sábado, 21 de enero de 2017

LOS SIETE PASAJES DE SHAMBHALA


En medio del inmenso y árido desierto del Gobi se encuentra el misterioso oasis. Esa Tierra Santa, que ningún pie no iniciado ha pisado jamás, es llamada “Shambhala”, es decir, “la Ciudad de los Dioses”.

Shambhala es el núcleo del campo de actividad de la Fraternidad Universal en sus esfuerzos por este orden natural dialéctico. Shambhala es el campo de fuerza de los ayudantes divinos. Este campo de fuerza no puede ser explicado por esta naturaleza en ningún aspecto y no mantiene contacto alguno ni con la esfera material ni con la esfera reflectora, aunque esté presente en la naturaleza terrestre para ayudarnos.

La actividad de Shambhala puede ser comparada a la de un transformador. La sustancia de vida universal y la intervención universal del Logos son transformadas en Shambhala ‑la Ciudad de los Dioses‑ en una tensión que puede ser soportada por el mundo y la humanidad. Shambhala es así un punto de contacto desde donde emanan influencias, vibraciones y radiaciones que se extienden sobre todo el mundo en una radiación horizontal. Shambhala es el contacto inmanente de una realidad trascendente.


 De esta Ciudad de los Dioses emanan también hacia la humanidad perdida los Mensajeros de buena fe, quienes, con una gran diversidad de nombres, realizan su trabajo donde quiera que sea requerido. Shambhala es la Puerta de la Vida Original, la única Puerta hacia la liberación. Es la llave de la resplandeciente vida nueva.

Puede resultar extraño para muchos oír que existe un punto geográfico en esta tierra como base de la intervención universal. No obstante, ¿es menos extraño acaso esperar la salvación de la esfera reflectora, que es la morada de los muertos, de los que han perdido gran parte de sus vehículos y que por esta razón tienen que encarnarse forzosamente para remediar esta degradación? ¿No es más extraño, para salvaguardar su alma, unirse a una institución religiosa que se distingue solamente de la dialéctica y de lo terrestre en que sus representantes hablan un lenguaje que no corresponde en absoluto con su propia realidad? ¿No es más extraño y menos lógico imaginarse y oír hablar de un Dios que vive y reina en lo irreal?

Resulta muy extraño que entre los sensibles a lo metafísico y a lo espiritual no existan más hombres que hayan llegado al descubrimiento de que se encuentran perdidos en las más increíbles mistificaciones.

Se puede constatar, sin exageración alguna, que toda la vida metafísica y espiritual se ha atascado bajo el dominio de la esfera reflectora. Todos y cada uno interrogan a los muertos, dependen de ellos y son inspirados por ellos. La consecuencia es una estado enfermizo generalizado y una rápida caída; una caída de cabeza en el abismo de la mentira, de la calumnia y de la traición; una desaparición de todos los frenos morales y un aumento vertiginoso de las enfermedades de la sangre y de los nervios. Todo esto es el resultado del recorrido de una humanidad que se aleja del camino, de la verdad y de la vida.

Si usted encamina sus pasos hacia el foco de los misterios universales, entonces no se desarrolla ningún delirio de palabras o de escritos, ni ningún control por parte de una entidad desencarnada, con el implícito robo de fluido nervioso, sino que usted vive y existe de esta fuerza.

Pablo hace notar con razón, en su primera Epístola a los Corintios, que El Reino de los Cielos no consiste en palabras, sino en fuerza.

¡Esta es la característica de Shambhala! Cuando el alumno de la Escuela Espiritual moderna se aproxima a este corazón del mundo, su debilidad es recubierta con fuerza, una fuerza que se convierte para él en una realidad esencial que no le abandona ni un segundo. Esta misma fuerza es la que lleva, empuja y realiza el trabajo de mantenimiento en graduaciones y potenciales diferentes. Todos los que viven en esta fuerza se han vuelto “poseedores de poder”, en concordancia con su estado de ser.

Toda la lengua sagrada, que ha sido conservada en leyendas, mitos, cartas y relatos, da testimonio de ello. Ella habla también de Shambhala y de los impulsos divinos que parten de allí en momentos determinados en forma de Mensajeros. Los santos habitantes de Shambhala son llamados los Hijos de la Voluntad y del Yoga, la Fraternidad de Shambhala, de la Siddha, de Melquisedek, o también los Elohim.            Cuando, después de una revolución cósmica, el campo de vida dialéctico ha sido vaciado y todo el campo de existencia de las mónadas caídas se ha vuelto una masa sin forma, vemos que se desarrollan los siguientes procesos y situaciones.

 En el período anterior muchas entidades ya han regresado a Shambhala y han atravesado las puertas de la redención. Todas las entidades restantes, salvo algunas excepciones, están concentradas en la esfera reflectora, desprovistas de su estado vehicular, para esperar allí un nuevo día de manifestación. La Fraternidad de Shambhala, la Fraternidad de los Elohim, dirige todo el proceso de devenir, dando así a la humanidad una nueva posibilidad de desarrollo.

El comienzo de este proceso es descrito en el texto original de la Biblia cuando se dice: Al comienzo, los Elohim crearon los cielos y la tierra, es decir, que la Fraternidad de Shambhala prepara una vez más la morada de las mónadas caídas. La tierra se había vuelto un caos y estaba vacía, y los Elohim se cernían sobre las aguas.

Cuando el hombre caído y aún no salvado recibe esta nueva posibilidad de vida y al mismo tiempo puede empezar de nuevo el camino que conduce al Reino Inmutable, entonces se abre para él lo que se llama “los Siete Pasajes de Shambhala”. En el prólogo del Génesis, estos siete pasajes son simbolizados por los “siete días de la creación”.

El primer pasaje hacia Shambhala ‑la Ciudad de los Dioses‑ es el pasaje de la luz. Para el hombre o para el alumno se hará Luz verdaderamente pura y serena. Luz infalible que es para él una verdadera lámpara a sus pies. La luz terrestre está siempre mezclada con oscuridad, igual que el bien dialéctico está siempre mezclado con el mal. Pero ahora, la luz es netamente separada de la oscuridad y así se abre el primer pasaje hacia Shambhala: Y los Elohim vieron que estaba bien. ¡El primer día!

El segundo pasaje hacia Shambhala es llamado “el firmamento”. Es el firmamento de un campo de vida constituido de sustancia vital pura. Este segundo pasaje provee al alumno no solamente de luz, sino también de fuerza para avanzar. Y los Elohim vieron que estaba bien. ¡El segundo día!

El tercer pasaje hacia Shambhala es llamado “el devenir de la tierra”. Con la sustancia atmosférica de los éteres originales corresponde además una esfera de vida material y química armoniosa. De esta manera, el alumno no sólo tiene una luz en el camino y una fuerza para avanzar, sino que también tiene el Camino mismo. Este es el tercer pasaje hacia Shambhala. Y los Elohim vieron que estaba bien. ¡El tercer día!

El cuarto pasaje hacia Shambhala es la síntesis de los tres precedentes, ya que sólo hay un camino, y este sendero único está dividido en varios sectores. Primero está la luz, en segundo lugar la fuerza, en tercer lugar está el camino mismo, el cual puede ser recorrido en la verdadera luz y en la verdadera fuerza. Así es comprensible que el cuarto día debe mostrar una repartición lógica y científica, una relación armoniosa, un equilibrio divino entre la luz, la fuerza y la realidad. Sola, la luz puede abatir y cegar al hombre. Sola, la fuerza puede dejarle como clavado y paralizado. Sin coordinación entre la luz y la fuerza, él avanzaría por el camino cometiendo los más graves errores. Por eso, en el cuarto día todo lo adquirido es coordinado, ordenado y preparado para un justo empleo. Y los Elohim vieron que estaba bien. ¡El cuarto día!

Ahora comprenderá que en el quinto pasaje hacia el corazón del mundo se demostrará el resultado. En el quinto día del Génesis fueron creados los peces y las aves. El alumno en el quinto pasaje hacia Shambhala hace el mismo trabajo.

La creación de los peces, o llevar el símbolo de los peces, o echar la red en la profundidad de las aguas, es realizar la aniquilación del yo, el holocausto total de sí mismo según la naturaleza, en la luz, en la fuerza y en el camino hacia Shambhala en una certeza absoluta y científica, y, por consiguiente, concluir el camino como a vuelo de pájaro, como un águila. Y los Elohim vieron que estaba bien. ¡El quinto día!

Y los Elohim dijeron: Hagamos hombres a nuestra imagen y semejanza. En el lugar en el que el alumno va a concluir su camino como a vuelo de pájaro en el signo de los peces, allí comienza el sexto día, ya que ahí se vuelve de nuevo verdaderamente hombre según la imagen y la naturaleza de los Elohim. Entonces llega a casa, al Reino Inmutable. Los Elohim ven todo lo que han hecho posible y el sexto pasaje hacia la Ciudad de los Dioses es acabado. Y así llegamos al séptimo día, el día del reposo divino, el día del trabajo realizado. ¡la radiante realidad!

 Así, la historia de la creación nos muestra los siete pasajes hacia la única Vida en el corazón del Gobi. Quien tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las comunidades.

Y ahora viene el segundo capítulo de esta historia y también el segundo capítulo de la Biblia. Las mónadas caídas, llamadas a una nueva posibilidad, encontrándose en el Camino, en los siete pasajes hacia Shambhala, vuelven a caer en la contranaturaleza, van de nuevo hacia abajo en un comportamiento forzado, especulativo y experimental, tal como ha ocurrido con tanta frecuencia.

La consecuencia es que los siete pasajes hacia Shambhala, en tanto que posibilidades naturales inherentes a Shambhala, son cerrados. Al comienzo, inmediatamente después de la catástrofe, muchos misterios poseen aún sus llaves. Pero también estos misterios se subdividen y se enfrían en la corrupción que vuelve, hasta ser la exclusividad de algunos escasos núcleos que se esfuman progresivamente, distanciándose cada vez más de la vida ardiente de la masa para evitar una cristalización final.

Pero los Elohim no abandonan a la humanidad. No se apartan de la obra de sus manos. Llamadas e impulsos poderosos parten periódicamente hacia la humanidad como toques de trompeta. Estos impulsos son constantemente renovados a medida que los anteriores se oscurecen y se hunden en la dialéctica.

Todas estas llamadas traen el mismo mensaje a la humanidad: Los siete pasajes hacia Shambhala existen aún y pueden abrirse para todo aquél que lo desee realmente. Para todos los que se encuentran en la contranaturaleza son como los siete sellos del libro cerrado, los cuales serán abiertos, uno tras otro, para todos los que quieran volver a encontrar el único camino.

Para que esto ocurra es necesaria una nueva creación y una transfiguración total, un renacimiento, una readaptación al séptuple Camino Original. Es necesario reaccionar desde nuestro interior de forma positiva y consciente a las palabras de Jesús: ¡Sed mis imitadores!

Esta imitación a Jesús impone el total aniquilamiento dialéctico en el círculo de su existencia. Esta auto‑destrucción es presentada como un camino de cruz, y, concordando con los siete pasajes de Shambhala, este camino de cruz tiene también siete fases. Este séptuple camino de cruz conduce a una séptuple regeneración según la naturaleza y el espíritu.

Cuando el alumno ha comenzado la destrucción de la dialéctica en su círculo existencial, descubre que, en sus esfuerzos, recibe una ayuda inesperada de la dialéctica. Cuando el alumno se aparta de la vida ordinaria y se eleva por encima de ella, la naturaleza ordinaria se vuelve espontáneamente su enemiga.

A partir del momento en que usted no quiera asociarse a esta forma de vida natural, esta vida le rechaza, y, ayudado por esta hostilidad, es clavado a la cruz de la liberación. Y así puede comprobar que también aquí todo actúa para el bien de quien regresa a la verdadera vida.

 

El enemigo quiere castigarle por mantenerse al margen, pero esta punición es para usted una gracia y el alumno que discierne esto, dice: Padre, ¡perdónales porque no saben lo que hacen! Desde ese momento, el camino de cruz se ha vuelto un hecho real y alrededor del candidato se hace la luz. Tal luz es experimentada como una intensa oscuridad por los que no la comprenden. El primer día del camino de cruz ha pasado, y los Elohim vieron que estaba bien.

De pie ante la luz con los brazos abiertos, oímos al candidato decir: Mujer, éste es tu hijo. Se trata de una llamada a la Madre del Mundo de Shambhala, la guardiana del firmamento. Tú, santa y universal Nodriza de todos los hijos de Dios, ¡mira a tu hijo que por sus esfuerzos se acerca a los siete pasajes de Shambhala!

La vibración y la amplitud de esta llamada para pedir fuerza aumenta progresivamente. La Palabra olvidada y perdida desde hace tanto tiempo es expresada nuevamente. Y los Elohim vieron que estaba bien. El segundo día del camino de cruz ha pasado.

Comprenderán que cuando esta Palabra es expresada, la respuesta viene. Por eso resuena jubilosamente: ¡Hijo, ésta es tu Madre! La santa nodriza de la vida aparece y abre el camino al peregrino. Ha pasado el tercer día en el camino que conduce a Shambhala.

 

La Madre del Mundo habla en el torbellino de los nuevos éteres y en la dulce y delicada música del sendero de fuerza por el que camina el peregrino. En verdad te digo, tú estarás hoy conmigo en el Paraíso. Es la respuesta del cuarto día. Y los Elohim vieron que estaba bien.

Y así usted comprenderá la clave vibratoria del quinto día, una vibración que puede ser traducida por esta palabra única: ¡Sed… tengo sed! En el camino hacia Shambhala, la aspiración hacia el objetivo, hacia el cumplimiento, se va haciendo cada vez más fuerte, y por ello el dinamismo por alcanzar el objetivo se vuelve cada vez más intenso y la tensión cada vez mayor: Y los Elohim vieron que estaba bien. ¡El quinto día!

El cumplimiento está cerca. El alumno ha llegado al sexto círculo séptuple. Se convierte nuevamente en el hombre de forma y esplendor originales. Ve a los Elohim cara a cara y su ser está lleno de un mudo agradecimiento que lo llena todo y que se expresa finalmente en esta única plegaria que lo engloba todo: Eloï, Eloï, lama sabachthani, Elohim, Elohim, cómo me habéis exaltado. Es el sexto día lleno de una efervescente alegría. Y los Elohim vieron que estaba bien.

Así aparece la eternidad misma; la gran obra de la cruz ha sido terminada. Y todos testimonian de la calma eterna en el Corazón de Shambhala, la calma eterna del séptimo día: Consummatum est  – Todo está cumplido. El peregrino ha llegado a las amplias claridades de la Isla de Isis. Y los Elohim ven que esto está bien.

 Jan van Rijckenborgh

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