miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE? CUARTO CAPÍTULO Y ÚLTIMO


¡QUÉ EXTRAÑA UNIÓN...!
 
No sé qué has visto en mí, no sé qué hechizo
pueda poseer yo, que te enamore
y merezca el favor de quien me hizo,
hasta el punto que dentro de mí more.
¡Qué extraña unión, jamás imaginada:
La criatura y su Dios, enamorados!
Pero, ¡qué desigual! pues, encontrados,
Tú lo das todo y yo no pongo nada!.
 
YO SOY FELIZ Y ESTOY ENAMORADO
 
Yo soy feliz y estoy enamorado.
Estoy enamorado de mi Dios.
¡Qué osadía tan grande, haber pensado
en algo tan inmenso y tan atroz!
Mas, fuiste Tú, Señor, quien me has llamado
con voz irresistible, en mi interior;
fue idea Tuya, y Tú el que me has quemado
con la llama sublime de Tu amor;
Y yo, pobre de mí, sin más camino
que entregarme en Tus brazos deslumbrado,
te abandoné mi alma, mi destino,
mi corazón, mi mente y, subyugado,
me enamoré a rabiar de mi asesino.
¡Dichosa sinrazón que me ha salvado!
 
LA PIEDRA-TEMPLO-GRIAL
 
¡Qué feliz la adicción a Tu presencia!
¡Qué gozo, qué placer, qué plena dicha,
el saber ya pasada la desdicha
de sufrir de Tu olvido y de Tu ausencia!
Valió la pena edificar el Templo,
piedra a piedra y andamio sobre andamio,
mirando arriba, mas abajo obrando,
siguiendo el plano de Tu claro ejemplo.
Ahora, finiquitado mi trabajo
y lleno de Tu luz mi corazón
y ahíto del dolor que hay aquí abajo,
donde aún reina, señora, la emoción,
reanudo con más fuerza mi destajo
por levantar más templos a Tu amor.
 
12.- Recapitulemos, pues: ¿Qué es lo que se opone a nuestra felicidad? Varias cosas:
- el miedo, como ya hemos dicho.
- el egoísmo, consecuencia de aquél.
- la falta de armonía entre los componentes del yo inferior o Personalidad. Y
- la falta de armonía entre la Personalidad y el Espíritu.
Porque:
Si todos queremos que nos comprendan y nos disculpen y nos perdonen, ¿cómo vamos a ser felices si nosotros no comprendemos ni disculpamos ni perdonamos a los demás?
Si privamos a los otros de lo suyo, sabiendo que son nuestros hermanos y que lo que tienen lo han merecido en vidas anteriores, ¿cómo vamos a ser felices?
Si no reconocemos a los demás sus derechos, que, sin embargo, exigimos que se nos reconozcan a nosotros, ¿cómo vamos a ser felices?
Si no nos conformamos con lo que la vida nos trae de desagradable, sin pensar que es nuestro propio karma y que debemos esforzarnos por vencer las adversidades, aprendiendo las lecciones que nos enseñan, ¿cómo vamos a ser felices?
Si nos pasamos la vida mirando al plato ajeno, envidiando, perjudicando, descalificando, calumniando, murmurando, ¿cómo vamos a ser felices?
Sobre este particular, recordemos a Calderón, en su célebre poema del sabio:
 
Cuentan de un sabio que, un día,
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro - entre sí decía -
más pobre y triste que yo?
Y, cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo,
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
 
13.- La riqueza y el bienestar y el disfrute de lo bueno que nos trae la vida es perfectamente compatible - y, en realidad, es la única postura que lo es correctamente - con el compadecerse de otros y el hacer lo posible por que ellos lleguen a disfrutar como nosotros. El dar todo lo que tenemos a los pobres no hace sino crear un pobre más. No es eso lo que pretendía Cristo. Fue mal interpretado en muchas de Sus palabras y de Sus ideas. Él no pasaba hambre ni la hacía pasar a Sus discípulos. Él asistía a banquetes y visitaba a Sus amigos y comía con ellos y se dejaba servir. ¿Y por qué no?
Pero supo acordarse de los desfavorecidos y les hizo el bien que pudo y hasta dio Su vida por nosotros. No nos engañemos, pues, en la orientación de nuestra vida ni en su disfrute.
Ayudemos, compartamos, pero sin convertirnos en un necesitado más. La pobreza en sí no encierra ninguna virtud. La virtud está en ayudar al pobre con amor, dándonos, en esa ayuda, a nosotros mismos, poniéndonos en su lugar, identificándonos en espíritu, y tratando de solucionar su problema en la medida de nuestras fuerzas. Pero no en convertirnos en pobres y aumentar con ello los problemas ya existentes. Y consiste en, siendo pobres, saber sobrellevar la pobreza con dignidad y luchar y esforzarnos por salir de ella. Y, entretanto, disfrutar, sin excesos, el bienestar de que dispongamos. Lo que tenemos lo hemos merecido, pero hemos de disfrutarlo como lo haría un administrador, sin pegarnos a ello demasiado pues, de no hacerlo así, será comprensible y lógico que lo perdamos.

¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE? TERCER CAPÍTULO


9.- ¿Cómo se puede ser feliz con esa espada de Damocles sobre la cabeza toda la vida?
Cristo no enseñó todo eso. Eso era lo que Jehová debía inculcar a sus fieles porque necesitaban desarrollar determinadas facultades, entre ellas la voluntad. Y precisaban un Dios severo, que castigase inmediatamente de cometido el pecado. Pero que les daba una ley externa. Era aquella una religión para el exterior, para el mundo, para los vecinos, para la sociedad.
Cristo, sin embargo, trajo una nueva religión. Y jamás habló de un Dios vengador ni severo, sino de un Padre todo amor, que sale al encuentro del Hijo Pródigo; que perdona a los pecadores, no una vez, ni siete veces, sino setenta veces siete. Y, dándonos ejemplo, perdonó a sus propios verdugos mientras lo atormentaban. Cristo no hacía penitencia, no se flagelaba; comía en los banquetes; iba con toda clase de gente, desde publicanos y prostitutas hasta sacerdotes y doctores de la ley, sin hacer distinción; enseñaba a perdonar a quien nos ofende; a amar a nuestros enemigos; a orar en secreto; a hacer el bien sin proclamarlo, de modo que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda; y a hacer el bien porque es el bien, enseñando, por tanto, una religión interna; a esperar la vida del más allá, puesto que somos espíritus inmortales, cosa que demostró resucitando, para acabar con todas las dudas. Cristo, pues, fue un hombre feliz y quiso que también nosotros fuéramos felices.
 
10.- Hay una experiencia única, tanto para los que tienen la conciencia enfocada en la materia como para los que miran y aspiran a lo alto, que podemos afirmar que nos hace felices. Y es el enamoramiento. Es ese tiempo durante el cual, por razones aún no claramente explicadas, nos es dado percibir el Yo Superior de otra persona y ello nos hace olvidarnos de todo lo demás y trastocar totalmente nuestra escala de valores. Y, maravillados por lo que percibimos, anonadados, hipnotizados, inermes, felices, suspiramos pensando en esa persona, adorándola, respetándola, fundiéndonos con su espíritu. Son esos momentos, que todos hemos vivido alguna vez, y que resultan los más apropiados para inspirar a los poetas, puesto que sería imposible describirlos en prosa. Recordemos los dos magistrales versos de Gustavo Adolfo Bécquer, relativos a ese momento especial:
 
Hoy la he visto. La he visto y me ha mirado.
¡Hoy creo en Dios!

¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE? SEGUNDO CAPÍTULO


6.- Por tanto, mientras estamos centrados en lo físico, es lógico que nuestra respuesta a la pregunta del título – “¿Disfrutamos de la vida debidamente?” - sea negativa. Porque, por un lado, como espíritus que somos, concebimos un mundo en el que podamos sentirnos felices, lo cual nos hace pensar que ese mundo es posible. Y, por otro, al estar centrados en la materia y ser ésta incapaz de proporcionarnos la verdadera felicidad, que no es material, pensamos siempre, por muchos bienes o riquezas o poder o fama que tengamos o por muchos placeres de que disfrutemos, que no somos todo lo felices que podríamos ser.
 
7.- Tras estas consideraciones ya estamos en condiciones de darnos cuenta de que hemos entendido mal la pregunta del tan citado título de la charla, “¿Disfrutamos la vida debidamente?” Y nos percatamos de que existía un adverbio importante: “debidamente”.
¿Y qué quiere significar “debidamente”? ¿Cómo se puede disfrutar la vida “debidamente”? Muy sencillo: cumpliendo las leyes naturales. ¿Y qué son las leyes naturales? Simplemente, la voluntad de Dios, las energías que de Él surgen para crear, mantener, regular y hacer avanzar Su creación.
¿Y cuáles son esas leyes o, por lo menos, cuáles son las principales? La Ley de Retribución o del Karma, que hace que recaiga sobre nosotros el efecto de toda causa que pongamos en movimiento, sea buena o mala; la Ley de Renacimiento, que hace que muramos y renazcamos continuamente, poseyendo cada vez las facultades, las capacidades, la salud, la inteligencia, el estatus social y cultural, etc. a que nos hayamos hecho acreedores en las vidas anteriores; la Ley de Unidad, que nos hace tender a unirnos con los demás seres y a constituir un algo mayor, más complejo y con mayores posibilidades de evolución; la Ley de Afinidad, que colabora con la anterior, y nos hace acercarnos a lo que es afín a nosotros; la Ley de Polaridad, que hace que todo tenga dos aspectos, positivo y negativo, bueno y malo, masculino y femenino; la Ley que hace que todo conduzca al bien pues, aún el acto más abyecto, acaba siendo una lección que se aprende y cuyo fruto es el bien; la Ley del Amor, que es la nota clave de la Creación, y que nos inclina a amar a todos los seres en base a que todos somos espíritus inmortales, partes de Dios y, por tanto, constituimos con Él un solo ser.

¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE? PRIMER CAPÍTULO



¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE?
por Francisco-Manuel Nácher
1.- Lo primero que a uno se le ocurre, al oír la pregunta título de esta charla, es que no, que no está disfrutando la vida como podría.
Porque todos vivimos en el malentendido de que hemos nacido para ser felices y, como no lo somos todo lo que imaginamos que podríamos ser, no se nos ocurre más que esa respuesta negativa.
Pero, ¿por qué he dicho que vivimos en un malentendido? Porque hemos desenfocado la visión real: Hemos nacido para aprender.
Por supuesto que todos tenemos la “obligación” de ser felices.
No cabe duda de que Dios, todo perfección, todo amor, todo justicia, no nos puede haber creado para que fuéramos desgraciados. En ese caso, no sería Dios. Por tanto, está claro que nuestro destino es ser felices.
Dios, por definición, es feliz. Y lo fueron los lemures, hasta la Caída, según nos dicen las Enseñanzas. Y lo son los ángeles, puesto que sólo ven el bien y sólo hacen el bien. Y lo son los Hermanos Mayores, que comentan con frecuencia que disfrutan de un buen humor permanente. Y lo son los Espíritus de la Naturaleza, que celebran sus fiestas y sus danzas, como muestra el iniciado Shakespeare en “El sueño de una noche de verano”. Y lo son los animales salvajes. Todos, armonizados con los ritmos y ciclos de la naturaleza, son felices. Tan sólo el hombre y lo que con él se relaciona no lo es.
2.- ¿Por qué? Porque el hombre actúa a contrapelo de los ritmos naturales y eso le crea desarmonías con las vibraciones que configuran la Creación, y lo enfrenta a las corrientes por las que fluyen las leyes naturales. ¿Y a qué es debida esa conducta excepcional del hombre? A la intervención prematura y extemporánea de los Luciferes, que nos hizo aprender antes del tiempo oportuno la manera de convertirnos en dioses creadores y nos ha convertido sólo en aprendices de brujos, capaces de despertar fuerzas cósmicas potentísimas que, luego, no sabemos manejar ni dominar, por falta de maestría.
3.- ¿Y qué efectos ha producido ese conocimiento prematuro? El descenso de la conciencia desde los planos etéricos hasta el plano físico. Y la fijación de esa conciencia en la materia, en lo material, en lo perceptible por los sentidos, que, realmente, sólo es la cristalización de lo que hay en otros planos, donde es mucho más real y elevado y satisfactorio.
Sobre este particular se me ocurre algo muy interesante para comprender la situación en que el espíritu virginal se encuentra, encerrado en sus vehículos y en mundos para él desconocidos: Todos sabemos que existe ya lo que la técnica llama “realidad virtual”. Pero, ¿qué es la realidad virtual? Una ficción, un sistema de percepción que afecta a todos los sentidos, o a la mayor parte de ellos, de modo que quien se somete a una sesión de realidad virtual, experimenta todo como si realmente estuviese viviendo lo que se pretende en esa sesión: luchar con un león, jugar un partido de fútbol, boxear, navegar, etc., de modo que no puede distinguirlo de la que llamamos “realidad”. Y yo me pregunto, ¿y si lo que llamamos realidad no fuese sino una “realidad virtual” a la que se nos somete en el Mundo de los Espíritus Virginales? Al fin y al cabo, eso es lo que todos los Iniciados nos están diciendo desde siempre: que éste es un mundo de ficción, que la verdadera realidad se encuentra más arriba, a partir del Mundo del Espíritu de Vida.
4.- A lo largo de miles de vidas, en tiempos mucho más crueles y duros que los presentes, aunque parezca mentira, y con una mente rudimentaria, hemos muerto infinidad de veces de hambre, de sed, de enfermedades incurables y no atendidas, de miseria, de heridas infligidas por hombres o animales, de pobreza, de debilidad, de falta de apoyo, etc. Y eso, con aquella mente rudimentaria, nos hizo pensar que lo importante eran los bienes. Creímos que moríamos por no disponer de ellos cuando, la realidad era que moríamos en esas condiciones porque ése era el karma que habíamos generado en vidas anteriores de crueldad, abusos y explotaciones sin límite.
Hace poco, contemplé un reportaje televisivo sobre los descubrimientos antropológicos de Atapuerca, en la provincia española de Burgos, que han hecho retroceder, para los científicos, la antigüedad del hombre como tal hombre, sobre la tierra, por lo menos hasta hace un millón de años. Y se hablaba de un grupo de unos cuarenta esqueletos que se habían hallado juntos. El entrevistador preguntó:
- Esto les habrá permitido a ustedes conocer, por ejemplo, de qué enfermedad murieron, ¿no?
- No, porque estaban todos sanos.
Tras un momento de sorprendido silencio, el periodista preguntó:

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