sábado, 2 de julio de 2016

Sobre el Festival Wesak y la Meditación. Cap. 2 (V.B. Anglada)



V.B. Anglada
Sobre el Festival Wesak y la Meditación. II


Todos estamos pues en esta especie de carisma místico que nos permite representar igual que Cristo, igual que cualquier Maestro, un drama positivo de realización en el mundo donde vivimos, pues así es la ley; y si son doce los discípulos de Cristo, tal como se nos dice en el concepto cristiano, tengamos en cuenta de que desde el momento en que el cristianismo primitivo era realmente esotérico y que todos sus símbolos son realmente esotéricos, y al ser esotéricos se quiere decir que no están en oposición con ninguna otra creencia o religión de ningún aspecto determinado en el mundo, es porque no hay religión que en el fondo no guste al Padre, al Padre o al Hijo, unos por el amor y otros por la voluntad. Otra fracción busca a Dios por el entendimiento, por la comprensión, por el ejercicio de la inteligencia, pero desde el momento en que nos damos cuenta de que realmente el esoterismo no es una nueva religión sino que es la esencia mística de todas las religiones, podemos abarcar dentro de su contexto todas las grandes religiones del mundo y ver que en el fondo todas están persiguiendo lo mismo; y además, que todas las religiones principales tienen idénticos símbolos.

El símbolo de Cristo y los apóstoles no es ni más ni menos que el símbolo del Sol y las doce Constelaciones Zodiacales, es decir, que encontramos el misticismo en todo, y los misterios del cristianismo no son otra cosa que lo que en esoterismo se llama las Iniciaciones o las Iluminaciones progresivas. Y esto nos lleva progresivamente a distinguir que cuando se habla de los aspectos trinos del hombre, de la mente, del amor y de su voluntad, nos estamos refiriendo que en el hombre debe existir forzosamente una atracción mística hacia lo superior en forma de integración que hace que su mente, su corazón y su voluntad, plenamente de acuerdo, están destinados a demostrar la Voluntad de Dios. Y que cada vez que Buda renueva, por ejemplo, como en el día de hoy o mejor dicho anteayer en la Luna llena del signo de Tauro, la resolución de llevar equilibrio al mundo, toda aquella persona de buena voluntad que esté abierta a estas influencias cósmicas puede empezar a edificar el edificio o la estructura de su propio condicionamiento psicológico en libertad de acción, y que puede desde este punto convertirse en un agente creador de la divinidad, es decir, lo que podíamos decir: discípulo no solamente aquel número doce que nos cita históricamente la religión cristiana. Es discípulo toda aquella persona capaz de amar y servir a sus semejantes; es decir, capaz de interpretar la Voluntad de Dios en forma amorosa e inteligente. Desde este punto de vista, ya podemos extender el razonamiento a todas las zonas vitales de la humanidad. ¿Por qué?... Porque realmente estaremos hurgando constantemente en el corazón de Dios, o en su inteligencia creadora, o en los arcanos de su voluntad infinita en cuanto estemos tratando de descubrir un hecho en la naturaleza, o bien, de ayudar a una persona en necesidad.

La meditación, tal como la comprendemos, tal como tratamos de ejercitarla, es el instrumento más adecuado de conexión con la voluntad superior, y si esto se realiza en grupo, se sobreentiende que en ese grupo habrá un ejercicio de la voluntad de Dios en tanto exista integración. Y la integración no es el estar atentos simplemente cuando estemos hablando o discutiendo algún tema esotérico, sino cuando llenos de unción hagamos el firme propósito de ponernos en contacto con el Yo superior y establecer así contacto con un aspecto del Padre. Entonces, con ese aspecto del Padre que hayamos conquistado en un momento de la meditación, se creará en nuestro corazón la semilla o la levadura de lo eterno; y desde aquí empezará el ejercicio de una nueva vida para nosotros, al extremo de que existirá una transformación constante sin que lo queramos y sin que lo pretendamos.

Existe algo de la propia esencia de la divinidad tratando de llegar a un cumplimiento, y cuando exista un número suficiente de personas que a través de la meditación, del estudio, o bien del servicio, hayan logrado establecer ese contacto, se establecerá en la Tierra el germen de una nueva situación. Porque esto no vamos a lograrlo cambiando las estructuras sociales, no vamos a lograr que la voluntad de Dios llegue a los hombres solamente cambiando los ornamentos de lo que hasta aquí hemos ido edificando, sino que hay que reformar estructura partiendo de la propia estructura individual. De no ser así, de nada nos sirve el tener un gran aprecio por la divinidad y tratar de revelarla a través de un corazón muy amante y muy místico. Se trata, como verán, de un trabajo lento que es el trabajo de pulir los ornamentos del cáliz, preparando el día en que el Verbo podrá ocupar plenamente este cáliz, y entonces elevar gozosamente la copa hacia arriba y decir: “Padre, hágase en mí tu santa Voluntad”. Esta palabra sagrada, ya es la última que puede pronunciar el hombre al llegar al pináculo, digamos, de la perfección. Solamente puede hacer que la voluntad del Padre sea en sí, cuando llegado el momento en que ha pulido el cáliz de tal manera que su deseo ya no está contaminado con nada de cuanto le rodea.

Es decir, seguir el imperio místico de aquellas palabras sagradas: “Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo”, lo cual quiere significar también que vivir en el mundo sin ser del mundo exige una completa donación de la pequeña voluntad que somos nosotros en la Voluntad del Padre, y que todo el amor que tengamos en el corazón sea capaz de romper la vasija de lo que nos mantiene en lo habitual, en lo personal, para hendirse progresivamente en las entrañas de lo eterno, en donde existe el sentimiento de unidad, y que términos como la familia, el concepto de amigo, el concepto de grupo, el concepto de unidad, tendrán un valor mucho más extenso, más amplio y más útil que el que tenemos hasta ahora en la actualidad, porque fíjense ustedes que hemos hablado del amor, de la justicia, no hemos hablado del amor del sentimiento. Consideremos hoy, al menos hoy, que el amor por las cosas y por las personas ha desaparecido y que solamente queda en nosotros el amor por Dios, lo cual significa que tendremos que realizar un esfuerzo supremo para surgir como el Ave Fénix de las cenizas de nosotros mismos buscando algo que todavía no forma parte del contexto de la evolución de la humanidad. Llegando a este punto, veremos que tal como ejercitamos el amor o la inteligencia en el mundo actual es falso desde el punto de vista del Padre, porque estamos apegados a las cosas y a los valores; y si vemos nosotros, por ejemplo, que existe un sacrificio constante de la divinidad enviando época tras época, civilización tras civilización, a alguno de sus hijos avanzados, alguno de sus avatares, para instruirnos y darnos fe de la Presencia divina para testificar el que “Cristo en ti, esperanza de gloria”, que constantemente estamos buscando, nuestra reorganización mental y nuestro sentido de valores tendrá que dar un cambio completo sobre sus ejes tradicionales y dirigir la vista hacia una cosa nueva que se presenta en lontananza. Una perspectiva nueva para cuya conquista todavía no tenemos nociones mentales.

Podemos así, de esta manera, ejercer la vida dentro del nuevo campo magnético de situaciones, hasta el punto de que si transformamos nuestra vida de acuerdo con esos valores nuevos que ya empezamos ahora a ejercer, toda la problemática de la vida social tenderá a sufrir una gran transformación, quizá no hablaremos de fraternidad, de moral ni de ética, que son palabras, tampoco hablaremos de Dios y de paz, ni de fecundidad creadora, quizá no diremos nada, pero el amor de Dios estará en nosotros actuando con justicia, porque se pierde mucho tiempo hablando del amor de Dios, como se pierde mucho tiempo tratando de ejercer el amor de Dios a través de lo inmediato, lo más difícil es liberarse del sentido inmediato de valores y pensar o crear los caminos que conducen a la meta más lejana. Al llegar a este punto toda la problemática de la existencia cambia, cambia radicalmente hasta el punto que todo cuanto hasta aquí hemos conocido carece completamente de valor, viene una reorientación absoluta hacia los misterios de gracia que son, como comprenderán, cosas desconocidas todavía para nuestra mente humana, para llegar finalmente a la conclusión de que el único ser que puede expresar amor en su máxima integridad es Aquél que creó el planeta a su imagen y semejanza. Y naturalmente estamos dirigiendo la mirada apuntando hacia la meta más lejana, hacia el centro superior de la cabeza, como podíamos decir. Hacia Shamballa, allí en donde la voluntad de Dios no solamente es ejercida sino conocida, sino que (también) es convenientemente interpretada y a través de la cual nos viene todo el apoyo que necesitamos; y que es de allí precisamente de donde proceden todos y cada uno de los grandes avatares que la civilización en marcha necesita para llegar a sus cauces definitivos.

Meditación, contemplación, todo cuanto en nuestro corazón tiene algo de místico y que tienda necesariamente a un silencio de comprensión, se basa precisamente en la comprensión ya acabada de este concepto de que solamente amamos con una pequeña parte del ser, que sólo sentimos con una débil fracción de nosotros mismos, que estamos tratando de llegar a un punto en donde la vida nos tiene sujetos ya, y que al tenernos sujetos nos impide continuar marchando. Al llegar a este punto de comprensión viene el desapego, el cual se realiza por el esfuerzo sistemático de pulir, como decíamos antes, las estructuras, no las estructuras externas, las estructuras de la sociedad que nos rodea, sino las estructuras o andamiajes en donde se apoya nuestro “yo”, nuestro pequeño “yo”, lleno de satisfacciones y lleno de apego por lo inmediato. Naturalmente, si tratamos de arrancar algo que está apegado a nuestro concepto psicológico sufriremos, ahí viene precisamente la deuda de sacrificio que tenemos con los grandes seres, puesto que con su ejemplo, con la testificación de su trabajo, nos han dado la norma y la medida de cuanto deberemos realizar para hacer y llegar a aquello que ellos hicieron y a donde ellos llegaron.

Es decir, que la meditación, la llegada de estas energías que invocaremos, todo el poder místico que está encendiéndose a nuestro alrededor, el silencio de esta aura que nos rodea, que contiene los gérmenes de la meditación de aquellos que a través del tiempo llegaron a las alturas, debe llegar a un momento en que lo podamos realizar no solamente en grupo, sino en forma individual, a fin de que podamos ser cada vez más conscientes no sólo de las cosas, no sólo de las personas que nos rodean, sino místicamente de nosotros mismos, porque el trabajo no es hacia fuera sino que es hacia adentro. La música de la meditación viene siempre por el contacto con el ser interior, una vez en contacto con este ser, una vez nos demos cuenta de la gloriosa eficacia de su contacto, es cuando podemos empezar a trabajar y es cuando podemos decir realmente: “Mi meditación ha sido fructífera”.

Y con respecto a los planes de los grandes seres que llegaron antes que nosotros a culminar un estado de evolución, antes de poder interpretar la voluntad de Dios a través de Cristo en nuestro planeta y poder así ejercitar un poco en la medida que podamos el amor de su corazón, o hasta aquel punto mágico en que nuestra mente haya adquirido la certeza de las cosas del Reino; hasta este punto estaremos solamente marchando, o tratando de marchar de acuerdo con el principio que nos exigen las jerarquías, y sin darnos cuenta, esta jerarquía se convertirá en el centro de nuestras miradas y en el centro de todos los esfuerzos y de todas nuestras resoluciones. Es decir, nada de lo que podamos recoger tiene un valor total si lo aprendemos como una conquista de nuestro ánimo o como una conquista de exterior constantemente volcado hacia deseos y conquistas, sino que debe ser en todo momento una interpretación exacta de desapego, de desapego de valores, porque se llegará a un punto (en el) que nos daremos cuenta que lo que más nos separa del corazón de Dios es el deseo de llegar a Dios. Ya esto es una etapa avanzada en la cual tendrá que utilizarse por vez primera, dentro de la existencia planetaria en el ser humano, la espada de la justicia. Solamente la espada de la justicia puede romper los lazos que nos apegan a las cosas y a las personas; y esto es una cosa que, tarde o temprano, deberemos realizar, puesto que en esta especie de amor no hay duda ni confusión, existe la certeza, y con la certeza, el imperio de una fuerza que nos hace más grandes y más dignos de lo que hemos sido hasta este momento.

Les sugeriría la meditación y después, si acaso, un poco de coloquio, ¿qué les parece? Porque si hacemos el coloquio ahora, al haber muchos razonamientos habría un poco de confusión, en cuanto que partiendo de esta idea que he analizado solamente como vía de preparación para la meditación, empecemos a divagar, entonces existiría un poco de desequilibrio en el ambiente. Podíamos ahora aprovechar este momento de místico silencio para la meditación y después...

(Se hace la meditación)

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