No sé qué has visto en mí, no sé qué hechizo
pueda poseer yo, que te enamore
y merezca el favor de quien me hizo,
hasta el punto que dentro de mí more.
¡Qué extraña unión, jamás imaginada:
La criatura y su Dios, enamorados!
Pero, ¡qué desigual! pues, encontrados,
Tú lo das todo y yo no pongo nada!.
YO SOY FELIZ Y ESTOY ENAMORADO
Yo soy feliz y estoy enamorado.
Estoy enamorado de mi Dios.
¡Qué osadía tan grande, haber pensado
en algo tan inmenso y tan atroz!
Mas, fuiste Tú, Señor, quien me has llamado
con voz irresistible, en mi interior;
fue idea Tuya, y Tú el que me has quemado
con la llama sublime de Tu amor;
Y yo, pobre de mí, sin más camino
que entregarme en Tus brazos deslumbrado,
te abandoné mi alma, mi destino,
mi corazón, mi mente y, subyugado,
me enamoré a rabiar de mi asesino.
¡Dichosa sinrazón que me ha salvado!
LA PIEDRA-TEMPLO-GRIAL
¡Qué feliz la adicción a Tu presencia!
¡Qué gozo, qué placer, qué plena dicha,
el saber ya pasada la desdicha
de sufrir de Tu olvido y de Tu ausencia!
Valió la pena edificar el Templo,
piedra a piedra y andamio sobre andamio,
mirando arriba, mas abajo obrando,
siguiendo el plano de Tu claro ejemplo.
Ahora, finiquitado mi trabajo
y lleno de Tu luz mi corazón
y ahíto del dolor que hay aquí abajo,
donde aún reina, señora, la emoción,
reanudo con más fuerza mi destajo
por levantar más templos a Tu amor.
12.- Recapitulemos, pues: ¿Qué es lo que se opone a nuestra felicidad? Varias cosas:
- el miedo, como ya hemos dicho.
- el egoísmo, consecuencia de aquél.
- la falta de armonía entre los componentes del yo inferior o Personalidad. Y
- la falta de armonía entre la Personalidad y el Espíritu.
Porque:
Si todos queremos que nos comprendan y nos disculpen y nos perdonen, ¿cómo vamos a ser felices si nosotros no comprendemos ni disculpamos ni perdonamos a los demás?
Si privamos a los otros de lo suyo, sabiendo que son nuestros hermanos y que lo que tienen lo han merecido en vidas anteriores, ¿cómo vamos a ser felices?
Si no reconocemos a los demás sus derechos, que, sin embargo, exigimos que se nos reconozcan a nosotros, ¿cómo vamos a ser felices?
Si no nos conformamos con lo que la vida nos trae de desagradable, sin pensar que es nuestro propio karma y que debemos esforzarnos por vencer las adversidades, aprendiendo las lecciones que nos enseñan, ¿cómo vamos a ser felices?
Si nos pasamos la vida mirando al plato ajeno, envidiando, perjudicando, descalificando, calumniando, murmurando, ¿cómo vamos a ser felices?
Sobre este particular, recordemos a Calderón, en su célebre poema del sabio:
Cuentan de un sabio que, un día,
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro - entre sí decía -
más pobre y triste que yo?
Y, cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo,
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
13.- La riqueza y el bienestar y el disfrute de lo bueno que nos trae la vida es perfectamente compatible - y, en realidad, es la única postura que lo es correctamente - con el compadecerse de otros y el hacer lo posible por que ellos lleguen a disfrutar como nosotros. El dar todo lo que tenemos a los pobres no hace sino crear un pobre más. No es eso lo que pretendía Cristo. Fue mal interpretado en muchas de Sus palabras y de Sus ideas. Él no pasaba hambre ni la hacía pasar a Sus discípulos. Él asistía a banquetes y visitaba a Sus amigos y comía con ellos y se dejaba servir. ¿Y por qué no?
Pero supo acordarse de los desfavorecidos y les hizo el bien que pudo y hasta dio Su vida por nosotros. No nos engañemos, pues, en la orientación de nuestra vida ni en su disfrute.
Ayudemos, compartamos, pero sin convertirnos en un necesitado más. La pobreza en sí no encierra ninguna virtud. La virtud está en ayudar al pobre con amor, dándonos, en esa ayuda, a nosotros mismos, poniéndonos en su lugar, identificándonos en espíritu, y tratando de solucionar su problema en la medida de nuestras fuerzas. Pero no en convertirnos en pobres y aumentar con ello los problemas ya existentes. Y consiste en, siendo pobres, saber sobrellevar la pobreza con dignidad y luchar y esforzarnos por salir de ella. Y, entretanto, disfrutar, sin excesos, el bienestar de que dispongamos. Lo que tenemos lo hemos merecido, pero hemos de disfrutarlo como lo haría un administrador, sin pegarnos a ello demasiado pues, de no hacerlo así, será comprensible y lógico que lo perdamos.