miércoles, 18 de enero de 2017

LA FRATERNIDAD DE SHAMBHALA.- LOS SECRETOS DEL GOBI (CAPÍTULO 2)

El maravilloso oasis en el Desierto del Gobi, núcleo terrestre de la Fraternidad Universal, está protegido eficazmente contra cualquier penetración extraña. La técnica más moderna, con todos sus recursos, fracasaría lamentablemente si intentara aproximarse a esta verdadera Tierra Santa. Una multitud de espíritus de la naturaleza protegen este territorio, y las condiciones atmosféricas son tales que las más tremendas tormentas impedirían inmediatamente profanar este Corazón del Gobi a quien lo intentara.Los que desean aproximarse a este corazón del mundo deben aprender de nuevo la Palabra olvidada. Para evitar, a este respecto, toda mistificación presente o futura en usted, queremos informarle sobre esta Palabra olvidada y perdida, en la medida de nuestras posibilidades. Usted comprenderá que sobre este tema se puede filosofar hasta el infinito. Si nos sumergiésemos en la literatura de buena fe que existe sobre esta Palabra olvidada y perdida, podríamos adquirir un conocimiento impresionante. Pero, ¿qué ganaríamos con ello?

La filosofía, en efecto, es la llave de la ciencia, siempre y cuando se es capaz de forjar con esta filosofía una llave que se adapte a la Eterna Puerta Universal y cuando se la puede emplear con éxito. Cuando no ocurre así, la filosofía se convierte en una carga inútil. Por esto está escrito en la Biblia desde hace ya mucho tiempo: Bienaventurados los ignorantes”. Qué enorme ventaja tienen, en efecto, aquellos que se acercan a los Misterios Divinos sin prejuicios, abiertos como niños. Con mucha frecuencia su reacción cara a la Escuela Espiritual es sorprendentemente justa.

 Conocerá seguramente la frase del antiguo sabio clásico: “El que acumula ciencia, aumenta el sufrimiento”, lo que quiere decir que el que no sabe transformar la ciencia en realidad, carga con un peso insoportable. Lo mismo que un hombre que permanece demasiado tiempo contemplando el sol, sin protegerse los ojos, se queda ciego, un hombre que se atiborra inútilmente de filosofía, degenera sensorialmente.Muchos son los que durante años han considerado a la Escuela de la Rosacruz como un instituto en donde podían enriquecer sus conocimientos filosóficos. Pero la Escuela de la Rosacruz sería muy pobre y peligrosa si sólo fuera esto. Detrás del vestido exterior de la Escuela se encuentra el Cuerpo en el que el alumno que es digno de ello puede aprender a forjar la llave que le permitirá abrir de nuevo la Puerta. Permítasenos evocar aquí el contenido de uno de nuestros rituales:Estén seguros de que nuestros tesoros, a pesar de ser de un valor infinito, están escondidos tan sencillamente que las investigaciones de la ciencia presuntuosa no los pueden descubrir.

Muchos, a pesar de haberla buscado activamente, no han encontrado jamás la escuela interior, el taller en el que se trabaja sobre la base de la única piedra angular. Estos abrumaron a los trabajadores con ultrajes e insinuaciones o les trataron con indiferencia. Se saciaron con el aspecto filosófico de la Escuela y, no pudiendo pasar del Atrio, se apartaron con el agudo y permanente dolor del conocimiento no asimilado.

 La llave no se puede robar ni comprar ni preparar filosóficamente. Para pasar del Atrio al Santuario es necesaria una construcción muy distinta. Por ello, en el Ritual que acabamos de citar, se dice al alumno a modo de advertencia:

Así, nuestra construcción, aunque muchos se hayan aproximado a ella, permanecerá siempre serena, impenetrable y escondida al mundo malvado.

Queríamos tratar este punto antes de hablar de la Palabra olvidada y perdida. El que va a comprenderlo como una contribución al esclarecimiento de una filosofía, va a colocarse una nueva rueda de molino al cuello. Pero el que llegue a probar su sentido práctico y sienta el estímulo a la auto‑construcción personal, podrá forjar la llave bajo la luz de un nuevo candelabro interior séptuple. ¡Que este candelabro sea una luz en su camino y una lámpara a sus pies!

 En el transcurso de los siglos hubo esoteristas que creyeron que la Palabra olvidada y perdida era un mántram, una fórmula mágica que debía ser pronunciada de cierta forma rítmica por la laringe. Otros, con cierto enfoque filosófico, comprendieron la Palabra única como la palabra liberadora de la vida, como el método, la santa ciencia que nos lleva a la vida universal del Reino Estático; opinión parcialmente exacta.

Sin embargo, usted debe comprender que la Palabra olvidada se eleva por encima del método, por encima de la Biblia, por encima de la conciencia filosófica.

La Palabra olvidada es un estado de ser.

El alumno en el Atrio puede ver que la capa de nubes se entreabren. El puede contemplar la Tierra Santa en la lejanía, tal como se le apareció a los héroes de la fe de quienes habla la Epístola a los Hebreos, pero no puede entrar en ella. Todavía no es capaz de pronunciar la Palabra, en la cual puede dejar desbordar su gran alegría. El impulso de la Palabra se limita a susurrar a su lado, viniendo a él sin cesar como un susurro de la vida que aún debe nacer.

 A usted y a nosotros se nos dará la posibilidad de percibir algo de esta vida que llega, porque los Elohim del Gobi, en los últimos días de este período de existencia, quieren hacer que contemplemos el Camino que conduce del Atrio al Santuario bajo una nueva luz revelada.

Es un hecho innegable que en el campo de vida esotérico, las intensas desilusiones se repiten continuamente. Muchos son los que se retiran fatigados y desesperados. Sin embargo, el interés no ha disminuido a pesar de ello. Ocurre aquí como con los mosquitos alrededor de una vela; la luz les atrae y se queman.

Posiblemente usted tenga gran interés por la Rosacruz. Sin embargo, le decimos que la indiferencia surgirá si, en un momento dado, usted se siente marginado o desilusionado.

¿La causa? Habrá tomado la Escuela exterior por la interior. Usted se ve a sí mismo en el Atrio, en harapos. Y como uno siempre se ve reflejado en el otro, aparecen las tensiones, y la explosión no tarda. ¿No reconocen en esto una ley natural?

Imaginemos a cien alumnos en el Atrio que no hacen nada por hacerse aptos para entrar en el Santuario. ¿Qué ocurriría? Sin lugar a dudas se eliminarían mutuamente. El Atrio de la Escuela es saneado constantemente por esta auto‑destrucción, y sólo en escasas ocasiones es necesaria la intervención directa de la Dirección. De este modo se hace sitio para un nuevo grupo que penetrará en el Santuario o se eliminará a sí mismo.

Suponiendo que usted busque ahora el Santuario de forma absolutamente nueva y con un espíritu vaciado de todos sus antiguos móviles y normas, entonces tenemos algo que decirle.

El Santuario se encuentra en el Corazón del Gobi, en algún lugar de Asia Central, en medio de un desértico territorio de estepas. No obstante, no es necesario que usted realice este largo viaje para formar parte de esta Tierra Santa. Esta Tierra Santa de la Siddha puede proyectarse por doquier, e igualmente en su propia existencia. Los hermanos y las hermanas de este sublime territorio están, tal vez momentáneamente, dispersos por el mundo entero. Pero, a pesar de esto, están absolutamente unidos; saben que son habitantes de las Doce Islas, sin la más mínima división.

El hecho de que para encontrar el camino y la verdadera vida se quiera ir hacia el norte o hacia el sur, hacia el este o hacia el oeste, es ya un falso comienzo. Se trata de una vida y de una realidad de vida en la cual la limitación del espacio y del tiempo desaparece por completo. Solamente entonces, cuando recupera esta vida, el alumno puede tomar conciencia de lo que es la omnipresencia. El ha devenido el “yo soy”, el “I am present”. Está en todas partes, está en cada Santuario y está aquí también, como una voz que clama en el desierto: ¡Enderezad los caminos del Señor!

¿Qué significa enderezar los caminos del Señor? ¿Realizar un trabajo social, político, económico o religioso? No, ¡es enderezar los caminos para “el Dios en usted”!

 El Reino de los Cielos está dentro de vosotros. Usted ha oído decir esto al Señor de toda Vida. Todos los grandes de los Misterios han pronunciado esta misma frase. Si allana los caminos al Señor de su propio reino microcósmico, le verá llegar un día del otro lado del Jordán.

Y ahora, ésta es la formidable necedad, el error clásico de muchos: usted quiere allanar el camino para usted mismo, quiere hacer todo lo posible para verse venir a sí mismo desde el otro lado del Jordán, como a alguien que el Espíritu Santo ha iluminado. Es así, tal vez, como usted comprende la noción de “auto‑francmasonería”.

Aprenda, no obstante, del santo promotor del evangelio imperecedero. Es necesario que El crezca y que yo disminuya. Yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El que viene detrás de mí me ha precedido.

¿Conoce usted este lenguaje? ¡Naturalmente! La Rosacruz moderna le habla de ello desde hace mucho tiempo. No obstante, es penoso ver y oír hasta qué punto la gramática de esta lengua sagrada es a veces maltratada por los alumnos.

Ahora se le quiere enseñar a pronunciar de nuevo la Palabra olvidada y perdida; ahora se quiere testimoniar de nuevo para usted de la vida que debe nacer; se le quiere enseñar ahora a forjar de nuevo la llave.

Sólo hay un camino que lleva al corazón del Gobi. Advierta que la palabra Gobi significa “núcleo”, “corazón del mundo”. En este país acampan, según la lengua sagrada, los Hijos del León. Si usted se quiere unir a ellos, deberá pasar primero por el camino de la aniquilación del yo, como Juan el Precursor, y allanar así el camino para el Señor.

¿Cómo debemos recorrer este camino del aniquilamiento del yo? ¡Preste atención!

Usted debe abandonar todos los poderes de su yo natural; debe romper todos los lazos del yo; debe acabar con el dinamismo de su yo; debe reducir todo el núcleo de la conciencia dialéctica a una mínima actividad biológica.

El resultado de este proceso de aniquilación se denomina en la Sabiduría Universal “la infancia”. Un niño pequeño no tiene problemas ni pasiones; es un pequeño ser con una actividad puramente biológica. Puede vivir, crecer, tener buena salud y responder a las exigencias de las funciones vitales comunes.

 El alumno de la Escuela Espiritual que quiere enderezar los caminos del Señor debe llegar él mismo a ese estado. Debe volverse como un “niño”. No debe ver esta infancia en la estupidez del hombre ortodoxo religioso, que permanece en su estado natural en la espera negativa de la beatitud en el más allá, sino que debe aspirar a la “infancia” juanista.

El autor de los Salmos canta acerca de este alumno:

“El refuerza los cerrojos de vuestras puertas. El bendice al niño en vosotros. Si el Eterno no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si el Eterno no guarda la ciudad, en vano vigila el que la guarda. En vano os levantáis temprano por la mañana, os acostáis tarde, y coméis el pan del dolor; pues El se lo da a sus amados aunque duerman. Ved, la infancia hereda al Señor, este fruto es la recompensa.”

Leemos igualmente en el Nuevo Testamento:

“De la boca de los niños habéis hecho brotar la alabanza. Y por haberos vuelto niños, Dios ha enviado a vuestros corazones al Espíritu de Su Hijo.”

 Formulándolo en el lenguaje de la ciencia gnóstica, se trata de hacer volver gradualmente al yo dialéctico a una función biológica mínima. Entonces se realiza el gran milagro: el Otro se despierta en el sistema microcósmico y este Hijo del Señor toma la dirección de todo el trabajo. Esta otra realidad esencial anima todos los poderes del yo dialéctico vuelto niño y llena todo su antiguo campo de acción. Es el rey recién nacido, el “yo soy”, el “I am present”. Hace un extranjero del hombre que vive aún en esta tierra, pero un extranjero que ya no está sometido a las tremendas tensiones y sufrimientos del hombre dominado por su yo dialéctico.

Ya que el hombre cuyo yo según la naturaleza está muerto, ¿no es acaso como un niño? Está libre de la esfera reflectora, igual que un niño, por su estado biológico puro, es inaccesible a las fuerzas demoníacas. El es doble, el hombre‑Juan que se retira y el hombre‑Jesús que toma la iniciativa.

Según su estado de recién nacido, se ha vuelto ciudadano de Cristianópolis, ha florecido en el verdadero corazón del mundo y tiene derecho de acceso al Oasis del Gobi. Es el portador de las llaves, y las puertas del infierno no prevalecerán contra él.

Esta es la Palabra perdida y olvidada que puede y debe ser pronunciada, no por usted, sino por el Otro que debe elevarse en usted. Este Otro, el Señor, debe edificar la casa. Los obreros de esta naturaleza trabajan en vano. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilará el guardián. Todos los esfuerzos según la naturaleza son vanos. Vano también es que usted se levante pronto, se acueste tarde y coma el pan del dolor. El Señor del recto camino nace como por milagro. Nace del “milagro María”, es decir, del cambio fundamental según la naturaleza.

Comprenda este mensaje de la Fraternidad:

La infancia hereda al Señor. Sólo este fruto hereda la recompensa.

 Jan van Rijckenborgh

https://despertandonoshacialaluz.wordpress.com

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