martes, 4 de abril de 2017

MISIÓN DE JESÚS EN LA TIERRA.- CAP. 7 Y ÚLTIMO.


LA DESPEDIDA
“Hoy tengo una sorpresa para ti”, me dijo Isaías en aquella ocasión nada más verme.
¿Sí? ¿De qué se trata?
Hasta ahora siempre que has venido aquí para dialogar te has encontrado solo conmigo. Lo hemos hecho así porque creíamos que te ibas a sentir más cómodo, menos intimidado para preguntar libremente. No me gustaría que llegases a la conclusión de que este es un lugar solitario donde no vive nadie. Ahora que ya has tomado confianza conmigo y con nuestro mundo, creo que ha llegado el momento de presentarte a los demás. Ven conmigo. Quiero enseñarte al resto de gente y sobre todo que charlemos un rato con unos amigos que quieren saludarte.

No sé cómo, comenzamos a volar por encima de aquel paraje. Desde arriba pude ver el magnífico paisaje. Vi pequeños edificios en forma de semiesfera diseminados por un valle de hermosa vegetación. “Son nuestros hogares”, me dijo Isaías sin darme tiempo a formular la pregunta que había pensado. Pude divisar en el centro de aquel núcleo de casitas unos edificios piramidales más grandes que los anteriores, que parecían estar hechos de cristal, de los cuales salía una luz blanca, refulgente. “Ahí es donde nos reunimos para meditar. Contactamos telepáticamente con las esferas superiores para recibir enseñanzas espirituales y también con las inferiores, para transmitir mensajes de amor a toda la humanidad”, me explicó Isaías. Entonces accedimos al interior y echamos un vistazo a través de unas paredes totalmente transparentes. Vimos un grupo de unas treinta personas sentadas en estrados formando un círculo. Me pareció que estaban profundamente concentradas. Cada una parecía tener una función en aquel trabajo de concentración espiritual. Entonces, en medio de ellas, comenzaron a formarse dos figuras humanas, una de un hombre y otra de una mujer. Eran tremendamente bellos y estaban envueltos por una aureola de luz que transmitía una gran sensación de paz y bienestar.


MISIÓN DE JESÚS EN LA TIERRA.- CAP. 6


¿He de entender de tus palabras que la relación sexual ha de tener siempre como motivo la procreación?
No, hombre. Ya hemos hablado de ello ampliamente. La relación sexual para el espíritu avanzado es una manifestación de amor íntimo. Otra cosa muy diferente es cuando para satisfacer los deseos sexuales se cometen abusos de todo tipo y se vulnera el libre albedrío de las personas, sobre todo de las más indefensas, como mujeres y niños, que son dedicados al comercio del sexo (hablo de la prostitución y la pedofilia), o se manipula y engaña de mil maneras para obtener sexo diciendo que se ama cuando en realidad es mentira, algo que ocurre muy frecuentemente en vuestro mundo. Todo eso sí que lo denunció Jesús. Tened en cuenta que en la época de Jesús, la mujer era considerada poco más que una esclava del hombre en todos los aspectos, incluido el sexual, y no tenía prácticamente ningún derecho. Los hombres podían hacer lo que les viniera en gana sin que nadie les dijera nada y la mujer tenía que soportar los abusos del hombre con la bendición de la religión, como por ejemplo cuando se repudiaba a las mujeres y se las condenaba a la prostitución por no tener forma alguna de sobrevivir. Jesús luchó mucho por defender los derechos de la mujer, para que dejara de considerársela una esclava sexual, y también para reprender a aquellos que las culpabilizaban, haciéndoles ver que ellos eran responsables de su lamentable situación. Pero la Iglesia ha transformado todo esto en un alegato contra la sexualidad.

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