domingo, 21 de agosto de 2016

EL PODER DEL PENSAMIENTO SU DOMINIO Y CULTURA DE ANNIE BESANT- CAPITULO V SEGUNDO ESCRITO- CONCENTRACIÓN



CAPITULO V (SEGUNDO ESCRITO)
CONCENTRACIÓN 

RECEPTIVIDAD 
La mayor parte de las personas son demasiado receptivas, pero esta receptividad es debida a la debilidad y no a la deliberada entrega de si misma a las influencias superiores. 
Por tanto, es conveniente aprender como nos podamos hacer normalmente positivos, y cómo podamos hacernos negativos cuando lo consideremos conveniente. 
El hábito de la concentración tiende por si mismo a fortalecer la mente, de suerte que se preste a ejercer dominio y selección respecto de los pensamientos que vienen de afuera, y ya se ha explicado como puede educársela, para que automáticamente rechace los males. Pero bueno será añadir, a lo que se ha dicho, que cuando un mal pensamiento penetra en la mente, es mejor no luchar con él directamente, sino utilizar el hecho de que la mente sólo puede pensar en una cosa a la vez; hacer que la mente se vuelva hacia el pensamiento y el malo será necesariamente expulsado. 
Al luchar contra algo, la misma fuerza que emanamos ocasiona una reacción correspondiente, aumentando así nuestro trabajo, al paso que al volver el ojo mental a una imagen desaparezca silenciosamente del campo de visión. Muchas personas gastan en vano los años en combatir pensamientos impuros, mientras que la ocupación tranquila de la mente con los puros no dejaría lugar para los asaltantes; además, a medida que la mente atrae a si materia que no responde al mal, se convierte gradualmente en positiva, en no receptiva para esa clase de pensamientos. Este es el secreto de la verdadera receptividad; la mente responde con arreglo a su constitución; responde a todo aquello que es de naturaleza semejante a la suya; la hacemos positiva respecto de lo malo, negativa hacia lo bueno, por medio de un pensar habitual bueno, construyendo en su misma fábrica materiales que son receptivos de lo bueno y no receptivos de lo malo. 
Debemos pensar en lo que deseamos recibir y negarnos a pensar en lo que no queremos admitir. 
Una mente semejante, en el océano del pensamiento que la rodea, atrae a si los pensamientos buenos, rechaza los malos, y de este modo se hace más pura y fuerte en medio de las mismas condiciones de pensamiento que hacen a otro más débil e impuro. 
El método para reemplazar un pensamiento por otro se puede utilizar con gran ventaja de muchos modos. 
Si un mal pensamiento respecto de otra persona penetra en la mente, debe ser en seguida reemplazado por un pensamiento de alguna virtud que posea, o de alguna buena acción que haya hecho. Si la mente está atormentada por la ansiedad, volvedla hacia el pensamiento del objetivo que la vida implica: la Buena Ley, que "poderosa y dulcemente ordena todas las cosas". 
Si una clase especial de pensamiento no deseable, importuna persistentemente, entonces conviene usar un arma especial: debe escogerse algún verso o frase que encare la idea opuesta, y siempre que el importuno pensamiento se presente, debe repetirse esta frase y detenerse en ella. 
En una semana o dos el pensamiento dejará de turbarnos. 
Es un buen plan de proporcionar constantemente a la mente algún pensamiento elevado, alguna palabra de ánimo, alguna aspiración de una vida noble. Antes de lanzarnos al tumulto del mundo, dia por dia, debemos dar a la mente este escudo de pensamiento bueno. 
Unas pocas palabras son bastantes, tomadas de alguna Escritura de la raza, y éstas, fijas en la mente por unas cuantas recitaciones en cada mañana, volverán a la mente una y otra vez durante el día, y se verá que la mente las repite cuando quiera que esté ociosa. 
MEDlTACIÓN 
La meditación puede decirse que la hemos explicado ya, pues es sólo la actitud sostenida de la mente concentrada en un objeto de devoción, en un problema que necesita aclararse para ser inteligible, en alguna cosa cuya vida se quiere penetrar y absorber más bien que no la forma. 
La meditación no puede verificarse con eficacia hasta que se haya dominado, por lo menos parcialmente, la concentración; pues la concentración no es en fin, sino un medio para llegar a un fin; hace que la mente se convierta en un instrumento cuyo dueño puede usarlo a voluntad. 
Cuando una mente concentrada se dirige con fijeza a un objeto con el fin de atravesar el velo y de llegar a la vida y unirla a la vida a que pertenece la mente, entonces se verifica la meditación. 
La concentración puede considerarse como el moldeamiento del órgano, la meditación como su función. 
La mente se ha aguzado; entonces se la dirige y permanece firme con el objeto cuyo conocimiento se desea. 
Cualquiera que se determine a llevar una vida espiritual, tiene que dedicar diariamente algún tiempo a la meditación. 
Más bien podría sostenerse la vida física sin alimento, que la espiritual sin meditación. 
Los que no pueden disponer de media hora al día, durante la cual puedan abstenerse del mundo y su mente recibir una corriente de vida de los planos espirituales, no pueden llevar la vida espiritual. 
Sólo a la mente concentrada con fijeza, abstraída del mundo, puede lo divino revelarse. Dios se manifiesta en Su Universo bajo formas sin fin; pero dentro del corazón humano se muestra con Su Vida y Su Naturaleza. 
En este silencio, la paz, la fortaleza y la fuerza fluyen al alma, y el hombre de meditación es siempre el más eficaz del mundo. Lord Rosebery, hablando de Cromwell, lo describe como "un místico práctico", y declara que un místico práctico es la fuerza más grande del mundo. 
Esto es verdad. 
La inteligencia concentrada, el placer de abstenerse del tumulto, significa firmeza, dominio propio, serenidad; el hombre de meditación es el hombre que no pierde tiempo alguno, que no desperdicia energía, que no pierde ninguna oportunidad. Semejante hombre gobierna los sucesos, porque dentro de él se alberga el poder del cual los sucesos son la expresión externa; él comparte la vida divina, y, por tanto, comparte el poder divino. 
MODO DE FORTALECER EL PODER DEL PENSAMIENTO 
Podemos proceder ahora a dirigir nuestro estudio del Poder del Pensamiento a la cuestión de la práctica, pues el estudio que no conduce a la práctica es estéril. 
La antigua declaración siempre es verdadera: "El fin de la filosofía es poner término al dolor". 
Tenemos que aprender a desarrollar y después a usar nuestro poder del pensamiento para ayudar a los que nos rodean, los vivos y los llamados muertos, para apresurar la evolución humana, así como también nuestro propio progreso. 
El poder del pensamiento sólo puede aumentarse por la práctica firme y persistente; tan literal y verdaderamente como el desarrollo muscular depende del ejercicio de los músculos que ya poseemos, así el desarrollo mental depende del ejercicio de la mente que ya es nuestra. 
Es una ley de la vida que el desarrollo resulte del ejercicio. 
La vida, nuestro Yo, está siempre buscando una mayor expresión externa por medio de la forma que la contiene. 
A medida que es llamada afuera por medio del ejercicio, su presión sobre la forma hace que ésta se ensanche, y nueva materia es aportada a la forma, y de este modo una parte de la expansión se hace permanente. 
Cuando el músculo se alarga por el ejercicio, más vida fluye a él, las células se multiplican y el músculo se desarrolla de este modo. 
Cuando el cuerpo mental vibra bajo la acción del pensamiento, se le añade nueva materia de la atmósfera mental, la cual se asimila, aumentando así en tamaño y complejidad de estructura. 
Un cuerpo mental constantemente ejercitado crece, ya sean buenos o malos pensamientos en que se ejercite. 
La cantidad de pensamiento determina el desarrollo del cuerpo mental, la clase de pensamiento determina la clase de materia que se emplea en ese desarrollo. 
Ahora bien: las células de la materia gris del cerebro físico se multiplican a medida que el cerebro se ejercita pensando. Exámenes post mortem han demostrado que el cerebro del pensador, no sólo es más grande y más pesado que el cerebro del patán, sino también que tiene un número mucho mayor de circunvoluciones. 
Estas proporcionan un gran aumento de superficie a la materia gris, la cual es el instrumento inmediato físico del pensamiento. De este modo el cuerpo mental y el cerebro físico se desarrollan por medio del ejercicio, y los que quieran mejorarlos y agrandarlos, tienen que recurrir al pensar regular diario, con el propósito deliberado de mejorar sus capacidades mentales. 
Es innecesario añadir que los poderes inherentes al Conocedor se desarrollan también más rápidamente con este ejercicio, y funcionan sobre los vehículos con fuerza creciente. 
A fin de que pueda surtir todo su efecto, esta práctica debe ser metódica. Que un hombre escoja un libro valioso sobre algún asunto que le sea atractivo, un libro escrito por un autor competente, que contenga pensamientos nuevos y girosos. 
Debe leerse lentamente una sentencia o unas pocas, y luego el lector debe pensar con intensidad y fijeza sobre lo que ha leído. Es una buena regla el pensar dos veces mientras se lee, pues el objeto de leer no es simplemente adquirir nuevas ideas, sino el fortalecer las facultades pensantes. 
Si es posible, debe dedicarse media hora a esta práctica; pero el estudiante puede principiar con un cuarto de hora, porque en un principio encontraría algo fatigosa la fijeza de la atención. Toda persona que principie esta práctica y la continúe con regularidad durante algunos meses, al fin de este tiempo estará consciente de un desarrollo bien claro de la fuerza mental, y verá que puede tratar los problemas ordinarios de la vida de un modo mucho más efectivo que antes. 
La Naturaleza es una dueña muy justa en sus pagos, y da a cada cual exactamente el salario que se ha ganado, pero ni un céntimo que no haya merecido. Los que quieran tener el salario de la facultad aumentada tienen que ganarlo pensando mucho. La obra es doble, como ya se ha dicho. De un lado los poderes de la Conciencia salen afuera; de otro, las formas, por medio de las cuales se expresa aquélla, son desarrolladas, y la primera no debe nunca olvidarse. 
Mucha gente reconoce el valor del pensar definido en lo que afecta el cerebro, pero olvidan que la fuente de todo es el Yo inmortal no nacido, y que ellos no hacen más que exteriorizar lo que ya poseen. Dentro de ellos ya reside todo poder y sólo tienen que utilizarlo, pues el Yo Divino es la raíz de la vida en cada uno, y ese aspecto del Yo que es conocimiento, existe en cada cual y está siempre buscando la ocasión para expresarse todo entero. 
El poder está en cada uno increado, eterno; la forma se moldea y se cambia, pero la vida es el yo del hombre, ilimitado en sus poderes. Ese poder que en todos reside, es el mismo poder que formó el Universo; es divino, no humano; es una parte de la vida del Logos e inseparable de Él. 
Si esto se comprendiese bien, y si el estudiante tuviese presente que no es falta de poder, sino lo inadecuado del instrumento, lo que constituye la dificultad, trabajaría muchas veces con más ánimo y esperanza, y, por tanto, con más eficacia. 
Debe llegar a sentir que su naturaleza esencial es conocimiento, y que de él depende que esta naturaleza esencial encuentre expresión en esta encarnación. Esta expresión está ciertamente limitada por los pensamientos del pasado; pero puede ser aumentada ahora y hecha más eficaz por el mismo poder que en ese pasado moldeó el presente. 
Las formas son plásticas y se prestan a ser moldeadas de nuevo aunque lentamente, por medio de las vibraciones de la vida. Sobre todo el estudiante debe tener presente que para un desarrollo firme es esencial la regularidad de la práctica. Cuando se omite un día de práctica, son necesarios tres o cuatro para volver a ganar lo que se pierde en aquél, cosa que sucede, por lo menos, en los primeros grados del desarrollo. Una vez adquirido el hábito de pensar con fijeza, entonces la regularidad de la práctica es menos importante. Pero hasta que este hábito no se haya establecido de un modo definitivo, la regularidad es de capital importancia, porque la costumbre antigua del pensar vago vuelve a afirmarse, y la materia del cuerpo mental vuelve a asumir sus antiguas formas, las cuales tienen que volver a desecharse cuando de nuevo se vuelve a principiar la interrumpida práctica. Es mejor cinco minutos de trabajo hecho con regularidad, que media hora unos días y nada en otros. 
CAVILACIÓN: SU SIGNIFICADO Y EXTIRPACION 
Se ha dicho con verdad que la gente se avejenta más en la cavilación que en el trabajo. El trabajo, a menos que sea excesivo, no perjudica el aparato del pensamiento, sino que, al contrario, lo fortalece. Pero el proceso mental conocido como "cavilación" lo perjudica de un modo definido, y después de cierto tiempo produce un agotamiento nervioso y una irritabilidad que hace imposible un trabajo mental firme. ¿ Qué es "cavilación"? 
Es el proceso de repetir la misma serie de pensamientos una y otra vez, con pequeñas variantes, sin llegar a resultado alguno, y sin siquiera pensar en obtener un resultado. Es la continua reproducción de formas de pensamiento iniciadas por el cuerpo mental y el cerebro, no por la conciencia, e impuesta a ésta por aquellos.
Así como los músculos excesivamente fatigados no pueden estar en reposo, sino que se mueven sin sosiego aun en contra de la voluntad, así el cuerpo mental y el cerebro fatigados repiten una y otra vez las mismas vibraciones que los han causado y en vano trata el pensador de acallarlos para obtener reposo. 
El automatismo se presenta otra vez, la tendencia a moverse en la misma dirección ya emprendida. 
El pensador se ha detenido en un asunto penoso y ha tratado de llegar a una conclusión definida y útil. Fracasó en ello y cesó de pensar, pero no ha quedado satisfecho; deseando encontrar una solución y dominado por el temor le hace permanecer en un estado de ansiedad y desasosiego, causando un flujo irregular de energía. El cuerpo mental y el cerebro, bajo el impulso de esta energía y del deseo, bien que no dirigidos por el pensador, continúan moviéndose y lanzando las imágenes antes formadas y rechazadas. 
Estas son, por decirlo así, impuestas a su atención, y la serie vuelve una y otra vez. A medida que aumenta el cansancio preséntase la irritabilidad y reaccionan de nuevo las cansadas formas, y así la acción y reacción continúan en un circulo vicioso. El pensador es, en la cavilación, el esclavo de sus cuerpos servidores, y sufre bajo su tiranía. 
Ahora bien: este automatismo del cuerpo mental y del cerebro, esta tendencia a repetir las vibraciones ya producidas, puede usarse para corregir la inútil repetición de pensamientos perturbadores. Cuando una corriente de pensamientos ha hecho un canal o sea una forma de pensamiento, nuevas corrientes de pensamiento tienden a fluir por el mismo curso, siendo ésta la línea de menor resistencia. 
Un pensamiento que causa dolor, vuelve así prontamente atraído por la fascinación del temor, de la misma manera que un pensamiento que causa placer vuelve atraído por la fascinación del amor. 
El objeto del amor, el cuadro de lo que sucederá cuando lo que se prevé llegue a realizarse, forma así un conducto mental, un molde para el pensamiento e igualmente para el cerebro. 
La tendencia del cuerpo mental y del cerebro, no sujetos por trabajo alguno perentorio, es repetir la forma y dejar fluir la energía disponible por el canal ya construido. 
Quizás el medio mejor para deshacerse de un "un conducto de cavilación" sea abrir otro de carácter completamente opuesto. Semejante conducto es construido, como ya hemos visto, por un pensamiento definido, persistente y regular, así, pues, que la persona atormentada por la cavilación, dedique tres o cuatro minutos cada mañana, al levantarse, a algún pensamiento noble y alentador: "El Yo es la paz; ese Yo es mi yo. 
El Yo es la Fuerza; ese Yo es mi yo". 
Que piense cómo en su naturaleza más intima es uno con el Padre Supremo; que dentro de tal naturaleza es inmortal, inmutable, sin temor, libre, sereno, fuerte; cómo está revestido de vestimentas perecederas que siente el aguijón del dolor, el roer de la ansiedad, y cuán erróneamente considera a aquéllas como a si mismo. 
Meditando de esta manera, la Paz le envolverá y sentirá que es suya, que es su atmósfera natural. Al hacer esto día tras día, el pensamiento abrirá su propio conducto en el cuerpo mental y en el cerebro, y antes de mucho tiempo, cada vez que la mente se encuentre desocupada, el pensamiento de que el Yo es la Paz y la Fuerza se presentará sin llamarlo, envolviendo la mente en sus alas en medio del tumulto mismo del mundo. 
La energía mental fluirá naturalmente por este canal, y la cavilación será cosa del pasado. Otro medio es educar a la mente a reposar en la Buena Ley, establecer una costumbre de contento. Aquí el hombre reposa en el pensamiento de que todas las circunstancias arrancan de la ley y de que nada sucede por casualidad. 
Tan sólo lo que la ley nos trae es lo que puede alcanzarnos, cualquiera que sea la mano de la que externamente nos provenga. Nada que no sea lo que nos corresponda puede tocarnos; nada que no haya sido causado por nuestra propia voluntad y hechos; nadie puede perjudicarnos sino como instrumento de la ley, cobrando una deuda que debíamos pagar. 
Hasta cuando se prevé un dolor o un disgusto, se hará bien en hacerle frente con tranquilidad, en aceptarlo, en conformarse con él. La mayor parte del aguijonazo pierde su fuerza cuando prestamos nuestra conformidad a la Ley, cualquiera que aquél pueda ser. Y esto lo podemos hacer aún más fácilmente si recordamos que la ley siempre obra para libertarnos, para saldar las deudas que nos retienen aprisionados; y aun cuando nos acarrea el dolor, el sufrimiento, es sólo el camino de la dicha. Todo sufrimiento, sea el que sea, obra para nuestra dicha final, y su función es sólo romper los lazos que nos mantienen atados a la gigante rueda de los nacimientos y muertes. 
Cuando estos pensamientos se hayan hecho habituales, la mente cesará de atormentar con su cavilación, porque las garras de la cavilación no pueden penetrar en la fuerte coraza de la paz. PENSAR y CESAR DE PENSAR 
Mucha fuerza puede obtenerse aprendiendo tanto a pensar como a dejar de pensar a voluntad. Mientras estamos pensando debemos lanzar toda nuestra mente dentro del pensamiento, y pensar lo mejor que podamos; pero cuando ha cesado el trabajo de pensar, debe abandonarse por completo, sin permitir que vague inútilmente, tocando el trabajo y abandonándolo como un bote que choca contra una roca. 
A una máquina no se la mantiene funcionando cuando no produce trabajo alguno, gastándola inútilmente; pero a la inapreciable máquina del pensamiento se la permite dar vueltas y más vueltas sin objeto, cansándola sin resultado alguno útil. El aprender a cesar de pensar, a dejar reposar la mente, es una adquisición del mayor valor. Así como los fatigados miembros recobran energías gozando en el reposo, así también la mente cansada encuentra alivio en el reposo completo. 
El pensar constante significa constante vibración, y la vibración constante un gasto continuo. 
Este gasto inútil de energía produce el agotamiento y la decadencia prematuras, y un hombre puede preservar el cuerpo mental y el cerebro más tiempo, aprendiendo a dejar de pensar cuando el Pensamiento no se dirige a algún resultado útil. Es verdad que "dejar de pensar" no es en modo alguno una cosa fácil. Es, quizás, aún más difícil que el pensar. 
Debe practicarse por periodos muy breves hasta que se adquiere el hábito, porque en un principio implica un gasto de fuerza en sostener la mente quieta. 
Que el estudiante, después de haber pensado firmemente, abandone el pensamiento, y así que cualquier pensamiento aparezca en la mente, aparte su atención del mismo. 
Que persistentemente rechace a todo intruso; si es necesario, imaginar un vacío como un paso hacia el reposo, y tratar de tener sólo conciencia de la quietud y oscuridad. 
La práctica en este sentido se hará cada vez más inteligible si se persiste en ella, y una sensación de quietud y paz animará al estudiante a continuar. 
Tampoco debe olvidarse de que la cesación del pensamiento, ocupado en actividades externas, es un preliminar necesario para trabajar en planos superiores. 
Cuando el cerebro ha aprendido a estar en reposo, cuando ya no reproduce sin descanso las truncadas imágenes de actividades pasadas, entonces se presenta la posibilidad de retirar la conciencia de sus vestimentas físicas y de su actividad libre a su mundo propio. 
Los que esperan dar tal paso adelante en esta vida presente tienen que aprender a cesar de pensar, porque sólo cuando "las modificaciones del principio pensante" son refrenadas en el plano inferior, puede obtenerse la libertad en el superior. 
Otro modo de dar reposo al cuerpo mental y al cerebro mucho más fácil que la cesación del pensar- es cambiando de pensamiento. 
Un hombre que piense fuerte y persistentemente en un sentido, debe tener otra segunda línea de pensamiento lo más distinta posible de la primera, a la cual pueda dedicar su mente para proporcionarle descanso. 
La extraordinaria frescura y juventud del pensamiento que caracterizaba a William Ewart Gladstone en su ancianidad, era en gran parte resultado de las actividades intelectuales subsidiarias de la vida. 
Su pensamiento más fuerte y persistente se dedicaba a la política, pero sus estudios de teología y griego le empleaban muchas horas desocupadas. 
Ciertamente que era un mediano teólogo, y lo que sabía de griego no soy competente para afirmarlo; pero aunque el mundo no se encuentre mas rico con sus sentencias teológicas, su propio cerebro se mantenía fresco y receptivo por medio de estos estudios. De otra parte, Charles Darwin se lamentaba en su vejez de que había dejado atrofiar por falta de uso aquellas facultades que podían referirse a asuntos extraños a su propio trabajo especial. 
La literatura y el arte no tenían para él atracción alguna, y sentía vivamente las limitaciones que se había él mismo impuesto por su completa absorción en una sola línea de estudios. 
El hombre necesita cambio de ejercicio en el pensamiento así como el cuerpo, de otro modo puede sufrir el calambre mental, como a algunos sucede con el calambre de escribir. Especialmente, quizás, es importante para los hombres entregados a asuntos mundanos absorbentes, el elegir un asunto que ocupe las facultades mentales, que no se hayan desarrollado en la actividad de los negocios, que se relacione con las artes, ciencias o literatura, en donde pueden encontrar recreo y cultura. 
Sobre todo los jóvenes debieran adoptar algún método semejante antes de que sus juveniles y activos cerebros lleguen al cansancio y al desaliento, y en la vejez encontrarán entonces en si mismos recursos que alegrarán sus decadentes días. 
La forma conservará su elasticidad por mucho más tiempo cuando se le proporciona de este modo descanso cambiando de ocupación. 
EL SECRETO DE LA PAZ DE LA MENTE 
Mucho de lo que ya hemos estudiado nos dice algo del modo de asegurar la paz de la mente; pero su necesidad fundamental es el claro reconocimiento y comprensión de nuestro lugar en el universo. Somos parte de una gran Vida que no conoce fracaso alguno, ninguna pérdida de esfuerzo o de fuerza, "que ordenando todas las cosas potente y armoniosamente, conduce a los mundos marchando hacia la meta". 
La noción de que nuestra vida es una unidad separada, independiente, combatiendo por sí misma contra innumerables unidades separadas e independientes, es una ilusión de las más perturbadoras. 
Mientras consideremos de tal modo el mundo y la vida, la paz se hallará retirada de nosotros como un pináculo inaccesible. Cuando sintamos y sepamos que todos los yos son uno, entonces la paz de la mente será nuestra sin temor alguno de pérdida. Todas nuestras desdichas provienen de creernos unidades separadas, y de girar después en nuestros propios ejes mentales, pensando solamente en nuestros intereses separados, nuestros separados objetivos, nuestras alegrías y penas separadas. 
Algunos hacen esto respecto de las cosas inferiores de la vida, y son los menos satisfechos de todos, siempre arrebatando sin cesar el depósito general de bienes, y amontonando tesoros inútiles. Otros buscan siempre su propio progreso separado en la vida superior, gente buena y fervorosa, pero siempre descontenta y ansiosa. 
Siempre se están contemplando y analizando: ¿Adelanto? ¿Sé más de lo que sabía el año pasado?, y así por el estilo, ansiando continuas seguridades de progreso y concentrados sus pensamientos en sus propias ganancias internas. 
La paz no se encuentra en los constantes esfuerzos para satisfacer algo separado, aun cuando la satisfacción sea de clase superior. Se encuentra renunciando el yo separado, apoyándose en el Yo que es Uno, el Yo que se manifiesta en todas las etapas de la evolución, y en nuestro estado lo mismo que en cualquier otro, y en todos está contento. El deseo del progreso espiritual es de gran valor en tanto que los deseos inferiores envuelven y encadenan al aspirante; obtiene fuerza para libertarse de ellos por el deseo apasionado del desarrollo espiritual, pero no da ni puede dar la dicha, que sólo se encuentra cuando se desecha al yo separado y se reconoce al gran Yo como aquello para cuyo servicio vivimos en el mundo. 
Hasta en la vida ordinaria la gente no egoísta es la más feliz: aquellos que trabajan en hacer felices a otros y que se olvidan de sí mismos. Somos el Yo, y por tanto, las alegrías y pesares de otros son tan nuestros como suyos, y en la proporción en que sintamos esto y aprendamos a vivir de suerte que el mundo todo participe de la vida que fluye por nosotros, aprenden nuestras mentes el secreto de la paz. 
"Obtiene la paz aquel en quien todos los deseos fluyen como los ríos en el Océano, que está lleno de agua y permanece inalterable" . 
Mientras más deseamos, tanto más la sed de la dicha  la cual es desdicha  aumentará. 
El secreto de la paz es el conocimiento del Yo, y el pensamiento "Ese Yo soy yo", ayudará a la obtención de la paz de la mente que nada puede turbar.
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EL PODER DEL PENSAMIENTO SU DOMINIO Y CULTURA DE ANNIE BESANT- CAPITULO V PRIMER ESCRITO- CONCENTRACIÓN


CAPITULO V (PRIMER ESCRITO)

CONCENTRACIÓN 
Pocas cosas hay que sean tan difíciles para el estudiante que principia a educar su mente como la concentración. 
En las primeras etapas de la actividad de la mente, el progreso depende de sus veloces movimientos, de su viveza, de su disposición para recibir los choques de sensaciones tras sensaciones, volviendo su atención prontamente de una a otra. En esta etapa la versatilidad es una cualidad valiosísima siendo esencial para el progreso la dirección constante de la atención hacia lo externo. 
Mientras que la mente esté reuniendo materiales para pensar, la extrema movilidad es una ventaja; y durante muchas, muchísimas vidas, la mente se desarrolla por medio de esta movilidad, la cual aumenta con la práctica. 
La interrupción de esta costumbre de exteriorizarse en todas direcciones, la imposición de la fijeza de la atención en un solo punto, semejante cambio causa un sacudimiento, un choque, y la mente se precipita alocada, como el caballo no domado cuando por primera vez siente el freno. 
Hemos visto que el cuerpo mental se amolda a las imágenes de los objetos a que se dirige la atención. 
Patanjali habla de la interrupción de las modificaciones del principio pensante, esto es, la interrupción de esas constantes reproducciones del mundo externo. El detener las constantes modificaciones del cuerpo mental, y el mantenerlo amoldado con fijeza a una imagen mental, es concentración en lo que a la forma se refiere; dirigir la atención con fijeza a esta forma, a fin de reproducirla perfectamente dentro de sí, es concentración en lo que respecta al conocedor. 
En la concentración, la conciencia está fija en una sola imagen; toda la atención del conocedor está dirigida a un solo punto, sin fluctuaciones ni desviaciones. 
La mente la cual discurre continuamente de una a otra cosa, atraída por los objetos externos, amoldándose a cada uno en veloz sucesión - es enfrentada, mantenida y obligada por medio de la voluntad a permanecer en una forma, moldeada a una imagen, sin atender a ninguna otra impresión. 
Ahora bien; cuando se mantiene a la mente de este modo, amoldada a una imagen, y el conocedor la completa fijamente, obtiene un conocimiento del objeto muchísimo mayor que el que pudiera aportarle cualquier descripción verbal del mismo. Nuestra idea de una pintura, de un paisaje, es mucho más completa cuando la hemos visto que cuando sólo la leemos u oímos hablar de ella. 
Y si nos concentramos en tal descripción, la pintura toma forma en el cuerpo mental, y obtenemos un conocimiento mucho más completo que el que se obtiene por la mera lectura de las palabras. 
Las palabras son símbolos de las cosas, y la concentración en el bosquejo de una cosa producida por la palabra descriptiva, añade más y más detalles, por ponerse la conciencia más en contacto con la cosa descrita. 
Al principio de la práctica de la concentración hay que luchar con dos dificultades. 
Primera, el desatender las impresiones que continuamente se reciben. Hay que impedir que el cuerpo mental conteste a estos contactos, debiendo resistirse la tendencia a responder a las impresiones externas; pero esto requiere dirigir parcialmente la atención a esta misma resistencia, y cuando se ha vencido la tendencia a responder, la resistencia misma tiene que cesar; necesitase el equilibrio perfecto, ni resistencia ni no resistencia, sino una firme quietud, tan poderosa que las ondas externas no produzcan ningún resultado, ni tan siquiera el resultado secundario de tener conciencia de un algo que hay que resistir. Segunda, la mente debe sostener como única imagen, durante el tiempo que sea el objeto de la concentración; no sólo debe resistirse a ser modificada en contestación a los choques externos, sino que debe también cesar su propia actividad interna, la cual está siempre barajando su contenido, pensando en él, estableciendo nuevas relaciones, descubriendo semejanzas y desemejanzas ocultas. 
Esta imposición de quietud interna es aún más difícil que permanecer ignorante de choques externos, por referirse a su propia vida intima y completa. 
El volver la espalda al mundo externo, es más fácil que aquietar el interno, porque este mundo interno está más identificado con el Yo; y en una palabra, para la mayor parte de la gente en el presente grado de evolución, representa el "yo" (personal). 
El intento mismo, sin embargo, de aquietar la mente de este modo, produce pronto un avance en la evolución de la conciencia, porque inmediatamente sentimos que el que gobierna y el gobernado no pueden ser uno, e instintivamente nos identificamos con el primero. 
"Yo aquieto mi mente", es la expresión de la conciencia, y se siente a la mente como perteneciendo al "yo", como una propiedad suya. 
Esta distinción crece inconscientemente y el estudiante encuentra que está adquiriendo la conciencia de una dualidad, de algo que domina y de algo que es dominado. 
La mente concreta inferior es apartada y el "yo" se siente como un poder mayor, como una visión más clara, y se desarrolla un sentimiento de que este "yo" no depende ni del cuerpo ni de la mente. Este es el primer albor de conciencia de la verdadera naturaleza inmortal, y el horizonte se dilata, pero interiormente, no externamente, hacia adentro, más y más, continuamente y sin limitación. 
Desarróllase el poder de conocer la Verdad a primera vista, el cual sólo se muestra cuando se trasciende a la mente, con su lento proceso de razonar. Porque el "yo" es la expresión del Yo, cuya naturaleza es conocimiento, y siempre que se pone en contacto con una verdad encuentra sus vibraciones regulares, y por tanto en armonía con las suyas, al paso que lo falso le desentona y causa un sonido discordante, anunciando su naturaleza con su mismo contacto. 
A medida que la mente inferior asume una posición más y más subordinada, estos poderes del Ego afirman su propio predominio, y la intuición  análoga a la visión directa del plano físico sustituye al razonamiento, el cual puede ser comparado al sentido del tacto en el plano físico. 
Cuando la mente está bien educada en la concentración de un objeto, y puede sostener su "agudeza"  según especialmente se llama este estado corto rato, el grado que a éste sigue es abandonar el objeto y mantener la mente en esta actitud de atención fija, sin que la atención esté dirigida a cosa alguna. 
En este estado el cuerpo mental no muestra ninguna imagen; su material propio existe siempre, mantenido fijo y firme, sin recibir impresiones, en un estado de calma perfecta, como un lago sin olas. Entonces el Ego puede formar el cuerpo mental con arreglo a sus propios elevados pensamientos y penetrarlo con sus propias vibraciones. El puede moldearlo con arreglo a las elevadas visiones de los planos superiores al suyo, de los cuales ha obtenido un vislumbre en sus momentos de mayor elevación, y de esta manera puede aportar ideas a las que el cuerpo mental no hubiera podido responder de otro modo. Estas son las inspiraciones del genio, ese relámpago que desciende a la mente con deslumbrante luz y que ilumina al mundo. El hombre mismo que las comunica al mundo escasamente puede decir, en su estado mental ordinario, cómo han llegado a él: sólo sabe que de algún modo extraño. ...el poder dentro de mí resonando Vive en mi labio y llama con mi mano.

LA CONCIENCIA ESTA DONDE QUIERA QUE HAY UN OBJETO AL CUAL RESPONDE 

En el mundo de las formas, una forma ocupa un espacio definido y no puede decirse  si se permite la frase que está en un sitio donde no está; esto es, que ocupando cierto lugar, está más cerca o más lejos de otras formas que ocupan determinados sitios con relación al suyo. 
Si cambia de un sitio a otro, tiene que cruzar el espacio que entre ambos media, cuyo tránsito puede ser rápido o lento, veloz como un relámpago o perezoso como la tortuga, pero que tiene que hacerse y emplear cierto tiempo, ya sea corto o largo. Ahora bien: respecto de la conciencia, el espacio no existe. 
La conciencia cambia de estado, pero no de sitio, y abarca más o menos, conoce o no conoce aquello que no es ella misma, justamente en la proporción en que pueda o no pueda responder a las vibraciones de los no-yos. 
Su horizonte se ensancha con su receptividad, esto es con su poder de responder, con su poder de reproducir vibraciones. 
En esto no hay nada de viajar, de cruzar intervalos intermedios. El espacio pertenece a las formas, las cuales se afectan más entre sí cuanto más próximas se hallan unas de otras y cuya mutua influencia disminuye a medida que aumenta la distancia que las separa. 
Todos los que practican la concentración con éxito descubren para si esta no existencia del espacio para la conciencia. 
Un verdadero adepto puede adquirir conocimiento de cualquier objeto concentrándose en él, sin que la distancia afecte en nada tal concentración. 
Adquiere conciencia de un objeto que se encuentre, pongamos por caso, en otro planeta, no porque su visión astral actúe telescópicamente, sino porque en la región interna existe el universo entero como un punto; un hombre semejante llega al Corazón de la Vida y ve todas las cosas en él. 
En los Upanishadas está escrito que dentro del corazón hay una pequeña cámara, y que dentro de ella está el "éter interno", el cual es coextensivo con el espacio; éste es el Atma, el Yo inmortal inaccesible a todo dolor. 
Dentro moran el firmamento y el mundo; dentro moran el fuego y el aire, el sol y la luna, los relámpagos y las estrellas, todo lo que está y todo lo que no está en Este (el Universo). "Chhandogyopanishad", VIII, 1, 3. 
Este "éter interno del corazón" es un término místico antiguo que describe la naturaleza sutil del Yo, el cual es, verdaderamente, uno y todo penetrante, de suerte que aquel que sea consciente en el Yo, es consciente de todos los puntos del Universo. La ciencia dice que un movimiento de un cuerpo aquí, afecta la estrella más distante, porque todos los cuerpos están sumergidos en el éter y penetrados por él, un medio continuo que transmite las vibraciones sin fricción alguna, y por tanto, sin pérdida de energía, y por consiguiente a cualquier distancia. 
Esto es en el aspecto forma de la Naturaleza. 
Es, pues, natural que la conciencia, el aspecto vida de la Naturaleza, sea del mismo modo toda penetrante y continua. Nosotros sentimos que estamos "aquí" porque estamos recibiendo impresiones de los objetos que nos rodean. 
Así, cuando la conciencia vibra en contestación a objetos "distantes" de un modo tan completo como a objetos "próximos", sentimos que estamos con ellos. 
Sí la conciencia responde a un suceso que tiene lugar en nuestra propia habitación, no hay diferencia en el conocimiento que se adquiere de uno y de otro, y en ambos casos se siente igualmente estar "aquí". 
El Conocedor está donde quiera que su conciencia puede responder, y el aumento de este poder significa la inclusión en su conciencia de todo aquello a que responde, de todo aquello que está en su esfera de vibración. 
En este punto también es útil la analogía física. 
El ojo puede ver todo aquello que puede lanzar vibraciones luminosas en él, pero nada más. Puede responder dentro de cierta esfera de vibraciones; todo lo que esté fuera de ella, por encima axioma hermético "así como es arriba es abajo", o por debajo, es para él oscuridad. 
El antiguo es una clave en el laberinto que nos rodea, y estudiando lo reflejado abajo, podemos muchas veces aprender algo del objeto que desde arriba se refleja. 
Una diferencia entre este poder de estar consciente de cualquier sitio y "el ir" a planos superiores, es que en el primer caso el Jiva , ya esté o no encerrado en sus vehículos inferiores, se siente en el acto en presencia de los objetos "distantes", y en el segundo, revestido del cuerpo mental y del astral, o solamente del primero, viaja velozmente de un punto a otro con conciencia de la traslación. 
Una diferencia aun mucho más importante es que el Jiva puede encontrarse en medio de una multitud de objetos de los cuales no entiende absolutamente nada, un mundo nuevo y extraño que se sorprende y confunde; al paso que en el primer caso comprende todo lo que ve, y conoce en todas ocasiones la vida así como la forma. Estudiada de este modo, la luz del Yo Uno brilla a través de todo, y se goza de un conocimiento sereno que nunca pudiera adquirirse pasando edades sin cuento en medio del desierto de las formas. 
La concentración es el medio por el cual el Jiva escapa de la esclavitud de las formas y entra en la paz. "Para él no hay paz sin la concentración", dice el Maestro (Bhagavad Gita, II, 66); pues la paz tiene su nido en una roca que se cierne sobre las agitadas ondas de la forma.
MENTES VAGABUNDAS 
La queja universal que viene de los que principian a practicar la concentración, es que el intento mismo de concentrarse da por resultado una mayor inquietud de la mente. 
Hasta cierto punto esto es verdad; pues la ley de acción y reacción funciona en esto como en todo, y la impresión que se impone a la mente produce una reacción correspondiente. 
Pero al paso que admitimos esto, vemos, estudiando el asunto con mayor detenimiento, que el aumento de inquietud es en gran parte ilusorio. 
El sentimiento de tal aumento se debe principalmente a la oposición que de repente hace surgir entre el Ego que desea la fijeza y la mente en su condición normal de movilidad. 
El Ego ha sido, durante una larguísima serie de vidas, llevado de aquí para allá por la mente en todos sus veloces movimientos, así como el hombre es llevado siempre a través del espacio por la tierra. 
El no es consciente del movimiento; no sabe que el mundo se mueve, de tal manera forma él parte del mismo, moviéndose como él se mueve. Si pudiera separarse de la tierra y detener su propio movimiento sin quedar reducido a átomos, entonces solamente podría tener conciencia de que la tierra se movía con gran velocidad. 
Mientras el hombre cede a todos los movimientos de la mente no se da cuenta de su continua actividad e inquietud; pero cuando se queda quieta, cuando cesa de moverse, entonces siente el incesante movimiento de la mente, a la cual hasta entonces ha obedecido. Si el principiante conoce estos hechos, no se desanimará desde el comienzo mismo de sus esfuerzos al encontrarse con esta experiencia universal, sino que considerándola como una resultante natural, proseguirá tranquilamente su tarea. 
Y, después de todo, no hace más que repetir la experiencia que expresó Arjuna hace cinco mil años. 
“Este Yoga que Tú has declarado ser por ecuanimidad, oh matador de madhu , no lo veo firmemente fundado, a causa de la inquietud; pues la mente es verdaderamente inquieta, oh Krishna; es impetuosa, fuerte y difícil de doblegar: la considero tan difícil de dominar como el viento. 
Y la contestación es, no obstante, verdad, la contestación señala el único medio de conseguirlo. Sin duda alguna, oh poderoso armado, la mente es difícil de dominar e inquieta; pero puede ser doblegada por medio de la práctica constante y por la indiferencia. ("Bhagavad Gita, VI, 35, pág. 94.”) 
La mente, de este modo aquietada, no perderá tan fácilmente su equilibrio por los pensamientos vagabundos de otras mentes que buscan siempre dónde deslizarse, multitud vagabunda que constantemente nos rodea. 
La mente acostumbrada a la concentración, retiene siempre cierta positividad, y no se amolda fácilmente a los intrusos. Todos los que se dediquen a educar sus mentes deben mantener una actitud de firme vigilancia respecto de los pensamientos que "vienen a la mente", practicando siempre con ellos una selección constante. 
El negarse a abrigar malos pensamientos, el repelerlos prontamente si llegasen a entrar, el reemplazar en el acto un pensamiento malo por uno bueno de naturaleza opuesta, esta práctica templará la mente de tal modo que después de cierto tiempo obrará automáticamente, rechazando por si misma lo malo. 
Las vibraciones rítmicas, armoniosas, repelen las inarmónicas e irregulares; son lanzadas del  El demonio de las tinieblas, o sea los malos deseos y bajas pasiones. - "Bhagavad Gita", páginas 93 y 94 
Rítmica y vibrante superficie como una piedra que choca contra una rueda que gira. 
Viviendo, como todos vivimos, en una corriente continua de pensamientos buenos y malos, necesitamos cultivar la acción selectiva de la mente, de suerte que los buenos sean automáticamente acogidos y los malos automáticamente rechazados. 
La mente es como un imán, que atrae y repele, y la naturaleza de sus atracciones y repulsiones puede ser determinada por nosotros mismos. Si observamos los pensamientos que acuden a nuestra mente, veremos que son de la misma clase que los que habitualmente abrigamos. 
La mente atrae los pensamientos que son congruentes con sus actividades normales. Si, pues, practicamos deliberadamente durante un tiempo la selección, la mente verificará pronto esta selección por sí misma en la senda que se le ha marcado, y de este modo los pensamientos perjudiciales no penetrarán en la mente, al paso que los benéficos encontrarán siempre la puerta abierta.
MODO DE CONCENTRARSE 
Una vez comprendida la teoría de la concentración, el estudiante debe principiar su práctica. 
Si tiene un temperamento de devoción, su trabajo se simplificará mucho, porque puede tomar el objeto de su devoción como objeto de contemplación; y como el corazón es atraído poderosamente a ese objeto, la mente permanecerá gustosamente en él, presentando la imagen amada sin esfuerzo y excluyendo las otras con igual facilidad; pues la mente es constantemente impelida por el deseo y sirve siempre como ministro del placer. 
Aquello que causa placer es lo que la mente busca siempre, y siempre trata de presentar imágenes que causan placer y de excluir las que originan dolor. De ahí que se sostendrá en la imagen amada, fijándose en tal contemplación por el poder que causa, y si se le obliga a separarse de ella, volverá una vez y otro. 
Un devoto puede, pues, alcanzar muy pronto un grado considerable de concentración; piensa en el objeto de su devoción, creando con la imaginación tan claramente como le es posible, una pintura, una imagen de aquel objeto, y luego conserva la mente fija en esa imagen, en el pensamiento del amado. 
Así, un cristiano pensaría en el Cristo, en la Virgen Madre, en su Santo Patrono, en su Ángel Guardián, etc.; un indio pensaría en Maheshvara, en Vishnu, en Uma, en Shri Krisna; un budista pensaría en Buda, en Bodhisattva; un parsi en Ahuramazda, en Mithra, y así sucesivamente. 
Todos y cada uno de estos objetos llaman la devoción del que adora, y la atracción que ejercen sobre el corazón ata la mente al objeto causante del placer. 
De este modo la mente se concentra con el menor esfuerzo, con la pérdida menor de fuerza. Cuando el temperamento no es de devoción, puede, sin embargo, utilizarse como ayuda el elemento de atracción; pero en este caso debe atraer a una idea, no a una persona. 
Los primeros intentos de concentración deben hacerse siempre con esta ayuda. En la persona no devota la imagen atrayente debe tomar la forma de alguna idea profunda, de algún elevado problema; esto es lo que debe formar el objeto de la concentración, y en él debe fijarse firmemente. 
En esto, el poder de sujeción de la atracción es el interés intelectual, el deseo profundo de conocimiento, uno de los amores más hondos del hombre. 
Otra forma de concentración de mucho resultado, para el que no se sienta atraído a una personalidad como objeto de devoción, es elegir una virtud y concentrarse en ella. 
Semejante objeto puede despertar una especie de verdadera devoción, porque llama al corazón, por medio del amor, a la belleza intelectual y moral. 
La virtud debe ser imaginada por la mente del modo más completo posible, y cuando se ha obtenido una vista general de sus efectos, la mente debe sostenerse fija en su naturaleza esencial. 
Otra gran ventaja de esta clase de concentración es que la mente se moldea a la virtud y repite sus vibraciones, convirtiéndose la virtud gradualmente en parte de la naturaleza y estableciéndose firmemente en el carácter. 
Este moldeamiento de la mente es en realidad un acto de creación propia, pues la mente, después de algún tiempo, asume gustos a las formas a que se le ha obligado por la concentración, y estas formas se convierten en los órganos de su expresión habitual. 
Con verdad se ha escrito de muy antiguo: “El hombre es la creación del pensamiento; lo que piensa en su vida, en eso mismo se convertirá en lo sucesivo. (Chhandogyopanishad, III, XIV, l.)” 
Cuando la mente se aparta del objeto, ya sea éste de devoción o intelectual como sucederá una y otra vez , debe ser atraída y fijada de nuevo en el objeto. 
Muchas veces, en un principio, vaga lejos sin que tal vagar se note, y el estudiante despierta repentinamente al hecho de que está pensando en una cosa muy distinta del objeto propuesto. Esto sucederá una y cien veces, y con paciencia debe volverla a traer al punto; es un procedimiento fastidioso y cansador, pero no hay otro medio de obtener la concentración. 
Es un ejercicio mental útil e instructivo, cuando la mente se ha deslizado de este modo sin que se note, el traerla de nuevo al punto haciéndola retroceder por el mismo camino por el cual se apartó. Este procedimiento aumenta el dominio del jinete sobre su desbocado corcel y disminuye así su inclinación a escapar. 
El pensar consecutivo, aunque es un paso hacia la concentración, no es una cosa idéntica, porque en el pensar consecutivo la mente pasa por una serie de imágenes y no está fija en una sola. 
Pero como es mucho más fácil que la concentración, el principiante puede usarlo como preparatorio de la otra tarea más difícil. Para un devoto es muchas veces más útil elegir una escena de la vida del objeto de su devoción, y el pintar vividamente la escena en sus detalles, de localidad, paisaje y colorido. De este modo la mente se afirma gradualmente en una senda, y, por último, se la puede conducir y fijarse en la figura principal de la escena, o sea el objeto de devoción. 
Al reproducirse la escena en la mente asume un sentimiento de realidad, y de este modo puede ser posible ponerse en contacto magnético con los anales de esta escena en un plano superior - la fotografía permanente de ella en el éter cósmico  y obtener así un conocimiento mucho mayor de ella que el que puede haberle dado cualquier descripción. 
De este modo también el devoto puede ponerse en contacto magnético con el objeto de su devoción, y por medio de este contacto directo entrar en relación mucho más intima con él; pues la conciencia no se halla bajo ninguna limitación física de espacio, sino que está donde quiera que se halla consciente - circunstancia que ya ha sido explicada. 
La concentración misma, sin embargo, debe tenerse presente que no es este pensar consecutivo, y la mente tiene por último que ser firmemente atada al objeto único y permanecer fija en él, no razonando sobre él, sino, como dijéramos, extrayendo, absorbiendo su contenido.
LOS PELIGROS DE LA CONCENTRACIÓN 
Existen ciertos peligros relacionados con la práctica de la concentración, respecto de los cuales hay que prevenir a los principiantes, pues muchos estudiantes, ansiosos en su deseo de avanzar mucho, van demasiado de prisa, y así se crean obstáculos en lugar de mayores facilidades. 
El cuerpo puede llegar a perjudicarse debido a la ignorancia y falta de cuidados del estudiante. Cuando un hombre concentra su mente, su cuerpo se pone en un estado de tensión que él nota y que es involuntario en lo que a su intención concierne; esta clase de relación de la mente y del cuerpo puede observarse en muchas cosas triviales: un esfuerzo para recordar algo ocasiona arrugas en la frente, los ojos se fijan y las cejas descienden; la atención firme es acompañada por fijeza de los ojos; la ansiedad por una mirada vehemente y atenta. 
Durante edades el esfuerzo de la mente ha sido acompañado por el esfuerzo del cuerpo, pues habiendo estado dirigida la mente por completo a suplir las necesidades del cuerpo por medio de esfuerzos corporales, ha establecido así una asociación que obra automáticamente. 
Cuando se principia la concentración, el cuerpo, siguiendo su costumbre, sigue a la mente y los músculos se ponen rígidos, y tirantes los nervios; de aquí que un gran cansancio físico, un agotamiento muscular y nervioso, un dolor agudo de cabeza, pueden seguir a los esfuerzos que se hagan; y así la gente es inducida a renunciar a tal ejercicio creyendo que estos malos efectos son inevitables. 
Es un hecho positivo que puede evitarse con una simple precaución. 
El principiante debe de vez en cuando interrumpir su concentración, lo suficiente para observar el estado de su cuerpo, y si lo encuentra cansado, tirante o rígido, debe abandonarla en el acto; cuando esto se ha hecho varias veces, los lazos de asociación se romperían y el cuerpo permanecerá flexible y descansando mientras la mente esté concentrada. Pantanjali dice que en la meditación la postura que se adopte debe ser "cómoda y agradable", pues el cuerpo no puede ayudar a la mente con su tensión y se perjudica. 
Quizás una anécdota personal no será permitida como ilustración del caso. 
Un día, mientras me hallaba bajo la educación de H.P.Blavatsky, me indicó que hiciese un esfuerzo de voluntad; lo hice muy intenso, y con el resultado de una gran hinchazón de los vasos sanguíneos de la cabeza. 
"Querida mía  dijo secamente , no se quiere con los vasos sanguíneos". Otro peligro físico proviene del efecto producido por la concentración en las células nerviosas del cerebro. 
A medida que aumenta el poder de la concentración, a medida que la mente se aquieta y el Ego principia a obrar por medio de la misma, pone de nuevo a prueba las células nerviosas del cerebro. 
Estas células por supuesto, están constituidas fundamentalmente por átomos, y las paredes de estos átomos consisten en espiralillas a través de las cuales pasan las corrientes de energía vital. 
De estas espiralillas hay siete series, de las cuales sólo cuatro están en el uso; las otras tres están aún sin usar; son prácticamente órganos rudimentarios. 
A medida que las energías superiores descienden, buscando un contacto en los átomos, la serie de espiralillas que, adelantando la evolución, les servían de canal, son forzadas a entrar en actividad. Si eso se hace muy lenta y cuidadosamente, no resulta perjuicio alguno; pero la demasiada presión significa un daño para la delicada estructura de las espiralillas. 
Estos tubos diminutos y delicados, cuando no están en uso tienen sus lados en contacto, como tubos de suave goma elástica; si los lados son separados violentamente, puede resultar una rotura. 
Un sentimiento de torpeza y pesadez en todo el cerebro es la señal de peligro, si ésta se descuida, sobrevendrá un dolor agudo, seguido, quizá de una inflamación persistente. 
La concentración debe, pues, practicarse al principio con mucha parsimonia, y jamás debe llevarse hasta el punto del cansancio cerebral. 
Unos pocos minutos en cada vez es suficiente para principiar; tiempo que se debe alargar gradualmente a medida que se continúa la práctica. 
Pero por poco que sea el tiempo que se dedique a ello, debe hacerse con mucha regularidad; si se deja pasar un día de práctica, el átomo vuelve a su estado anterior y hay que comenzar de nuevo el trabajo. 
Una práctica regular constante, y no prolongada, asegura los mejores resultados y evita los peligros. 
En algunas escuelas de la llamada Hatha Yoga, se recomienda a los estudiantes que ayuden la concentración fijando la vista en algún punto negro en una pared blanca, y sosteniendo la fijeza de la mirada hasta que sobrevenga el estado de trance. 
Ahora bien: hay dos razones porque esto no debe hacerse. Primeramente, tal ejercicio, después de cierto tiempo, daña la vista, y los ojos pierden su poder de ajustamiento; y segundo, ocasiona una clase de parálisis cerebral. 
Esta principia con el cansancio de las células de la retina; así es que las ondas luminosas chocan en ella y que el punto desaparece de la vista, porque el sitio de la retina donde se formaba la imagen de aquél, pierde la sensibilidad a causa de una respuesta prolongada. 
Esta fatiga se extiende hacia adentro hasta que por fin sobreviene una especie de parálisis, y la persona pasa al estado hipnótico. 
En una palabra: el estimulo excesivo de un órgano de los sentidos es en Oriente un medio reconocido para producir la hipnosis, usándose con este objeto el espejo giratorio, la luz eléctrica, etcétera. Pero la parálisis del cerebro no solo detiene todo pensar en el plano físico, sino que hace el cerebro insensible a las vibraciones no físicas, de suerte que el Ego no puede impresionarlo; no pone en libertad al Ego, sino que solamente le priva de su instrumento. 
Un hombre puede permanecer semanas en un estado de trance provocado de este modo; pero cuando despierta no se encuentra más sabio que al principio del mismo. 
No ha adquirido conocimiento, sino que simplemente ha perdido el tiempo. Semejantes métodos no dan poder espiritual, sino que solamente producen incapacidad física.
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EL PODER DEL PENSAMIENTO SU DOMINIO Y CULTURA DE ANNIE BESANT- Capitulo IV SEGUNDO ESCRITO (EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO)



Capitulo IV ( SEGUNDO ESCRITO)
EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO

LA EDUCACION DE LA MENTE 
El educar la mente en cualquier sentido es educarla toda en cierto grado, pues cualquier clase definida de educación organiza la materia mental de que está compuesto el cuerpo mental, así como también llama hacia afuera algunos de los poderes del conocedor. 
La facultad mejorada puede dirigirse a un fin cualquiera y sirve para todos los objetos. 
Una mente educada puede aplicarse de un modo que sería imposible a la no educada, y ésta es la utilidad de la educación. Pero no debe nunca olvidarse que la educación de la mente no consiste en sobrecargarla de hechos, sino en desarrollar sus poderes. La mente no se desarrolla poniéndola repleta con los pensamientos de otros, sino ejercitando sus propios poderes. 
Se dice de los grandes Maestros que se hallan a la cabeza de la humanidad, que conocen todo cuanto existo en el sistema solar. Esto no significa que todos los hechos que en éste se encierran están siempre en su conciencia, sino que han desarrollado de tal modo en ellos el aspecto del conocimiento, que siempre que dirigen su atención sobre algo, conocen el objeto en que la han fijado. 
Esto es algo mucho más grande que el acopio en la mente de cualquier número de hechos, así como es una cosa más grande ver un objeto en el que se fija la mirada, que ser ciego y conocerlo sólo por la descripción que otros hacen. 
La evolución de la mente se mide no por las imágenes que contiene, sino por el desarrollo de la naturaleza llamada conocimiento, el poder de reproducir en ella todo cuanto se le presente. Esto es tan útil en cualquier otro universo como en éste, y una vez obtenido, es nuestro para emplearlo donde quiera que estemos. 
LA ASOCIACIÓN CON SUPERIORES 
Ahora bien: este trabajo de educar la mente puede ser muy auxiliado poniéndonos en contacto con aquellos que están más altamente desarrollados que nosotros. 
Un pensador de mayor poder que nosotros puede ayudarnos materialmente porque emite vibraciones de un orden superior al que nosotros podemos crear. 
Un pedazo de hierro no puede por si solo emitir vibraciones de calor; pero si se halla cerca del fuego, puede responder a las vibraciones de éste y calentarse. 
Cuando nos hallamos al lado de un pensador potente, sus vibraciones obran en nuestro cuerpo mental y despiertan en él vibraciones respondientes, de suerte que vibramos en simpatía por él. 
Durante aquel tiempo sentimos que nuestro poder mental ha aumentado y que podemos asir conceptos que normalmente se nos escapan; pero cuando de nuevo nos hallamos solos, vemos que estos mismos conceptos se han tornado borrosos y confusos. Muchas veces sucede que la gente oye un discurso y lo sigue inteligentemente durante aquel tiempo. Se marchan luego muy satisfechos, sintiendo que han obtenido algo valioso en conocimiento. 
Al día siguiente, al querer participar a un amigo lo que han obtenido, encuentran, con mortificación, que no pueden reproducir los conceptos que tan claros y luminosos le parecieron, y entonces exclaman: 
"Estoy seguro que lo sé; aquí lo tengo, sólo que falta agarrarlo". 
Este sentimiento proviene de la  memoria, de las vibraciones que, tanto el cuerpo mental como Siva, han experimentado; existe la conciencia de haber comprendido los conceptos, la memoria de las formas tomadas y el sentimiento de que, habiéndolas producido, su reproducción debiera ser fácil. 
Pero el día anterior las vibraciones superiores fueron las que produjeron las formas cogidas por el cuerpo mental; fueron moldeadas desde afuera y no desde adentro. 
La impotencia experimentada al tratar de reproducirlas, significa que este moldeamiento tiene que repetírsele algunas veces antes de que tenga suficiente fuerza para reproducir estas formas por vibraciones por él mismo iniciadas. 
El Conocedor tiene que vibrar de este modo superior varias veces antes de que pueda reproducir las vibraciones a voluntad. En virtud de su propia inherente naturaleza, puede desenvolver el poder dentro de sí para reproducirlas, una vez que se ha hecho responder varias veces a la impresión desde afuera. 
El poder en ambos conocedores es el mismo, pero el uno lo ha desarrollado, al paso que el otro está latente. 
Se le saca de esta latencia por el contacto con un poder semejante ya en actividad, y de este modo el más poderoso apresura la evolución del más débil. 
En eso consiste una de las utilidades de asociarse con personas más avanzadas que nosotros. Nos aprovechamos de su contacto y nos desarrollamos bajo su influencia estimulante. 
Un verdadero Maestro ayuda de este modo a sus discípulos mucho más teniéndolos a su lado que por la palabra. 
Para esta influencia el trato personal directo proporciona el contacto más efectivo. Pero a falta de esto o la asociación con el Maestro, mucho puede también obtenerse de los libros, si éstos se eligen sabiamente. 
Al leer una obra de un verdadero gran escritor, debemos por el momento tratar de colocarnos en una situación negativa o receptiva, de suerte que se reciba el mayor número posible de sus vibraciones mentales. 
Cuando hayamos percibido estas vibraciones, nos esforzaremos al tratar de sentir el pensamiento que parcialmente expresan, extraer de ellas todas sus ocultas relaciones. 
Nuestra atención debe concentrarse de modo que penetre la mente del escritor al través del velo de sus palabras. 
Semejante lectura sirve de educación y hace progresar nuestra evolución mental. Una lectura menos esforzada puede servir de pasatiempo, puede llenar nuestra mente, con hechos valiosos y aumentar así nuestra utilidad. Pero la lectura que se ha escrito significa un estimulo para nuestra evolución, y no debe ser descuidado por los que buscan el desarrollo con el fin de servir.
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EL PODER DEL PENSAMIENTO SU DOMINIO Y CULTURA DE ANNIE BESANT- Capitulo IV PRIMER ESCRITO (EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO)


Capitulo IV (PRIMER ESCRITO)

EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO
LA OBSERVACIÓN Y SU VALOR 
Por lo ya expuesto se comprenderá que la observación exacta es un elemento para pensar con claridad. 
Tenemos que principiar nuestro trabajo en el plano físico, donde nuestros cuerpos se ponen en contacto con el No-Yo. Marchamos hacia arriba, y toda la evolución principia en el plano inferior, pasando al superior; en el inferior tocamos, en primer término, el mundo externo y de éste pasan las vibraciones hacia arriba  o hacia adentro haciendo surgir los poderes internos. La observación exacta es, pues, una facultad que debe cultivarse definidamente. 
La mayor parte de la gente va por el mundo con los ojos medio cerrados, y esto lo puede comprobar cada uno de por sí preguntándose a sí mismo acerca de lo que ha observado al pasar por una calle. 
Podemos preguntarnos: ¿Qué he observado al pasar por tal calle? Mucha gente no ha observado casi nada; no ha formado ninguna imagen clara. 
Otros habrán quizás observado unas pocas cosas, algunos quizás muchas. 
Se cuenta del padre de Houdin que educó a su hijo en la observación del contenido de las tiendas ante las cuales pasaba al ir por las calles de Londres, hasta que llegó a poder dar cuenta de todo lo que contenía el frente de una tienda, con sólo lanzar sobre la misma una simple mirada. 
El niño normal y el salvaje son observadores, y según sea su capacidad de observación, así es la medida de su inteligencia. La costumbre de observar de un modo claro y rápido tiene su fundamento; en el hombre de inteligencia mediana, en el pensar con claridad. Los que piensan muy confusamente son, por lo general, los que observan con menos exactitud, excepto cuando la inteligencia está altamente desarrollada y está habitualmente vuelta hacia dentro de si misma. 
Pero la contestación a la pregunta anterior puede ser: "Estaba pensando en otra cosa, y por tanto no observé". 
Y la contestación es muy apropiada si el que contesta estaba pensando en algo más importante que la educación del cuerpo mental y que la del poder de la atención por medio de la observación cuidadosa; pero si el que contesta sólo ha estado soñando, vagando su pensamiento de modo indeterminado, entonces ha malgastado su tiempo mucho más que si hubiese dirigido su energía hacia afuera. 
Esta distinción debe considerarse como limitando las anteriores observaciones; pues un hombre sumido profundamente en sus pensamientos, no observará los objetos pasajeros porque estará fijo en lo interior, y no en lo exterior. 
Los altamente desarrollados y los que lo estén sólo parcialmente, necesitan una educación distinta. 
Pero, ¿cuántos, entre los que no observan, están realmente "sumidos profundamente en sus pensamientos"? En la mente de la mayor parte todo lo que pasa es un vago mirar a cualquier imagen de pensamiento que pueda presentársele; una contemplación, sin objeto determinado, del contenido de su joyero o de sus armarios. 
Esto no es pensar, pues, pensar significa cómo hemos visto, el establecer relaciones, el añadir algo que no estuviera previamente presente. 
Al pensar, la atención del conocedor se dirige deliberadamente a imágenes de pensamiento, y trabaja activamente con ellas. 
El desarrollo, pues, del hábito de observación constituye una parte de la educación de la mente y los que lo practiquen encontrarán que la mente se esclarece, aumenta en poder y se hace más fácilmente manejable; de suerte que pueden dirigirla a un objeto dado mucho mejor que lo que podían hacer antes. Ahora bien, este poder de observación, una vez definidamente establecido, obra automáticamente registrando el cuerpo mental las imágenes, las cuales puede utilizar después si las necesita, sin exigir la atención de su dueño. 
Un caso muy trivial, pero significativo, de esta clase, puedo presentar como experiencia propia. 
Viajando yo en América se suscitó una cuestión acerca del número de la máquina de un tren, en el que habíamos viajado. Esto no fue en modo alguno un caso de clarividencia. 
El número se presentó instantáneamente en mi mente. 
Sin acción alguna consciente mía, la mente había observado y registrado el número al entrar el tren en la estación, y cuando se necesitó saberlo, la imagen mental del tren entrante, con el número en el frente de la máquina se me presentó en seguida. Esta facultad, una vez establecida, es muy útil, pues significa que cuando las cosas han estado pasando en torno de uno sin distraer en aquel momento la atención, se puede, sin embargo, recordarlas mirando el registro que el cuerpo mental había hecho de ellas por su propia cuenta. Esta actividad automática del cuerpo mental fuera de la actividad consciente de Siva, 
tiene efecto en todos nosotros de un modo más considerable que lo que pudiera suponerse; pues se ha visto que cuando una persona es hipnotizada, refiere muchos pequeños sucesos que le habían acaecido sin despertar su atención. 
Estas impresiones llegan al cuerpo mental por medio del cerebro, y se imprimen en éste lo mismo que en aquél. 
De este modo llegan al cuerpo mental muchas impresiones que no fueron suficientemente fuertes para penetrar en la conciencia, no porque la conciencia no pueda conocerlas, sino porque no está lo suficientemente despierta más que para registrar las impresiones más profundas. 
En el estado hipnótico, en el delirio, en los sueños físicos, cuando el Siva no está presente, el cerebro da de si estas impresiones, que generalmente están dominadas por las impresiones mucho más fuertes que el mismo Siva hace o recibe; pero si la mente se educa en observar y registrar, entonces el Siva puede recobrar de ellas las impresiones de que este modo se hayan hecho. 
Así si dos individuos pasan por una calle, uno de ellos educado en la observación y otro no, ambos pueden recibir un número de impresiones sin que ninguno de ellos se dé cuenta de las mismas en aquel momento; pero después el observador educado podrá recordar estas impresiones, al paso que el otro no. Como este poder depende del pensar con claridad, los que deseen cultivar y dominar el poder del pensamiento, harán bien en no descuidar el cultivo del hábito de observación y sacrificar el mero placer de vagar por donde quiera que la corriente de la fantasía pueda llevarlos.
LA EVOLUCION DE LAS FACULTADES MENTALES 
A medida que se acumulan imágenes, el trabajo del conocedor se hace más complicado y su actividad en ellas hace surgir un poder tras otro, inherentes a su naturaleza divina. 
Ya no acepta el Siva es la tercera persona del Trimurti india. Siva, o el Mahadeva., no sólo es el reproductor de las formas humanas, sinó también el principio fructificador, el poder generador que compenetra al Universo mundo externo, tan sólo en su simple relación con él mismo, como conteniendo objetos que son causa de placer o de dolor para él, sino que dispone unas al lado de otras las imágenes de los mismos, las estudia en sus diversos aspectos, les da vueltas y las vuelve a considerar. También principia a coordinar sus propias observaciones. Observa el orden de sucesión de las imágenes. 
Cuando unas dan lugar a otras; cuando una segunda imagen ha seguido a una primera muchas veces, principia a buscar la segunda cuando la primera se presenta, y de este modo las enlaza. Este es el primer paso hacia el razonamiento, y en este punto también tenemos la llamada hacia afuera de una facultad inherente. 
Arguye que A y B han aparecido siempre sucesivamente, y que, por tanto, cuando A aparece, B aparecerá también: 
Esa previsión, al comprobarse constantemente, le hace enlazadas como "causa" y "efecto", y muchos de sus primeros errores son debidos al establecimiento demasiado precipitado de esta relación. Por otra parte, poniendo las imágenes una al lado de la otra, observa su semejanza o desemejanza, y desarrolla la facultad de comparar. 
Elige una u otra como productora de placer, y mueve su cuerpo en el mundo externo en busca de ellas, desarrollando su juicio por estas selecciones y sus consecuencias. 
Desenvuelve un sentido de las proporciones en relación con la semejanza o desemejanza, y agrupa los objetos con arreglo a su mayor igualdad, o los separa según su mayor diferencia; en esto también comete muchos errores; por inducirle fácilmente a ellos las semejanzas superficiales, pero que luego corrige por observaciones posteriores. 
De este modo la observación, la distinción, la razón, la comparación, el juicio, se desenvuelven uno tras otro; son facultades que se desarrollan con la práctica, y así crece este aspecto del Yo como conocedor, por medio de la actividad de los pensamientos, por la acción y reacción, constantemente repetida y entrelazada entre el Yo y el No-Yo. 
Para apresurar la evolución de esas facultades, debemos ejercitarlas deliberada y conscientemente, usando las circunstancias de la vida diaria como oportunidades para desarrollarlas. 
Del mismo modo, como el poder de observación, según hemos visto ya, puede educarse en esta vida diaria, así también podemos acostumbrarnos a ver los puntos de parecido o de semejanza en los objetos que nos rodean; podemos sacar conclusiones y comprobarlas por medio de los sucesos; podemos comparar y juzgar, y todo esto conscientemente y con un objeto dado. 
El poder del pensamiento crece rápidamente con este ejercicio deliberado, y se convierte en una cosa que se maneja constantemente, porque se siente como una posesión definida. 

LA MEMORIA 
A fin de poder comprender claramente cuál es la causa de la "mala memoria", debemos examinar el proceso mental que construye lo que llamamos memoria. Aunque en muchos libros psicológicos se habla de la memoria como de una facultad mental, no existe realmente una facultad a la que se le pueda dar este nombre. La persistencia de una imagen mental no es debida a facultad especial alguna, sino que pertenece a la cualidad general de la mente; una mente débil, es débil en persistencia como en todo lo demás; y lo mismo que una substancia demasiado fluida no retiene la forma del molde en el que se la haya vertido, así pierde la forma que ha asumido. Cuando el cuerpo mental está poco organizado, cuando es un mero agregado de moléculas de materia mental, una masa a manera de nube sin mucha coherencia, la memoria será ciertamente débil. Pero esta debilidad es general, no especial; es común a toda la mente; y es debida a su  estado inferior de evolución. 
A medida que el cuerpo mental se organiza y funcionan en él los poderes de Siva, vemos, sin embargo, a menudo, lo que se llama "una mala memoria". Pero si observamos esta "mala memoria", veremos que no es deficiente en todos los aspectos, sino que hay algunas cosas que se recuerdan bien y que la mente retiene sin esfuerzo. 
Si luego examinamos estas cosas que se recuerdan, veremos que son aquellas que atraen con fuerza a la mente, que las cosas que gustan mucho no se olvidan. He conocido a una mujer que se quejaba de mala memoria respecto de asuntos de estudios, al paso que observé en ella una memoria muy retentiva acerca de detalles de un vestido que admiraba. 
A su cuerpo mental no le faltaba el poder retentivo y suficiente, y cuando observaba cuidadosa y atentamente y producía una imagen mental clara, éste tenía prolongada vida. 
En esto tenemos la clave de la "mala memoria". 
Es debida a falta de atención, a falta de observación exacta y, por tanto, a un pensamiento confuso. El pensamiento confuso es la impresión borrosa causada por la observación descuidada y la falta de atención, al paso que el pensamiento claro es la impresión bien marcada, debida a la atención concentrada y a la observación cuidadosa y exacta. 
No recordamos las cosas a las que prestamos poca atención; pero recordamos bien las cosas que nos interesan mucho. ¿ Como debe, pues, tratarse una "mala memoria"? Primeramente debe observarse las cosas respecto de las cuales es mala, y aquellas para la que es buena, a fin de calcular la cualidad general de adhesividad. Luego deben examinarse las cosas para las cuales es mala, a fin de ver si valen la pena de ser recordadas, y si son cosas que no nos importan. 
Si vemos que no nos importan, pero que en nuestros momentos mejores sentimos que deben interesarnos, entonces debemos decirnos: "Voy a fijarme en ellas, voy a observarlas con exactitud y voy a pensar en ellas cuidadosa y detenidamente". Haciendo esto vemos que nuestra memoria mejora, pues, como se ha dicho antes, la Memoria depende realmente de la atención, de la observación exacta y del pensamiento claro. 
Un objeto que atraiga es valioso para fijar la atención; si éste no está presente, su lugar debe reemplazarse por medio de la voluntad. En esto, como en todas las cosas, un pequeño ejercicio que se repita diariamente, es de mucho más efecto que un gran esfuerzo seguido, de un periodo de inacción. 
Debemos imponernos la pequeña tarea diaria de observar una cosa cuidadosamente, imaginándola en la mente con todos sus detalles, manteniendo la mente fija en ella durante un poco de tiempo, como puede fijarse el ojo físico en un objeto. 
Al siguiente día debemos evocar la imagen reproduciéndola con la mayor exactitud que se pueda, y luego comparada con el objeto y observar las inexactitudes. 
Si concedemos cinco minutos diarios a este ejercicio, observando alternativamente un objeto, imaginándolo luego en la mente y evocando la imagen al día siguiente y comparándola con el objeto, "mejoraremos nuestra memoria" muy rápidamente, al paso que estamos mejorando realmente nuestros poderes de observación, de atención, imaginación y de concentración; en una palabra: estaremos organizando el cuerpo mental y haciéndolo propio, mucho más rápidamente que lo hará la naturaleza sin ayuda, para desempeñar sus funciones de un modo efectivo y útil. 
Ningún hombre puede emprender un ejercicio como éste sin que le produzca efecto, y pronto tendrá la satisfacción de conocer que sus poderes han aumentado y que se hallan mucho más sujetos al dominio de la voluntad. 
Los medios artificiales para mejorar la memoria presentan las cosas a la mente en forma atractiva, o asocia con esa forma la cosa que hay que recordar. 
Si una persona percibe con facilidad, puede ayudar a una mala memoria formando una imagen y relacionando las cosas que quiere recordar con determinados puntos de la pintura. 
Otras personas, en quienes domina el poder auditivo, se acuerdan por medio de un ritmo o retintín, y, por ejemplo, construyen con una serie de fechas u otros hechos poco atractivos, versos que se "agarran a la mente". Pero mucho mejor que estos métodos es el racional que hemos descrito antes, con cuyo uso el cuerpo mental mejora su organización, se hace más coherente en sus materiales.
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