras y forman el Océano, la ley universal, Dios.

La ley universal, Dios, es el Santísimo en ti. Allí hay absoluto silencio.


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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.IV)



Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte IV.


Ten presente:

Tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.

Por tanto, mantén puro tu templo, respetando el orden del templo.

Hazte cada día nuevamente consciente de que en ti habita el Omnisapiente, el Eterno, que sabe acerca de todas las cosas, que está contigo, que te habla, que conoce cada respuesta y cada solución.

Al despertar por la mañana, antes de cada conversación, antes de comenzar un trabajo, cuando te encuentres con tu prójimo y hables con él, piensa en esto:

El Omnisapiente, el Eterno, que sabe acerca de todas las cosas, habita en ti.

El te habla. El habla a través de ti. El te guía en las conversaciones. El obra a través de ti en toda situación. El es la fuerza durante el trabajo.

Ten presente:

No permitas que algo inútil o algo impuro dé vueltas en tu consciente o en tu subconsciente.

Quien vive conscientemente, está alerta y conoce los vagabundos que se acercan sigilosamente para tentarle.

Coge el látigo de la fuerza interna y expulsa de ti todo lo impuro que se acerca sigilosamente, para que no halle entrada al templo santificado.

Con el dominio de tus pensamientos y sentidos, tu templo interno se ha vuelto puro.

¡Expulsa de ti lo que se acerca sigilosamente, toda tentación!

Sin embargo, antes de expulsar de ti la tentación, saluda lo bueno en ella y permite que se mueva en ti.

El movimiento de lo bueno en ti, produce dolor en el malo, en el tentador que está detrás de las tentaciones.

El dolor es la conciencia, que llama a la puerta del malo y se hace notar como ayuda y fuerza para la transformación, ofreciéndose al mismo tiempo para ésta. Así lo malo tiene la posibilidad de autorreconocerse y purificar. Lo malo que viene de fuera es la tentación, tras la cual hay tentadores que dirigen las fuerzas negativas hacia ti para ponerte a prueba, para ver si acabas sucumbiendo a ellos.

Lo mismo ocurre por medio de ti, el liberador, sólo que en el transcurso inverso: lo bueno en ti llama a la puerta del malo, para moverlo a recapacitar, a autorreconocerse y a dar la vuelta.

Si se acerca lo malo, sitúate ante la puerta de tu templo interno y llévale al malo los dones de lo bueno.

En la reacción de los pensamientos fugaces que has percibido, notarás la reacción del tentador. Si sientes que tus dones desinteresados han hallado eco, es decir han sido aceptados, añade aún otros. Luego indícale al tentador la consciencia del Cristo de Dios y entra de nuevo en el santuario interno, en tu templo.

Allí, en lo más interno de ti, no permitas ni pensamientos ni reacciones humanos. Conserva lo bueno del tentador en lo más interno de ti y muévelo de vez en cuando; entonces le emites la ley universal. Le emites por tanto dones del amor desinteresado. Sin embargo, no actúes como receptor; eso déjalo al Cristo de Dios y a Su hijo, el tentador.

Cómo se comporte tu prójimo y lo qué emita, concierne únicamente al Padre eterno y a Su hijo.

Tú mantén el orden del templo: ¡calla!

Callar significa estar en el silencio.

A través de quien vive en el Santísimo, en Dios, vive y habla Dios.

En el templo de Dios no pueden existir pensamientos humanos. Permanece sin pensamientos, es decir silencioso, en ti.

Y cuando pienses, piensa de forma divina.

Y cuando hables, habla la Ley Dios –habla de forma divina.

Habla sólo de forma divina, y sólo cuando tu prójimo desee dones que provienen de la ley de la vida.

Ten presente:

Tus sensaciones puras y tus pensamientos puros son divinos.

Tus sentidos desinteresados, nobles, es decir éticos, son finos. Son las antenas dirigidas al Universo, que se elevan al Cielo, porque tú vives en el SER, en el Cielo, y por ello también recibes del Cielo.

No mires nunca hacia tu prójimo, pues si lo haces, sólo estás mirando hacia ti.

Sólo cuando hayas aprendido a mirar a través de ti en profundidad, desde lo más interno de ti, desde el Santísimo, traspasarás internamente también a tu prójimo.

Mientras no puedas traspasar internamente a tu prójimo, tampoco le habrás acogido en lo más interno de ti.

Sólo cuando hayas desarrollado lo divino de tu prójimo, que también está en ti, conocerás a tu hermano y a tu hermana en ti.

Mientras no puedas traspasar internamente a tu prójimo, te será extraño, porque también tú eres aún un extraño, lejos del eterno SER.

Cuando ambos os traspaséis internamente el uno al otro, ambos hablaréis el lenguaje del SER y estaréis conscientemente unidos y también unidos en Dios.

Nunca digas: «este hombre es un extraño para mí».

Aunque la envoltura del alma te sea desconocida, es decir extraña, permanece en esta consciencia: el contenido de la envoltura, lo puro en lo más interno del alma, es una parte de ti.

Si no conoces ni a tu hermano ni a tu hermana, tampoco te conoces a ti mismo, porque no has desarrollado la parte pura de tu prójimo que hay en ti.

Mientras separes lo «conocido» de lo «extraño», estarás lejos de Dios.

Por eso no te veas nunca como ser humano, sino mírate a ti y a tu prójimo como reflejo y como imagen y semejanza de Dios, y míralo como hermano tuyo o hermana tuya en ti. Entonces experimentarás en ti que la vida es el SER, porque es omnipresente en ti y en todo –lo más pequeño en lo grande y lo grande en lo más pequeño.

Reflexiona sobre la siguiente legitimidad:

Has hablado con un hombre que sólo conoces por su nombre, pues desconoces aquello de lo que él está compuesto. Tampoco tu prójimo, que sólo vive en lo externo, se conoce a sí mismo, pues él tampoco sabe de qué está compuesto. De modo que él no se conoce, y tú tampoco le conoces. Si por tanto ambos no os conocéis, tampoco conocéis a Dios; por eso cada uno de vosotros se siente solo. Dios, el Padre eternamente amante, conoce a cada cual, porque ama a cada hijo y lo tiene en Su gran corazón de Padre.


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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.IV)


Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte III.


«Habita en ti», significa:

No permitas ningún pensamiento humano, egoísta.

Toda tu forma de sentir, pensar, hablar y obrar, elévala a Dios.

Habla sólo cuando se te pregunte, y en ese caso exclusivamente conforme a la ley eterna del orden del templo –ni demasiado ni demasiado poco; la medida está en ti–. O habla cuando sea importante para tu prójimo, cuando puedas darle dones de la vida.

No preguntes por curiosidad. Si es posible, no preguntes en absoluto; pues lo que hayas de oír y saber, te lo hará llegar aquel que habita en ti.

Y cuando tu prójimo, junto a ti, esté absorto en meditación o en pensamientos, no le dirijas la palabra para explicarle tu sabiduría humana, pues no sabes dónde se halla en ese momento, con quién o con qué está él en comunicación.

No molestes a tu prójimo: entonces tú tampoco serás molestado nunca, porque te habrás convertido en la atención misma.

Y cuando tu prójimo esté comiendo o trabajando, no le molestes, a no ser que tengas que comunicarle algo importante o esencial, pues tú no sabes con quién o con qué está él en comunicación.

No desperdicies energía; pues con ello debilitas tu alma y tu cuerpo. A la vez abandonas los lugares sagrados en lo más interno de ti, la Divinidad en ti, y te sitúas fuera de ti.

Entonces empiezas a apoyarte en el templo de tu prójimo, y comienzas a exigir, porque la energía de tu alma y tu energía física disminuyen.

Quien no habita en su templo, olvida paulatinamente que él mismo es el templo del Espíritu Santo, porque ya no respeta el orden del templo, que dice:

Permanece en ti. En el Santísimo experimentas y recibes todo, para ti y para tu prójimo. En ti percibes todo lo que has de decir o no decir. En el Santísimo, en ti, recibes también las fuerzas para tu trabajo cotidiano.

Quien no mantiene puro su propio templo, construye templos externos o los sustenta con su energía, en forma de asentimiento a ritos, dogmas y cultos, y con sus talentos y monedas. Entonces se convierte en prisionero de un orden que no es el orden sagrado, Dios.

Quien en Dios, en su templo, se halla en casa, está viviendo en lo más interno, en lo más sagrado, y nunca penetrará en el templo de su prójimo ni lo ultrajará.

Por tanto, nunca penetres en el templo de tu prójimo con tus deseos obstinados, con tu querer, con tus ideas, opiniones y conceptos.

Nunca obres de forma determinante o exigente sobre tu prójimo, y tampoco lo obligues a hacer tal o cual cosa. Si él satisface tu apremio únicamente para hacerte un favor o para que le dejes tranquilo, te habrás convertido en ladrón y saqueador, pues le habrás robado una parte de su fuerza de vida.

Respeta el templo de tu prójimo, pues también él ha de aprender el orden del templo y, a través de sus debilidades y errores –que sólo ve si no le impides ver–, reconocerse y purificar aquello de lo que es consciente, para poder entrar también en el Santísimo, en su templo, que se va purificando cada vez más.

Si tienes en cuenta las legitimidades del orden del templo, te respetarás a ti mismo y respetarás a tu prójimo.

Quien no se respeta a sí mismo, tampoco respeta a su prójimo, porque él mismo no respeta el orden del templo, la ley del templo.

El orden del templo es la ley del templo; es la ley eterna sagrada; es la vida en Dios y con Dios.

Quien respeta la ley del templo, eleva sus sentimientos, sus sensaciones, sus pensamientos, sus palabras y actos a Dios, y así está colmado de Dios; y lo que siente, piensa, habla y lleva a cabo contiene fuerza divina.

Quien respeta la Ley, Dios, es uno con su prójimo y con todo lo que es, porque aquel que respeta la ley eterna, es el SER.


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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.2º)



Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte II.


En el SER, que es eternamente, viven los seres puros, y tienen su existencia en el eterno SER porque ellos mismos son el eterno SER, la ley eterna, Dios: la pureza, la belleza, la libertad, lo noble y lo fino, el amor desinteresado. Los seres puros son el SER en la corriente universal, en Dios, en el SER.

Las almas cargadas, en los ámbitos de purificación, y las almas cargadas encarnadas, los hombres, no viven en calidad de SER ni se mueven tampoco en la corriente del SER.

Quien no vive en Dios, vive en el mundo creado por él mismo, que está formado por sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos humanos, a los que él llama su «Ser» y su «Yo». Este es el pequeño mundo del yo humano.

En este pequeño mundo vive y se mueve, y cree tener únicamente ahí su existencia.

El ve entonces sólo con los ojos de su pequeño mundo, que puede compararse con un capullo. Por eso también ve sólo el pequeño mundo de capullo de su prójimo.

Ve solamente la superficie de la vida, el reflejo, porque vive sólo en lo externo y se mueve sólo en su pequeño mundo, en su capullo, que él mismo ha tejido con sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos negativos. Eso es su estado de consciencia.

Los hilos del pequeño mundo de capullo son en cierto modo las paredes hacia las que él mira y a las que califica de «la verdad». Ya que sólo mira hacia las paredes de su pequeño mundo propio, también ve sólo las paredes del pequeño mundo de su prójimo. Por tanto, ve solamente en el espejo de la verdad, y no ve en profundidad la verdad misma.

Habla de la verdad y se refiere con ello al reflejo de la verdad, a lo que él mismo ha introducido, aquello con lo que se ha envuelto a sí mismo, aquello en lo que cree, porque sólo ve eso. El cree por tanto sólo lo que ve, y lo llama la verdad.

En todo el Universo hay sólo un principio: emitir y recibir. Cada cual se emite a sí mismo –lo que él es, su forma de sentir, pensar, hablar y actuar.

El ser que es puro, vive y obra en y a partir de la ley pura eterna, la ley universal.

El impuro vive en su pequeño mundo creado por él mismo, que está compuesto por sus impurezas, es decir, por la basura de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos. En este su mundo de capullo vive y se mueve, y siente, piensa, habla y actúa tal como él mismo es, de lo cual está compuesto a su vez su mundo de capullo.

El hombre que se ha cargado negativamente puede compararse con una oruga.

El hombre cargado –la oruga– se va envolviendo en el capullo de su pequeño mundo hasta que comprende que tiene que salir del capullo, es decir desarrollarse, para volverse una mariposa, un ser de la luz que vive y se mueve en la ley universal eterna de Dios y tiene en el Eterno su existencia eterna, en el principio universal, que es, y que se denomina a sí mismo Yo divino: lo puro, fino, noble, bello, el amor desinteresado, la ley universal, lo absoluto, el eterno SER, la verdad eterna.

Por eso toda oruga tiene que desarrollarse, es decir, desenrollar aquello con lo que se ha envuelto, para reconocerse en ello, para arrepentirse de lo reconocido, pedir perdón, perdonar y no volver a hacer lo reconocido.

Entonces se disuelven los hilos de su capullo; se derrumban los muros a los que el hombre había mirado hasta la fecha y que él llamaba la verdad –el pequeño mundo de su yo, que sólo era el reflejo de la verdad–. Entonces el alma luminosa y el hombre orientado hacia el interior, hacia el Santísimo, contemplan en sí mismos el eterno SER, la verdad eterna.

El eterno Yo divino es la verdad. Quien ha llegado a ser la verdad, es él mismo la verdad, el Yo divino, el SER, el Yo Soy, la ley eterna del amor.

Con los ojos de la verdad el hombre también contempla en sí mismo lo que hay en el exterior. Penetra el reflejo de la verdad, y en todos los hombres, acontecimientos, conversaciones y sucesos contempla la verdad.

Ve con los ojos de la verdad también lo falso. No puede ser engañado, porque él es la verdad y ve en profundidad con los ojos de la verdad, y todo lo dice, conversa y lo lleva a cabo en la verdad.

El es por tanto la verdad, que es la ley eterna del Universo, en la que vive, en la que se mueve, de la que toma y con la que obra.

El es la verdad, la ley, en toda sensación, en todo pensamiento, en toda palabra y en todo acto.

Dado que la verdad, el SER, la ley eterna, está en ti, y lo verdadero, lo eterno, toma forma y aspecto primero en ti y tan sólo luego en el exterior, en tu entorno y en el mundo, tienes que vivir en ti, en el Santísimo, que habita en ti.

Por lo tanto, comprende que tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.

Ten presente la siguiente frase de la verdad, y vive según ella:

Habita en ti, pues tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.


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Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos (Cap. 1º)




Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte I.

Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos que podían captarlas

Prólogo

En este gran cambio de era en que la época cósmico-espiritual irrumpe con poder, en que hay hombres que preguntan cada vez más por la naturaleza de Dios y recorren el Camino Interno al corazón del amor infinito, Cristo ha cumplido las palabras que pronunció siendo Jesús de Nazaret: Aún tengo muchas cosas que deciros; pero cuando venga aquél, el Espíritu de la Verdad, os conducirá a toda la verdad.

El Espíritu de la Verdad es el Cristo de Dios, uno con el Padre eterno, el Espíritu de la Vida, el poderoso, omniabarcante, omnipresente Yo Soy.

En esta época cósmica, en el poderoso cambio del materialismo a la espiritualidad, Dios, el Eterno, ha enviado a nosotros los hombres un ser al que El llama Su profetisa y mensajera. Nosotros, cristianos originarios en Vida Universal, que vivimos con la profetisa y mensajera de Dios, a la que sencillamente llamamos nuestra hermana Gabriele, podemos decir: como ser humano ha venido a nosotros un ser con consciencia divina, capaz de conducirnos, en nuestra vida, a las leyes eternas. Después de Jesús de Nazaret no ha habido otro profeta tal. No sólo afirmamos, sino sabemos que ella es el profeta más grande, después de Jesús de Nazaret. Las obras del Señor hechas a través de ella son tan omniabarcantes y detalladas, que ningún profeta las ha efectuado, a excepción del más grande profeta de todos los tiempos, Jesús. Según las palabras del Señor, nuestra hermana se halla en la tradición de los grandes profetas, que va desde Abraham hasta Jesús, pasando por Moisés, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel...

El Cristo de Dios ha hablado y habla poderosamente a través de ella. Recibimos las manifestaciones espirituales más elevadas, sabiduría tras sabiduría, de palabra y por escrito. Su palabra sagrada ya irradia en la actualidad a toda la Tierra. El poderoso Espíritu de Dios en Cristo nos habla a menudo a través de Su profetisa durante una hora o más tiempo. A través de la palabra divina manifestada hemos recibido la totalidad del Camino Interno, el cual nos conduce al SER cósmico, al manantial eterno, el amor infinito; a la ley divina que nosotros somos, como seres en Dios. El Cristo de Dios nos ha hecho aún otros regalos, como la Escuela de vida cósmica, la gran hora de enseñanza, en la que la profetisa de Dios enseña las leyes eternas y en la que desde la ley eterna esclarece la ley de siembra y cosecha, la ley causal. El Hogar eterno se acerca a los hombres que semana tras semana escuchan y llevan cada vez más a la práctica lo que es la herencia de todos nosotros: el amor desinteresado, la ley celestial eterna.

El Cristo de Dios, que es uno con el Padre eterno, ha dado actualmente a través de la profetisa y mensajera de Dios, nuestra hermana Gabriele, la presente obra grandiosa, Sus enseñanzas, que ya dio siendo Jesús de Nazaret, para el tiempo actual. El contenido del libro «Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos que podían captarlas. La vida de los hombres verdaderamente plenos de Dios», tiene la profundidad del SER; nos acerca al Hogar eterno, nuestra vida verdadera y eterna.

Lo que aquí se nos ha regalado aún no lo había habido nunca en esta Tierra ni volverá nunca a esta Tierra, pues estamos viviendo en el poderoso cambio de era. Con la profetisa y mensajera de Dios llega a su fin la tradición de los grandes profetas. ¡Viene Cristo mismo, el Hijo del Altísimo, nuestro Redentor! Esto lo anunció siendo Jesús, lo ha anunciado como Cristo y lo oímos una y otra vez actualmente a través de Su palabra profética: ahora viene El mismo. Ya no como ser humano, sino en Espíritu, como Soberano de Su Reino de la Paz sobre la Tierra. Los profetas de Dios mayores y menores, es decir, los verdaderos profetas, han señalado de múltiples maneras el camino de Su venida.

El último en la poderosa tradición de los profetas, ha traído el más grande espectro de la ley eterna omniabarcante. Lo ha recibido de los Cielos para los hombres de la Tierra, y ante todo para los hombres del Nuevo Tiempo, que se mueven en dirección al Reino de Paz de Jesucristo, que ya se está edificando actualmente, en este tiempo en que la Tierra empieza a limpiarse de todas las futilidades y desechos.

Honra, alabanza, loa y agradecimiento a El, al gran Uno universal en Cristo. El no nos deja solos a nosotros los hombres. La ha enviado a ella, la profetisa de Dios en la tradición de los grandes profetas. Queremos dar también sencillamente las gracias al ser que hay en este ser humano, por el gran sacrificio y el acto de amor que ha hecho por nosotros, entre nosotros y con nosotros como hermana nuestra.

Con el presente libro se nos ha dado una grandiosa obra espiritual de enseñanza.

El, el gran Espíritu, Cristo, nos conduce mediante Sus más elevadas manifestaciones, dadas a través de nuestra hermana Gabriele, a nuestra herencia espiritual-divina, a la ley eterna del amor. Desde ésta ha explicado también la ley de siembra y cosecha, la ley causal, indicándonos con ello cómo encontrar y seguir paso a paso el camino que nos saca de la estrechez del yo humano, de ataduras y del entramado del destino.

El presente libro, que queremos calificar de libro sagrado, se originó muy paulatinamente. Partes de él las enseñó previamente nuestra hermana en la Escuela de vida cósmica, la gran hora de enseñanza del Espíritu de Dios, sobre la Tierra.

Hasta la edición de esta obra de manifestación, el Cristo de Dios fue dando cada vez más legitimidades, y a través de Su profetisa hizo saber que El, Cristo, explicará a través de la consciencia de Su instrumento estas legitimidades en la gran hora de enseñanza, la Escuela de vida cósmica, para que los hombres de buena voluntad puedan mirar más profundamente en su herencia espiritual-divina, en lo que son como seres en Dios.

Así este libro continuará, pues el infinito sencillamente no tiene fin. Lo que con palabras podamos captar nosotros, seres humanos, lo dará el gran Espíritu, pues es el tiempo final; el cambio está a las puertas, y también Su sagrada venida.

Este libro sagrado servirá por tanto de libro de formación en la gran hora de enseñanza de los pueblos, la Escuela de vida cósmica. Dios, el Eterno, en Cristo, confió a nuestra hermana Gabriele, que ha consagrado por completo a El su vida, los más elevados dones de gracia, desarrollando en tal medida su interior que la piedra filosofal1, lo divino, brilla en ella, a fin de que pueda explicar la palabra sagrada a cada estado de consciencia, para que cada hombre pueda intuir y entender lo que significa ser Espíritu de Su Espíritu.

El tesoro que proviene de los Cielos, este libro sagrado, es ofrecido a todos los que quieran recibirlo como propiedad espiritual suya. Con sólo su entendimiento el hombre no puede captar lo que el Cielo tiene preparado para los que aspiran al Cielo.
La palabra sagrada, la Ley Absoluta, precisamente en este tiempo de la eclosión y revolución de lo espiritual, encontrará lugar entre aquellos que quieran transformarse según el Espíritu de Cristo. Puesto que ¿cómo podría efectuarse la evolución espiritual de la humanidad, sin que se conozca la Ley Absoluta y sin el saber acerca de cómo aplicarla de modo correcto en la vida diaria del hombre? ¿Cómo si no, habría de ir creciendo una nueva humanidad, una ética y una moral nuevas, el verdadero cristianismo, el cristianismo originario? Sólo a base de que lo espiritual, lo divino, traspase cada vez más la vida de los hombres, va creciendo el reino de luz de Cristo, el Reino de Paz, con hombres que en la Tierra viven de forma parecida a como en el Cielo, cumpliendo la ley celestial.

De esta forma aceptaremos y acogeremos en nosotros correctamente el regalo de los Cielos, las frases de enseñanza de la Ley Absoluta y la ley causal explicada desde la Ley Absoluta. La fuerza de irradiación de la Ley Absoluta nos dará alas para reconocer y superar lo que aún haya de humano en nosotros, purificar con ello nuestra alma y así avanzar, adentrándonos en la vida en el Espíritu de Dios, que es una vida en la ley de Dios, en el SER interno.

Los cristianos originarios en Vida Universal, seguidores de Jesús de Nazaret


A modo de introducción

Yo, la ley eterna, el Cristo de Dios, te esclarezco el Yo Soy, el eterno SER, que también tú eres en Mí.

Lo que repetiré con frecuencia, la Verdad, y lo que esclareceré partiendo de las tres cualidades divinas –Paciencia, Amor y Misericordia– es para ti, para que Me encuentres a Mí, el Cristo de Dios, en ti.

Yo ilumino el SER –a Mí y a ti– desde diversas perspectivas, para que obtengas la claridad sobre Mí y sobre ti y te encuentres en una o varias repeticiones, para encontrarme también a Mí, que estoy en cada repetición; pues Yo Soy en cada repetición la Verdad, que sólo se pronuncia, es decir se ilumina, cada vez de otra forma –para ti.


Las grandes enseñanzas cósmicas de JESÚS de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos que podían captarlas.

La vida de los hombres verdaderamente plenos de Dios

YO SOY el alfa y omega, el principio y el fin del Universo material y de los reinos de las almas.

En Mí y conmigo debéis ir madurando en la vida eterna, en la que Yo en el Padre Soy, como también vosotros, conmigo, en el Padre sois. Ahí no hay ni principio ni fin, porque Dios es y nosotros en Dios somos; pues Yo, el Cristo de Dios, elevo todo a la luz de la verdad.

Yo Soy la Vida, Cristo, el Hijo de Dios. Quien Me haga resurgir a Mí, el Espíritu de la Vida, Cristo, en sí mismo, habrá vuelto a hallar su herencia espiritual, que es su vida eterna. Entonces ese ser vuelve a casa, a Dios, el Padre eterno, puesto que procede de El.

Todos resucitarán en Mí. A todos los que crean estar perdidos, Yo los encontraré. Y los débiles se fortalecerán en Mí; pues Yo Soy la gloria en el Padre.

El, el gran Uno universal, Me ha encomendado la misión de conducir todo lo que parecía perdido, de regreso al eterno SER.

Siendo Jesús de Nazaret hablé sin parábolas, acerca de la ley de la vida, a los que Me podían comprender. Para los que no Me podían comprender, las palabras sagradas eran secretos; por eso una y otra vez hablé en imágenes. Sin embargo, ahora ha llegado el tiempo en que Yo, Cristo, manifiesto a todos la ley de la vida, para que Me encuentren; pues Yo estoy de camino, para erigir Mi reino sobre la Tierra.

¡Quien tenga oídos, que oiga!

Una nueva humanidad está surgiendo. Yo, Cristo, traigo a los Míos, que verdaderamente Me siguen, la reforma interna, la renovación espiritual, para la vida interna. El mundo de los sentidos perece –el mundo espiritual asciende, y con él todos aquellos que están orientados a Mí, Cristo. Ellos son los nobles, los finos, los que traen la vida interna, la nueva humanidad en Mí, el Cristo.

Muchos que están centrados en el mundo contemplarán el campo de la muerte y al final entrarán con las manos vacías en el reino de la muerte, en el que vivirán en calidad de espiritualmente muertos. Son aquellos que no han sido capaces de conducir su existencia terrenal, que en la escuela Tierra han desperdiciado la ocasión de crecer internamente.

El nuevo hombre cultiva la comunidad, pues ha desarrollado el sentido comunitario, el bien común: Uno para todos, y todos para Uno.

El nuevo hombre en Mí, el Cristo, no conoce la violencia, no conoce la pretensión de poseer ni el afán de poder.

Es el portador de luz, que irradia la luz e inflama con la luz de la verdad a todos los que verdaderamente aspiran a la verdad.

La nueva humanidad y la nueva Tierra tendrán una vibración algunos grados más elevada, la cual ya no podrá ser alcanzada por el que está atrapado por el mundo, el codicioso, el que aspira a poder y prestigio. El caerá en su propio oleaje, en lo que él mismo ha creado.

La nueva humanidad serán los hombres con nobleza espiritual, con valores internos, pues Yo, Cristo, habré resucitado en ellos.

El nuevo hombre en la época del Espíritu poseerá la Tierra.

El eterno SER fluye a través de todos los reinos y en la Tierra. Quien ha despertado a la verdad, ha despertado al SER, a la fuerza creadora y a la vida creadora que traspasa a la Tierra, que traspasa a los hombres que ennoblecen sus almas. Estos hombres traen los pensamientos creadores para la nueva Tierra.

Captad, vosotros hombres de este tiempo: en cuanto el hombre da la vuelta y renuncia a la agitación materialista, va hacia el interior al reino del silencio. Cuando apenas acaba de dar el primer paso, comprende que ya hace tiempo que Dios, el Eterno, le había preparado este camino.

El hombre que aspira a la veracidad no supera su yo inferior por su propio provecho, sino para volver a ser divino.

Lo que os manifiesto es el camino a la ley divina, así como la ley divina misma.

Venid todos a Mí, pues Yo Soy la vida que os hace ricos.

Yo Soy la riqueza interna, Cristo, que se regala a vosotros. Abrid vuestros corazones y os volveréis hombres que piensan con el corazón, que miran hacia adentro y de ese modo hacen venir a la Tierra el reino del interior.

Yo Soy el reino del interior. Por eso venid a vuestro interior, y sabed: cada uno de vosotros es templo del Espíritu Santo. Purificad el templo; entonces estaréis santificando vuestras sensaciones, pensamientos, palabras y obras, y seréis el nuevo hombre, que no piensa de forma estática sino dinámica, que traspasa las tres dimensiones porque es hijo del Universo, el hijo y la hija de Dios, quienes viven la filiación divina, como hijo e hija de Dios, ya que viven en Dios, su Padre.


Yo Soy todo en todo.

Contempla el arbusto –y Me encontrarás.

Alza la piedra –y Me encontrarás.

Mira a los astros –y Me percibirás.

Mira en lo profundo del hombre –y te encontrarás a ti mismo y por lo tanto a Mí, Cristo, el Yo divino en ti.

Contempla al animal –y Me encontrarás.

Siente el viento –y Me percibirás.

Contempla la gota de agua –y te contemplarás a ti en Mí.

Pues Yo Soy la vida en todo, y tú eres la vida en todo, y todo está en Mí, y todo está en ti.

Estamos unidos en El, el gran Uno universal, que es eternamente –la corriente del SER y el SER personificado.

El es la corriente del Universo y la gota misma.

Las fuerzas del Universo sólo le son ocultas al que no conoce su verdadero Yo divino. Quien quiera experimentar las fuerzas del Universo, tiene que ponerlas al descubierto por medio de la realización.

En lo que ves, ahí estoy Yo.

En lo que oyes, ahí estoy Yo.

Yo Soy todo-en-todo, la totalidad.

Si has despertado a la totalidad, eres el SER.

Ves en profundidad el SER.

Oyes el SER y hablas el lenguaje del SER.

Me ves, oyes y hablas a Mí; pues Yo Soy la totalidad en ti.

Yo Soy la totalidad en tu prójimo, en ti, en la flor, en la hierba y en la piedra.

Yo Soy tuyo –tú eres Mío.

Yo Soy el Universo –y tú eres el Universo en Mí, el Universo.

No preguntas –sabes.

No miras –ves en profundidad.

No escuchas –oyes y sabes.

No mires nunca hacia afuera. La luz está en ti.


En ti está la verdad, que sabe todas las cosas, que conoce a todos y todo. No necesitas volver la cabeza para mirar a tu prójimo, no necesitas contemplar las cosas desde fuera –lo que es, eso está en ti.

Todo lo que ves, es sólo el reflejo de la verdad, reflexión, por tanto, que no es la verdad absoluta.

Lo que está dentro, en ti, la luz, la verdad, lo que eres en el SER puro, como ser en Dios, tomó en el Cielo aspecto y forma en la substancia más pura.

Lo que está en lo más interno de tu alma encarnada, en el origen primario del alma, es la luz que no puede cargarse, la verdad eterna. Es y será el SER eternamente.

Sólo una cantidad dada de energía divina fue transformada, ya que un ser abandonó a Dios, en energía de la Caída, de la cual se formaron reinos de la Caída, seres de la Caída y hombres. Esta cantidad de energía divina fue dada por el Eterno a los seres que cayeron posteriormente, para mantener su vida. Es energía divina degradada. Por eso la materia y todas las energías degradadas son solamente un reflejo del SER puro.

En todo el infinito sólo hay un principio: emitir y recibir. Lo que emites, eso eres; eso irradias. Lo que irradias, regresa a su vez a ti.

Quien vive en lo más interno, en Dios, es divino. El irradia la ley eterna, lo puro, bello, fino, el amor absoluto –el SER que él es.

La ley eterna, lo puro, noble, bello, fino, el amor absoluto, irradia entonces lo que emana de quien está pleno de Dios, a su vez, sobre él, traspasándolo.



Continúa en:
http://trabajadoresdelaluz.com.ar/index.php?ndx=1087

Obtenido de
http://www.scribd

http://compartiendoluz2.blogspot.com.es/.com/doc/8641896/Vida-Universal-Las-grandes-ensenanzas-cosmicas-de-Jesus-a-sus-apostoles

Cristo Llamamiento de Jesucristo a la Cristiandad.



Cristo
Llamamiento de Jesucristo a la Cristiandad.


(Revelación de la Voz interna a través de la profetisa Gabriele).

Se manifiesta el Espíritu de Cristo, el Redentor de todos los hombres y almas.

Yo no volveré a venir en cuerpo físico, sino en Espíritu.

Mi misión como Jesús de Nazaret ya la he cumplido, transmitiendo a cada alma Mi Herencia omnipresente espiritual, como destello redentor.

Mi obra actual como Cristo de Dios tiene su Fundamento en la conducción de todos los hijos de Dios de vuelta a la Casa del Padre, a los cuales he acogido como Padre adoptivo.

Cuando se hayan disuelto en su mayoría las agresiones en este mundo, entonces apareceré YO, el Cristo de Dios, el Corregente de los Cielos.

Mi venida será espiritual y no física.

Esta es una revelación importante que debería tomar en serio todo aquel que busca a Cristo.

Existe un gran peligro para la cristiandad.

Este peligro no lo reconocen ni el cristiano educado en la Teología y en el dogma, ni las autoridades eclesiásticas. Sólo tienen el afán de seguir conduciendo sus ovejas a sus iglesias y allí instruirles en el dogma.

El Clero no conoce el sendero interno, el camino hacia el Reino de Dios.

Su reino es el reino de este mundo. En ese reino ambicionaban y ambicionan por conseguir poder y prestigio.

Ellos no llenan su interior con la Fuerza del amor, sino con la energía del egoísmo que los orienta hacia la acumulación de bienes y prestigio. Con argumentos que son satánicos, atontaron y atontan todavía hoy, a mi pueblo.

En este momento no llamo a los teólogos y sacerdotes, que son estrechos de miras, para que le abran los ojos a Mi pueblo, sino que me dirijo a la cristiandad para que reconozca, lo que el clero ha hecho de los cristianos: Un pueblo ignorante, que se conforma con el certificado del bautismo y con la enseñanza que los teólogos se han ideado.

TODA RELIGIÓN CONTIENE UNA PARTE DE LA GRAN VERDAD UNIVERSAL DE DIOS.

Pero de todas estas religiones, la cristiandad es la que menos conocimientos de esta gran Verdad Universal posee, ya que fue enseñada más en el dogma que en el cumplimiento de las Leyes de Dios. Así tiene el Satanás de los Sentidos un juego fácil precisamente con el pueblo cristiano.

Muchos hombres, espiritualmente hambrientos, buscan la Verdad.
Estos reconocieron que no pueden encontrar a Dios ni en las iglesias ni en los dogmas ni en las ceremonias.

Muchos saben, que los teólogos no pueden aclararles sobre el Espíritu de la Verdad y de la Vida.

La enseñanza oriental tiene conocimiento acerca de una parte del trayecto del Camino Interno. Pero no acepta al Cristo de Dios, Al corregente de Dios, al Redentor de la humanidad.

Yo he encargado a la cristiandad que llevase a todos los países el conocimiento acerca de la Fuerza Parcial de la Fuerza Primaria. Mi intención era el revelar a la humanidad, después de mi sacrificio, la Fuerza Parcial de la Fuerza Primaria. Pero la palabra de Dios que resonó a través de profetas y profetisas no fue aceptada.

Las autoridades eclesiásticas han desterrado la palabra directa de Dios de sus iglesias construidas por los hombres. Por eso, la cristiandad permaneció ignorante.

Hace miles de millones de años en los ámbitos orientales bajaron seres de la Caída, es decir, que seres originalmente puros, seguidores de Lucifer, penetraron a través de los reinos de la Caída en zonas cada vez más oscuras. Ellos luchaban contra Dios, contra la verdadera vida espiritual.

En el cercano y medio Oriente Establecieron estos llamados campos de irradiación, que trajeron, y traen todavía, grandes males a la humanidad. Sobre ello se manifestó Mi siervo.

Cristo, el Hijo de Dios y Corregente de los Cielos, llama a todos los cristianos que no quieren estar sujetos a las formas rígidas de una religión externa: ¡Ayudadme a mantener y construir el verdadero cristianismo!

Los maestros orientales de la Tierra y del más allá penetran cada vez más en la cristiandad con sus enseñanzas.

Estas enseñanzas no son del todo falsas. Como ya revelé, contienen una parte del divino Camino Interno. El peligro consiste en que Me degradan, a Mí, el Cristo y Espíritu Redentor, a un maestro que, como algunos sostienen, vivió y actuó con menores conocimientos espirituales que muchos de los maestros orientales.
Los maestros de los ámbitos orientales reciben mensajes telepáticos de maestros que viven en los planetas de sabiduría de materia sutil, que se encuentran fuera de las Puertas del Cielo.
Ellos no me reconocen como Corregente de la Vida, pues tampoco reconocen la Fuerza Parcial de la Fuerza Primaria que desde Mi “ESTA CONSUMADO" en el Gólgota, es para todas las almas la fuerza impulsora y arrastrante hacia la Conciencia Universal del Padre.

Estos maestros quieren extender sus enseñanzas en este mundo sobre todo a la cristiandad ignorante. Intentan infiltrar sus conceptos en la cristiandad y degradarme a Mí, al Cristo de Dios, Al Redentor de la humanidad, a un maestro de segunda o tercera clase.

Tampoco tienen reparo en relacionar Mi nombre con los llamados maestros encarnados y que se hacen pasar por Cristo.

EL TIEMPO FINAL YA HA COMENZADO.

Como ya dije como Jesús de Nazaret, habrá muchos Cristos, es decir, se presentarán hombres diciendo que son el Cristo reencarnado. ¡No les creáis!. A pesar de que éstos disponen de algunos conocimientos de las Leyes Espirituales, son, asimismo, también el Anti-Cristo, que se esconde detrás de la máscara "Cristo" y, como ya he dicho, aparece en forma humana.
Estos Cristos, que se dan importancia y que se hacen pasar por el Nazareno de entonces, están guiados por almas orientadas hacia las enseñanzas orientales, por maestros de los planetas de la sabiduría. Reciben telepáticamente la enseñanza de estos maestros y la quieren llevar a los países cristianos. Favorecidos por los campos de irradiación, atraerán mucha gente dando grandes discursos.

Pero yo os digo, que es el Anti-Cristo con piel de oveja. ¡No les creáis!

Como Jesús de Nazaret he consumado todo, para que cada alma pueda volver a la Casa del Padre. A Mí, me ha sido dado todo poder en el cielo y en la Tierra.

¿Qué podría conseguir como hombre?

Desde Mi Espíritu quiero instruiros y dirigiros hacia el Espíritu Universal del Padre Eterno, que es para vosotros la vida.

No apareceré más como hombre, ya que lo he consumado todo.
Para enseñar a la humanidad el verdadero Cristianismo, que es el camino hacia el interior, Me manifiesto a través de instrumentos terrenales preparados por Mí. La conducción tiene lugar a través de siete ámbitos de conciencia, también llamados peldaños de evolución, o como la enseñanza oriental los designa, los chackras que se encuentran en el hombre.

Estos siete ámbitos de conciencia, las siete capas del alma, son los siete peldaños hacia la Conciencia Divina. Esta es una verdad fundamental que corresponde a las leyes Celestiales.

Yo llamo al pueblo: Reconocedme a Mí, el Espíritu de Cristo, la Luz en vosotros. Cada uno de vosotros posee una partícula de Mí herencia divina.

Yo llamo a la cristiandad: No escuchéis a los Cristos que se os presentan en forma humana; éstos actúan con piel de oveja. Estos no os pueden conducir a lo Absoluto.

Yo llamo al mundo: Alejaros de toda esa apariencia y dirigiros al Cristo del interior, a la Luz de vuestras almas.

Me manifiesto a través de muchos instrumentos orientados hacia Mí y preparados por Mí. Sin embargo, Yo enseño directamente y con detalle el camino místico-crístico, que lleva hasta Dios, sólo a través de profetas instructores que dan Mi Palabra Sagrada, que les manifiesto en el YO SOY.

¡Oíd la llamada del Cristo, que os advierte a través de un instrumento terrenal!

No os atéis a Cristos que se presentan en forma humana, aunque éstos hagan alarde de su sabiduría con grandes discursos.

¡Salid de la limitación de dogmas y formas!.

¡Liberaos de la idea de ser cristianos sólo porque estáis bautizados con agua!.

Tomad el camino del Interior, el camino del reconocimiento y realización, para que realmente seáis cristianos bautizados, que Yo bautizo con Mi Espíritu de la Verdad y Reconocimiento.
Yo llamo a mi pueblo, para que recapacite sobre todo esto y para que tome el camino hacia el interior.

Yo, el Cristo libre, no os ato a ninguna Iglesia externa.

Yo, el Cristo libre, no os ato a ninguna comunidad externa.

Yo, el Cristo libre, os digo: ¡Tomad el camino del interior!

Yo, el Cristo libre, os digo: ¡No os atéis tampoco a la palabra "Obra de Nuestro Retorno"!

Pues esas palabras no son más que una dirección para vosotros, donde podéis recibir Mi camino directo y Mi conducción.

En esta obra libre, que es Mi Obra, enseño el camino espiritual a través de una profetisa instructora, preparada por Mí.

Escuchad la voz de vuestro Cristo que os avisa y advierte.

¡Retornad, no os dejéis seducir!.

Penetrad en vosotros, pues vosotros sois el templo del Espíritu Santo, y Aquel que es la Vida, vive en vosotros.

Amén


Gabriele, Würzburg – Alemania.
http://www.vida-universal.org/espanol/
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