sábado, 20 de agosto de 2016

COMO LAS ESTRELLAS



Pasan los días, los años. Recuerdo lo vivido y lo que no pude o no quise vivir.
¿Volver atrás? ¿Añorar el pasado? 

Quisiera volver a sentir el calor de quienes conocí y dejaron huella en mi vida.

¿Qué ha sido de los que me quisieron y los que me rechazaron? 

¿Habrán alcanzado el objetivo de su vida?

¿Serán felices?

¿Seguirán dejando la huella de sus pies en esta Tierra o, habrán abandonado esta Escuela de la Vida?

Es curioso, al menos, cómo siguen vivos en mi recuerdo. Cierro mis ojos y ahí están: imágenes, lugares, conversaciones, sentimientos, emociones… ¿Pero son sólo eso, recuerdos?

Quienes siguen en este mundo y quienes han traspasado el velo, dejando a un lado las leyes físicas conocidas, han dado muestras de que no hay límite, barrera, que no se pueda franquear. En momentos cruciales, quienes están separados, se han encontrado y manifestado una vez más la amistad que les ha unido. No ha sido impedimento vivir en diferentes continentes; una enfermedad que obligue a estar encamado; desconocer dónde residen en la actualidad… Ambas almas saben que hilos les unen por encima de cualquier impedimento, incluso la muerte no es nada para ellas. ¿Cuántos no hemos escuchado historias sobre apariciones de quienes abandonaron su cuerpo físico, viajado a otras realidades…, a otros tiempos de nuestra historia como si fuera el presente? Quizás creamos que son “batallitas”, hasta que un día, algo que se escapa a la razón, nos sucede a nosotros. Entonces emprendemos una ruta que ya no tiene vuelta atrás. Hemos experimentado que hay algo más, algo que no nos lo han contado, pertenece ya a nuestras vivencias y… queremos respuestas. Dependiendo en la sociedad que vivamos, lo permisiva que sea, podremos hablar abiertamente o no de ello, puede que sea un tabú, “algo” que no se puede tocar… o, algo peor: ya hay respuestas, que no podemos discutir, sólo acatar sin preguntar.

Pero, el ser humano, una de sus cualidades, es que es curioso y atrevido…, los caminos trillados no nos sirven. Queremos llegar más lejos, subir más alto… donde nadie antes ha llegado.

Desde niño me he preguntado qué hay tras la muerte. La he visto muy de cerca, cómo de un instante a otro quien me miraba a los ojos, me daba la mano, dejaba de verme y su mano perdía su fuerza…, emprendía un viaje a lo desconocido. Para unos el último viaje, para otros un nacimiento a otra vida.
Nadie puede probar en una probeta la existencia de la vida tras esta vida. Nadie puede tampoco negar la existencia del amor; ni siquiera el científico, sabe que no entra en una probeta, pero sí en él. 

Aún me hago preguntas. Cuando tengo una respuesta, surge de ésta nuevas preguntas que me llevan más lejos. Lo destacable no es que haya podido ver a quienes han dejado esta dimensión, sino que toda respuesta tenía esta frase implícita: “Ama, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza”. Es a través del amor, del desapego, como he encontrado el sentido de mi vida: un sendero donde no hay límites entre tú y yo, en el que reconozco que todos somos diferentes y únicos, del mismo modo en que no hay dos estrellas exactas en el firmamento, cada una genera su propia luz y la expande al encuentro de otros astros.

Cuando observo una noche estrellada intuyo que la vida se crea y recrea continuamente y así siento que ocurre con cada uno de nosotros. Quienes he encontrado en mi vida siguen vivos, a pesar de que en este momento no oiga sus corazones palpitar, quizás lo hagan en sintonía con el mío y solamente escuche UNO.

Ángel Hache

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NUESTRO SER


Nuestro Ser, quiero decir el que somos en realidad, vive en multitud de dimensiones, en cada una con un objetivo concreto. Cada uno tenemos una personalidad, que es la suma de millones de células, organizadas en órganos necesarios para la vida. ¿Cada una de ellas es ajena al resto? Nuestra personalidad reside en cada una de ellas, pero si una célula muere, ¿muere la personalidad, o ésta sobrevive creando nuevas células? Del mismo modo a un nivel más global, incluyente, nuestra alma tiene multitud de experiencias vitales, encarnaciones, cada una cumple una función necesaria para la vida del alma. A un nivel aún más incluyente, el espíritu engloba a diferentes almas, éstas cumplen una función, igualmente vital, para el espíritu que las ha creado. Y dicho espíritu no es más que una "célula" de un cuerpo mayor cumpliendo una función vital. Toda célula en la dimensión en que se mueve, no está aislada sino que está conectada al Ser. La diferencia reside en ser consciente o no de esta conexión y en colaborar o no conscientemente en la expansión infinita y experimentación de la Vida de Ser, que solemos llamar Dios. Cuando salimos del aislamiento (egoísmo) somos receptivos a otras dimensiones, es lo que han venido demostrando muchas "células" a través de la historia humana -amad, dicen esas voces-. Y la Vida se expande tanto hacia "arriba" como hacia "abajo"; en el interior de tu cuerpo como en el interior de la Tierra, que también es un cuerpo, del que somos cada uno una célula. Hay vida en Todo, pues Todo es vida. Si expandimos nuestra conciencia las barreras desaparecen y lo oculto se muestra, pero no más de lo que podamos "soportar", no sea que tanta luz nos fulmine.

Ángel Hache

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CLARA Y FRANCISCO… EN EL CORAZÓN



Se conocían Clara y Francisco desde niños. No se relacionaban directamente aunque sus corazones latían fuertemente al cruzarse por las calles de Asís, pero aún no era el momento. Pasaron muchos años, tiempo de madurar y encontrar un lugar, un sentido y un por qué en el mundo que les tocó vivir. Francisco quería convertirse en un caballero, un noble… pero la nobleza no se gana con sangre. Vivió la sinrazón de la guerra y sus consecuencias. Y cuando ya se encontraba hundido, cuando todo estaba acabado para él, encerrado en una prisión, pidió al cielo un poco de luz. La luz llegó a él en forma de librillo. Un librillo prohibido escrito en su lengua: el evangelio. Se lo “bebió” y dejó que su ser se impregnara de su esencia. Comprendió la futilidad de su vida hasta ese instante. 

Se dijo que… “hoy he vuelto a nacer”. Y así fue, el destino, su cambio interno, su alma, hizo que saliera con vida de las mazmorras que le comían día a día. Ya no era el mismo, sus amigos no le reconocían… sus ojos tenían un brillo que no era de este mundo. Habló con su padre, que no le comprendió, pues tenía bien claro qué quería para él… insistía en que fuera un noble a pesar de lo pasado. Pero el sueño de Francisco estaba bien lejos de tal propósito… Su vida sería un compromiso con la sencillez, la humildad y la entrega al fuego que se había encendido en su corazón. Su madre conectaba con él, aunque no le alcanzaba a comprender del todo… y le dejó hacer.

Piedra a piedra junto a los desarrapados, los despreciados, los parias, los más pobres, empezaron a reconstruir la iglesia de Cristo.  Esa casa era sólo un símbolo de lo que él quería, no se aferraba a ninguna piedra, a ninguna imagen, sabía que sólo el cambio en los corazones era lo auténticamente necesario para entrar en la verdadera “casa” de Dios. Era una llamada de atención ante el cristianismo instituido y corrompido que rodeaba la vida de su ciudad y del resto de la cristiandad.

Clara no era ajena a estos sucesos. Los vivía en silencio y con gran alegría. Ella no dejaba de ayudar a quienes necesitaban alimento espiritual y físico, pero también sintió en su ser la “llamada”. Y Francisco tampoco era ajeno a los sentimientos de Clara. Ambos decidieron en su silencio crecer como auténticos amantes. Y su amor lo sublimaron convirtiéndolo en un fuego que quemaba toda impureza en sus almas. Supieron en sus carnes la realidad del Espíritu.

 Y un buen día Clara le dijo a Francisco que ya estaba preparada para pasar por el umbral de la “Casa”. Él le dijo: “Bienvenida a tu casa, nuestra casa, la de todos. Nada poseemos, nada nos pertenece y aun así lo damos todo por nuestras hermanas y hermanos”. Sin más, ambos se unieron a los que poco a poco, como gotas de agua, estaban formando un hogar lleno de vida. No querían estructuras para sostenerse, les bastaba lo que cada día Dios les ofrecía… Otros no siguieron este camino de sencillez, mas a pesar de ello sentaron una base que aun hoy en día siguen escuchando corazones inquietos e insatisfechos, deseosos de amar por encima de todo, incluso de ellos mismos. Hoy están más vivos que nunca donde la llama sigue iluminando, en el corazón. 



Ángel Hache
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