domingo, 9 de octubre de 2016

LOS DIEZ PRINCIPIOS DE LA FELICIDAD KWAN YIN- 10º Principio


Los Principios de Convivencia Armónica 
No será la fuerza de las armas la que convenza a los seres humanos a vivir en paz, sino la misma lucha por la sobrevivencia, dentro de una sociedad que ha establecido reglas económicas para la distribución de los bienes indispensables del hombre; no serán las armas las que hablen, sino el hambre y la escasez de alimentos y medicinas. 
Y cuando los miembros de una raza, sumidos en la desdicha, vean a los miembros de sus razas contrarias, igualmente penando por las mismas necesidades, entonces se despertará en ellos la conciencia de que siempre fueron hermanos, aun cuando el color de su piel, el lenguaje o su religión fueran distintos, y entenderemos que el hombre vive para servir a la humanidad, y entenderemos que los principios de convivencia armónica empiezan por la aceptación de que somos seres humanos que compartimos un mismo destino, que como raza humana poblamos el mismo planeta y que dentro de una misión cósmica participamos juntos de la misma aventura. 
Entender en lo más elevado de nuestra conciencia, que el ser humano sirve a los demás permanentemente en cada acción que hace en su vida, es abrir las puertas de nuestros vehículos superiores, para que las grandes fuerzas cósmicas que impulsan la evolución de la humanidad y del planeta bajen a través nuestro y realicen la labor que deban realizar para que el Plan Divino se cumpla en todos y cada uno de sus puntos. 
Qué Significa servir a la Humanidad 
Servir a la humanidad es estar conscientes de que somos parte de ella, es estar conscientes de que cada uno de los seres humanos no es más que una pequeña tuerca dentro del engranaje universal, es entender que si aspiramos a llegar a las alturas del conocimiento divino, nuestra plataforma de apoyo deben ser nuestros propios hermanos, aquellos a quienes queremos dirigir, a quienes queremos iluminar, a quienes queremos redimir de un pasado desventurado. 
Este es el camino que hoy les dejo, para que sus ojos se abran a las nuevas luces que descienden en el Plan Divino. 
Bienvenidos sean al camino del servicio, al sendero que lleva al Olimpo, al camino de regreso.
La Misión del Ser Humano Percibir la Felicidad en cada cosa Creada 
El sendero del hombre, aquel que hemos venido describiendo, está sembrado de rosas de felicidad, pero el hombre, en su afán de cortar esas flores, olvida el arte de cultivarlas, se enreda entre las espinas, y las flores, alejadas ya de la planta que les dio la vida se marchitan rápidamente quedando tan sólo el recuerdo. 
Los rosales han sido puestos en el sendero por la bienaventuranza del amor de Dios. 
Y si pudiéramos aprender que las flores son más bellas cuando se mantienen en sus plantas; si pudiéramos entender que a la felicidad no se la puede atrapar porque existe únicamente en el presente; si entendiéramos que no es posible detener el transcurso del tiempo y querer hacer que un momento dure toda la eternidad. Si entendiéramos que podemos ver la felicidad en cada cosa creada, percibir la belleza detrás de las apariencias, encontrar la armonía ahí en donde normalmente observamos sólo problemas; si fuésemos capaces de percibir ese chispazo divino de Voluntad Divina yacente en todas las cosas, diríamos entonces que hemos aprendido a abrir los ojos a la felicidad, porque el hombre tiene una misión, la misión de ser feliz y de hacer felices a los demás, ésta es la misión que deberíamos todos entender. 
La Esencia de la Felicidad 
La felicidad es simplemente la ausencia de juicios negativos, la ausencia de lamentaciones, la ausencia de las autocríticas y la apertura total a la Voluntad de Dios. 
Sólo el ser que es capaz de percibir el rostro divino detrás de todas las situaciones que enfrenta en su vida, es capaz de permanecer en paz mientras todo a su alrededor parece desmoronarse. 
La felicidad interior produce inevitablemente la paz, la quietud, el sosiego; pero, para alcanzar esa felicidad interna, hace falta purificar los filtros a través de los cuales se perciben las cosas de la vida. Hemos hablado ya largamente acerca de los nueve principios que conducen al camino de la felicidad; este último, más que principio es una Ley. 
El hombre vino al mundo para ser feliz y hacer felices a los demás. Vino a entender que como extensión divina en la tierra, su misión es glorificar al Padre en cada acto de su vida y, a la vez, como parte de una sociedad humana, trabajar incansablemente al servicio de los demás, no únicamente para llevar esa paz y esa armonía, que concede la felicidad, a los que nos rodean. 
Así pues, esta última ley sella con cordeles de oro el decálogo de principios que todo hombre debiera seguir para ser partícipe del camino de la felicidad. 
La Presentación de esta Enseñanza en su Publicación Cuando estos manuscritos, cuando estos mensajes sean publicados, no los encuadernen, entrelácenlos todos con una cinta de color dorado y pónganles un sello en la primera hoja indicando que son los diez principios de la felicidad, claves que valen más que todo el oro de la tierra. 
Hagan el esfuerzo de que esta enseñanza, desde el momento en que llegue a las manos de aquellos a quienes la Voluntad Divina les otorgue ese privilegio, reciban, desde el primer momento, el impacto de estar en contacto con una enseñanza diferente, con un material que los hará despertar al mundo de la felicidad. 
La Presentación de esta Enseñanza en una Clase Cuando estos principios sean expuestos en un salón de clase, que el salón de clase sea arreglado, adornado, y que cada rincón de él hable de la felicidad. No permitan que esta enseñanza sea depreciada por los prejuicios con que los seres humanos reciben todos los conceptos, sitúenlos dentro de un contexto de felicidad, rompan todas las tradiciones, para que la forma en que llegue este conocimiento sea lo suficientemente impactante para que rompa los filtros a través de los cuales son escuchados. 
La Misión del ser Humano 
Si la misión es ser feliz, ¿qué estamos esperando? Si la misión es hacer felices a los demás, ¿qué es lo que nos detiene? 
La Fuerza de la Voluntad Divina Entendamos, detrás de estos dos mandamientos, a la suprema fuerza de la Voluntad de Dios actuando a través de cada uno de nosotros. 
Si la fuerza de un río es capaz de horadar los valles hasta formar cañones y precipicios, si la fuerza de una gota de agua que cae incesantemente es capaz de romper la más dura roca, si la fuerza de los terremotos destruye en unos instantes todo el orgullo del hombre, ¿qué no será capaz de hacer la Voluntad Divina cuando establece una ley como un principio inmutable, eterno, para todas sus creaciones? 
¡Paso a la Voluntad Divina! dijeron los ángeles hace muchos siglos cuando descendió el Maestro JESÚS a la tierra. 
Hoy decimos, ¡paso al Amor Divino!, porque es el momento de que se aloje en los corazones humanos. Es el momento de que esa fuerza que simboliza al hijo del hombre, al hijo de Dios, pase a tomar posesión del trono dentro del castillo humano, en el corazón. Reciban la fuerza del Amor Divino, multiplíquenla y hagan que crezca hasta consumir cada átomo de desarmonía en todos sus cuerpos. 
El Torrente del Amor Divino Acompaña estas Palabras Repitan estas palabras cuantas veces sea necesario, delante de todas las personas que acudan a escuchar sus voces; háganles ver, que acompañado de estas palabras, baja el torrente del Amor Divino hasta llegar al último de sus seres creados; no importa cuál sea la ruta que tomen estas energías, llegarán hasta el más recóndito escondite de la sociedad humana y no habrá hombre o mujer en la tierra que se vea ensombrecido por la tristeza, porque una vez que el Amor Divino ha tocado la faz de la tierra, ésta ha quedado marcada y la felicidad será una permanente realidad en todos los seres. 
El Poder de los Instrumentos de la Voluntad Divina 
Estamos cerca del cumplimiento de los tiempos, la Voluntad Divina busca instrumentos, cuando éstos aparecen, su voz resuena más alto, su presencia se llena de magnetismo, su mirada se dulcifica y profundiza, sus manos adquieren mayor poder y todo su cuerpo se diviniza alcanzando la estatura de un ser divino. Hagan de estas enseñanzas su mensaje para todos aquéllos que se encuentren necesitados de ellas; no escatimen esfuerzos, rompan las limitantes y trasciendan los estados terrenales para lograr el descenso del reino de Dios y el florecimiento de la edad de oro en el planeta tierra. 
Con estas palabras cierro esta serie de instrucciones, los bendigo en el nombre del amado Hermano mayor JESÚS. 
Les doy mis más eternas gratitudes por este hermoso servicio que hemos podido realizar juntos, y escúchenme bien, estaré siempre con cada uno de ustedes y bastará con que pronuncien mi nombre tres veces para atender su llamado inmediatamente, búsquenme en el corazón porque ahí escucharán mi voz.
KWAN YIN
http://compartiendoluz2.blogspot.com.es/

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