domingo, 21 de agosto de 2016

EL PODER DEL PENSAMIENTO SU DOMINIO Y CULTURA DE ANNIE BESANT- CAPITULO V SEGUNDO ESCRITO- CONCENTRACIÓN



CAPITULO V (SEGUNDO ESCRITO)
CONCENTRACIÓN 

RECEPTIVIDAD 
La mayor parte de las personas son demasiado receptivas, pero esta receptividad es debida a la debilidad y no a la deliberada entrega de si misma a las influencias superiores. 
Por tanto, es conveniente aprender como nos podamos hacer normalmente positivos, y cómo podamos hacernos negativos cuando lo consideremos conveniente. 
El hábito de la concentración tiende por si mismo a fortalecer la mente, de suerte que se preste a ejercer dominio y selección respecto de los pensamientos que vienen de afuera, y ya se ha explicado como puede educársela, para que automáticamente rechace los males. Pero bueno será añadir, a lo que se ha dicho, que cuando un mal pensamiento penetra en la mente, es mejor no luchar con él directamente, sino utilizar el hecho de que la mente sólo puede pensar en una cosa a la vez; hacer que la mente se vuelva hacia el pensamiento y el malo será necesariamente expulsado. 
Al luchar contra algo, la misma fuerza que emanamos ocasiona una reacción correspondiente, aumentando así nuestro trabajo, al paso que al volver el ojo mental a una imagen desaparezca silenciosamente del campo de visión. Muchas personas gastan en vano los años en combatir pensamientos impuros, mientras que la ocupación tranquila de la mente con los puros no dejaría lugar para los asaltantes; además, a medida que la mente atrae a si materia que no responde al mal, se convierte gradualmente en positiva, en no receptiva para esa clase de pensamientos. Este es el secreto de la verdadera receptividad; la mente responde con arreglo a su constitución; responde a todo aquello que es de naturaleza semejante a la suya; la hacemos positiva respecto de lo malo, negativa hacia lo bueno, por medio de un pensar habitual bueno, construyendo en su misma fábrica materiales que son receptivos de lo bueno y no receptivos de lo malo. 
Debemos pensar en lo que deseamos recibir y negarnos a pensar en lo que no queremos admitir. 
Una mente semejante, en el océano del pensamiento que la rodea, atrae a si los pensamientos buenos, rechaza los malos, y de este modo se hace más pura y fuerte en medio de las mismas condiciones de pensamiento que hacen a otro más débil e impuro. 
El método para reemplazar un pensamiento por otro se puede utilizar con gran ventaja de muchos modos. 
Si un mal pensamiento respecto de otra persona penetra en la mente, debe ser en seguida reemplazado por un pensamiento de alguna virtud que posea, o de alguna buena acción que haya hecho. Si la mente está atormentada por la ansiedad, volvedla hacia el pensamiento del objetivo que la vida implica: la Buena Ley, que "poderosa y dulcemente ordena todas las cosas". 
Si una clase especial de pensamiento no deseable, importuna persistentemente, entonces conviene usar un arma especial: debe escogerse algún verso o frase que encare la idea opuesta, y siempre que el importuno pensamiento se presente, debe repetirse esta frase y detenerse en ella. 
En una semana o dos el pensamiento dejará de turbarnos. 
Es un buen plan de proporcionar constantemente a la mente algún pensamiento elevado, alguna palabra de ánimo, alguna aspiración de una vida noble. Antes de lanzarnos al tumulto del mundo, dia por dia, debemos dar a la mente este escudo de pensamiento bueno. 
Unas pocas palabras son bastantes, tomadas de alguna Escritura de la raza, y éstas, fijas en la mente por unas cuantas recitaciones en cada mañana, volverán a la mente una y otra vez durante el día, y se verá que la mente las repite cuando quiera que esté ociosa. 
MEDlTACIÓN 
La meditación puede decirse que la hemos explicado ya, pues es sólo la actitud sostenida de la mente concentrada en un objeto de devoción, en un problema que necesita aclararse para ser inteligible, en alguna cosa cuya vida se quiere penetrar y absorber más bien que no la forma. 
La meditación no puede verificarse con eficacia hasta que se haya dominado, por lo menos parcialmente, la concentración; pues la concentración no es en fin, sino un medio para llegar a un fin; hace que la mente se convierta en un instrumento cuyo dueño puede usarlo a voluntad. 
Cuando una mente concentrada se dirige con fijeza a un objeto con el fin de atravesar el velo y de llegar a la vida y unirla a la vida a que pertenece la mente, entonces se verifica la meditación. 
La concentración puede considerarse como el moldeamiento del órgano, la meditación como su función. 
La mente se ha aguzado; entonces se la dirige y permanece firme con el objeto cuyo conocimiento se desea. 
Cualquiera que se determine a llevar una vida espiritual, tiene que dedicar diariamente algún tiempo a la meditación. 
Más bien podría sostenerse la vida física sin alimento, que la espiritual sin meditación. 
Los que no pueden disponer de media hora al día, durante la cual puedan abstenerse del mundo y su mente recibir una corriente de vida de los planos espirituales, no pueden llevar la vida espiritual. 
Sólo a la mente concentrada con fijeza, abstraída del mundo, puede lo divino revelarse. Dios se manifiesta en Su Universo bajo formas sin fin; pero dentro del corazón humano se muestra con Su Vida y Su Naturaleza. 
En este silencio, la paz, la fortaleza y la fuerza fluyen al alma, y el hombre de meditación es siempre el más eficaz del mundo. Lord Rosebery, hablando de Cromwell, lo describe como "un místico práctico", y declara que un místico práctico es la fuerza más grande del mundo. 
Esto es verdad. 
La inteligencia concentrada, el placer de abstenerse del tumulto, significa firmeza, dominio propio, serenidad; el hombre de meditación es el hombre que no pierde tiempo alguno, que no desperdicia energía, que no pierde ninguna oportunidad. Semejante hombre gobierna los sucesos, porque dentro de él se alberga el poder del cual los sucesos son la expresión externa; él comparte la vida divina, y, por tanto, comparte el poder divino. 
MODO DE FORTALECER EL PODER DEL PENSAMIENTO 
Podemos proceder ahora a dirigir nuestro estudio del Poder del Pensamiento a la cuestión de la práctica, pues el estudio que no conduce a la práctica es estéril. 
La antigua declaración siempre es verdadera: "El fin de la filosofía es poner término al dolor". 
Tenemos que aprender a desarrollar y después a usar nuestro poder del pensamiento para ayudar a los que nos rodean, los vivos y los llamados muertos, para apresurar la evolución humana, así como también nuestro propio progreso. 
El poder del pensamiento sólo puede aumentarse por la práctica firme y persistente; tan literal y verdaderamente como el desarrollo muscular depende del ejercicio de los músculos que ya poseemos, así el desarrollo mental depende del ejercicio de la mente que ya es nuestra. 
Es una ley de la vida que el desarrollo resulte del ejercicio. 
La vida, nuestro Yo, está siempre buscando una mayor expresión externa por medio de la forma que la contiene. 
A medida que es llamada afuera por medio del ejercicio, su presión sobre la forma hace que ésta se ensanche, y nueva materia es aportada a la forma, y de este modo una parte de la expansión se hace permanente. 
Cuando el músculo se alarga por el ejercicio, más vida fluye a él, las células se multiplican y el músculo se desarrolla de este modo. 
Cuando el cuerpo mental vibra bajo la acción del pensamiento, se le añade nueva materia de la atmósfera mental, la cual se asimila, aumentando así en tamaño y complejidad de estructura. 
Un cuerpo mental constantemente ejercitado crece, ya sean buenos o malos pensamientos en que se ejercite. 
La cantidad de pensamiento determina el desarrollo del cuerpo mental, la clase de pensamiento determina la clase de materia que se emplea en ese desarrollo. 
Ahora bien: las células de la materia gris del cerebro físico se multiplican a medida que el cerebro se ejercita pensando. Exámenes post mortem han demostrado que el cerebro del pensador, no sólo es más grande y más pesado que el cerebro del patán, sino también que tiene un número mucho mayor de circunvoluciones. 
Estas proporcionan un gran aumento de superficie a la materia gris, la cual es el instrumento inmediato físico del pensamiento. De este modo el cuerpo mental y el cerebro físico se desarrollan por medio del ejercicio, y los que quieran mejorarlos y agrandarlos, tienen que recurrir al pensar regular diario, con el propósito deliberado de mejorar sus capacidades mentales. 
Es innecesario añadir que los poderes inherentes al Conocedor se desarrollan también más rápidamente con este ejercicio, y funcionan sobre los vehículos con fuerza creciente. 
A fin de que pueda surtir todo su efecto, esta práctica debe ser metódica. Que un hombre escoja un libro valioso sobre algún asunto que le sea atractivo, un libro escrito por un autor competente, que contenga pensamientos nuevos y girosos. 
Debe leerse lentamente una sentencia o unas pocas, y luego el lector debe pensar con intensidad y fijeza sobre lo que ha leído. Es una buena regla el pensar dos veces mientras se lee, pues el objeto de leer no es simplemente adquirir nuevas ideas, sino el fortalecer las facultades pensantes. 
Si es posible, debe dedicarse media hora a esta práctica; pero el estudiante puede principiar con un cuarto de hora, porque en un principio encontraría algo fatigosa la fijeza de la atención. Toda persona que principie esta práctica y la continúe con regularidad durante algunos meses, al fin de este tiempo estará consciente de un desarrollo bien claro de la fuerza mental, y verá que puede tratar los problemas ordinarios de la vida de un modo mucho más efectivo que antes. 
La Naturaleza es una dueña muy justa en sus pagos, y da a cada cual exactamente el salario que se ha ganado, pero ni un céntimo que no haya merecido. Los que quieran tener el salario de la facultad aumentada tienen que ganarlo pensando mucho. La obra es doble, como ya se ha dicho. De un lado los poderes de la Conciencia salen afuera; de otro, las formas, por medio de las cuales se expresa aquélla, son desarrolladas, y la primera no debe nunca olvidarse. 
Mucha gente reconoce el valor del pensar definido en lo que afecta el cerebro, pero olvidan que la fuente de todo es el Yo inmortal no nacido, y que ellos no hacen más que exteriorizar lo que ya poseen. Dentro de ellos ya reside todo poder y sólo tienen que utilizarlo, pues el Yo Divino es la raíz de la vida en cada uno, y ese aspecto del Yo que es conocimiento, existe en cada cual y está siempre buscando la ocasión para expresarse todo entero. 
El poder está en cada uno increado, eterno; la forma se moldea y se cambia, pero la vida es el yo del hombre, ilimitado en sus poderes. Ese poder que en todos reside, es el mismo poder que formó el Universo; es divino, no humano; es una parte de la vida del Logos e inseparable de Él. 
Si esto se comprendiese bien, y si el estudiante tuviese presente que no es falta de poder, sino lo inadecuado del instrumento, lo que constituye la dificultad, trabajaría muchas veces con más ánimo y esperanza, y, por tanto, con más eficacia. 
Debe llegar a sentir que su naturaleza esencial es conocimiento, y que de él depende que esta naturaleza esencial encuentre expresión en esta encarnación. Esta expresión está ciertamente limitada por los pensamientos del pasado; pero puede ser aumentada ahora y hecha más eficaz por el mismo poder que en ese pasado moldeó el presente. 
Las formas son plásticas y se prestan a ser moldeadas de nuevo aunque lentamente, por medio de las vibraciones de la vida. Sobre todo el estudiante debe tener presente que para un desarrollo firme es esencial la regularidad de la práctica. Cuando se omite un día de práctica, son necesarios tres o cuatro para volver a ganar lo que se pierde en aquél, cosa que sucede, por lo menos, en los primeros grados del desarrollo. Una vez adquirido el hábito de pensar con fijeza, entonces la regularidad de la práctica es menos importante. Pero hasta que este hábito no se haya establecido de un modo definitivo, la regularidad es de capital importancia, porque la costumbre antigua del pensar vago vuelve a afirmarse, y la materia del cuerpo mental vuelve a asumir sus antiguas formas, las cuales tienen que volver a desecharse cuando de nuevo se vuelve a principiar la interrumpida práctica. Es mejor cinco minutos de trabajo hecho con regularidad, que media hora unos días y nada en otros. 
CAVILACIÓN: SU SIGNIFICADO Y EXTIRPACION 
Se ha dicho con verdad que la gente se avejenta más en la cavilación que en el trabajo. El trabajo, a menos que sea excesivo, no perjudica el aparato del pensamiento, sino que, al contrario, lo fortalece. Pero el proceso mental conocido como "cavilación" lo perjudica de un modo definido, y después de cierto tiempo produce un agotamiento nervioso y una irritabilidad que hace imposible un trabajo mental firme. ¿ Qué es "cavilación"? 
Es el proceso de repetir la misma serie de pensamientos una y otra vez, con pequeñas variantes, sin llegar a resultado alguno, y sin siquiera pensar en obtener un resultado. Es la continua reproducción de formas de pensamiento iniciadas por el cuerpo mental y el cerebro, no por la conciencia, e impuesta a ésta por aquellos.
Así como los músculos excesivamente fatigados no pueden estar en reposo, sino que se mueven sin sosiego aun en contra de la voluntad, así el cuerpo mental y el cerebro fatigados repiten una y otra vez las mismas vibraciones que los han causado y en vano trata el pensador de acallarlos para obtener reposo. 
El automatismo se presenta otra vez, la tendencia a moverse en la misma dirección ya emprendida. 
El pensador se ha detenido en un asunto penoso y ha tratado de llegar a una conclusión definida y útil. Fracasó en ello y cesó de pensar, pero no ha quedado satisfecho; deseando encontrar una solución y dominado por el temor le hace permanecer en un estado de ansiedad y desasosiego, causando un flujo irregular de energía. El cuerpo mental y el cerebro, bajo el impulso de esta energía y del deseo, bien que no dirigidos por el pensador, continúan moviéndose y lanzando las imágenes antes formadas y rechazadas. 
Estas son, por decirlo así, impuestas a su atención, y la serie vuelve una y otra vez. A medida que aumenta el cansancio preséntase la irritabilidad y reaccionan de nuevo las cansadas formas, y así la acción y reacción continúan en un circulo vicioso. El pensador es, en la cavilación, el esclavo de sus cuerpos servidores, y sufre bajo su tiranía. 
Ahora bien: este automatismo del cuerpo mental y del cerebro, esta tendencia a repetir las vibraciones ya producidas, puede usarse para corregir la inútil repetición de pensamientos perturbadores. Cuando una corriente de pensamientos ha hecho un canal o sea una forma de pensamiento, nuevas corrientes de pensamiento tienden a fluir por el mismo curso, siendo ésta la línea de menor resistencia. 
Un pensamiento que causa dolor, vuelve así prontamente atraído por la fascinación del temor, de la misma manera que un pensamiento que causa placer vuelve atraído por la fascinación del amor. 
El objeto del amor, el cuadro de lo que sucederá cuando lo que se prevé llegue a realizarse, forma así un conducto mental, un molde para el pensamiento e igualmente para el cerebro. 
La tendencia del cuerpo mental y del cerebro, no sujetos por trabajo alguno perentorio, es repetir la forma y dejar fluir la energía disponible por el canal ya construido. 
Quizás el medio mejor para deshacerse de un "un conducto de cavilación" sea abrir otro de carácter completamente opuesto. Semejante conducto es construido, como ya hemos visto, por un pensamiento definido, persistente y regular, así, pues, que la persona atormentada por la cavilación, dedique tres o cuatro minutos cada mañana, al levantarse, a algún pensamiento noble y alentador: "El Yo es la paz; ese Yo es mi yo. 
El Yo es la Fuerza; ese Yo es mi yo". 
Que piense cómo en su naturaleza más intima es uno con el Padre Supremo; que dentro de tal naturaleza es inmortal, inmutable, sin temor, libre, sereno, fuerte; cómo está revestido de vestimentas perecederas que siente el aguijón del dolor, el roer de la ansiedad, y cuán erróneamente considera a aquéllas como a si mismo. 
Meditando de esta manera, la Paz le envolverá y sentirá que es suya, que es su atmósfera natural. Al hacer esto día tras día, el pensamiento abrirá su propio conducto en el cuerpo mental y en el cerebro, y antes de mucho tiempo, cada vez que la mente se encuentre desocupada, el pensamiento de que el Yo es la Paz y la Fuerza se presentará sin llamarlo, envolviendo la mente en sus alas en medio del tumulto mismo del mundo. 
La energía mental fluirá naturalmente por este canal, y la cavilación será cosa del pasado. Otro medio es educar a la mente a reposar en la Buena Ley, establecer una costumbre de contento. Aquí el hombre reposa en el pensamiento de que todas las circunstancias arrancan de la ley y de que nada sucede por casualidad. 
Tan sólo lo que la ley nos trae es lo que puede alcanzarnos, cualquiera que sea la mano de la que externamente nos provenga. Nada que no sea lo que nos corresponda puede tocarnos; nada que no haya sido causado por nuestra propia voluntad y hechos; nadie puede perjudicarnos sino como instrumento de la ley, cobrando una deuda que debíamos pagar. 
Hasta cuando se prevé un dolor o un disgusto, se hará bien en hacerle frente con tranquilidad, en aceptarlo, en conformarse con él. La mayor parte del aguijonazo pierde su fuerza cuando prestamos nuestra conformidad a la Ley, cualquiera que aquél pueda ser. Y esto lo podemos hacer aún más fácilmente si recordamos que la ley siempre obra para libertarnos, para saldar las deudas que nos retienen aprisionados; y aun cuando nos acarrea el dolor, el sufrimiento, es sólo el camino de la dicha. Todo sufrimiento, sea el que sea, obra para nuestra dicha final, y su función es sólo romper los lazos que nos mantienen atados a la gigante rueda de los nacimientos y muertes. 
Cuando estos pensamientos se hayan hecho habituales, la mente cesará de atormentar con su cavilación, porque las garras de la cavilación no pueden penetrar en la fuerte coraza de la paz. PENSAR y CESAR DE PENSAR 
Mucha fuerza puede obtenerse aprendiendo tanto a pensar como a dejar de pensar a voluntad. Mientras estamos pensando debemos lanzar toda nuestra mente dentro del pensamiento, y pensar lo mejor que podamos; pero cuando ha cesado el trabajo de pensar, debe abandonarse por completo, sin permitir que vague inútilmente, tocando el trabajo y abandonándolo como un bote que choca contra una roca. 
A una máquina no se la mantiene funcionando cuando no produce trabajo alguno, gastándola inútilmente; pero a la inapreciable máquina del pensamiento se la permite dar vueltas y más vueltas sin objeto, cansándola sin resultado alguno útil. El aprender a cesar de pensar, a dejar reposar la mente, es una adquisición del mayor valor. Así como los fatigados miembros recobran energías gozando en el reposo, así también la mente cansada encuentra alivio en el reposo completo. 
El pensar constante significa constante vibración, y la vibración constante un gasto continuo. 
Este gasto inútil de energía produce el agotamiento y la decadencia prematuras, y un hombre puede preservar el cuerpo mental y el cerebro más tiempo, aprendiendo a dejar de pensar cuando el Pensamiento no se dirige a algún resultado útil. Es verdad que "dejar de pensar" no es en modo alguno una cosa fácil. Es, quizás, aún más difícil que el pensar. 
Debe practicarse por periodos muy breves hasta que se adquiere el hábito, porque en un principio implica un gasto de fuerza en sostener la mente quieta. 
Que el estudiante, después de haber pensado firmemente, abandone el pensamiento, y así que cualquier pensamiento aparezca en la mente, aparte su atención del mismo. 
Que persistentemente rechace a todo intruso; si es necesario, imaginar un vacío como un paso hacia el reposo, y tratar de tener sólo conciencia de la quietud y oscuridad. 
La práctica en este sentido se hará cada vez más inteligible si se persiste en ella, y una sensación de quietud y paz animará al estudiante a continuar. 
Tampoco debe olvidarse de que la cesación del pensamiento, ocupado en actividades externas, es un preliminar necesario para trabajar en planos superiores. 
Cuando el cerebro ha aprendido a estar en reposo, cuando ya no reproduce sin descanso las truncadas imágenes de actividades pasadas, entonces se presenta la posibilidad de retirar la conciencia de sus vestimentas físicas y de su actividad libre a su mundo propio. 
Los que esperan dar tal paso adelante en esta vida presente tienen que aprender a cesar de pensar, porque sólo cuando "las modificaciones del principio pensante" son refrenadas en el plano inferior, puede obtenerse la libertad en el superior. 
Otro modo de dar reposo al cuerpo mental y al cerebro mucho más fácil que la cesación del pensar- es cambiando de pensamiento. 
Un hombre que piense fuerte y persistentemente en un sentido, debe tener otra segunda línea de pensamiento lo más distinta posible de la primera, a la cual pueda dedicar su mente para proporcionarle descanso. 
La extraordinaria frescura y juventud del pensamiento que caracterizaba a William Ewart Gladstone en su ancianidad, era en gran parte resultado de las actividades intelectuales subsidiarias de la vida. 
Su pensamiento más fuerte y persistente se dedicaba a la política, pero sus estudios de teología y griego le empleaban muchas horas desocupadas. 
Ciertamente que era un mediano teólogo, y lo que sabía de griego no soy competente para afirmarlo; pero aunque el mundo no se encuentre mas rico con sus sentencias teológicas, su propio cerebro se mantenía fresco y receptivo por medio de estos estudios. De otra parte, Charles Darwin se lamentaba en su vejez de que había dejado atrofiar por falta de uso aquellas facultades que podían referirse a asuntos extraños a su propio trabajo especial. 
La literatura y el arte no tenían para él atracción alguna, y sentía vivamente las limitaciones que se había él mismo impuesto por su completa absorción en una sola línea de estudios. 
El hombre necesita cambio de ejercicio en el pensamiento así como el cuerpo, de otro modo puede sufrir el calambre mental, como a algunos sucede con el calambre de escribir. Especialmente, quizás, es importante para los hombres entregados a asuntos mundanos absorbentes, el elegir un asunto que ocupe las facultades mentales, que no se hayan desarrollado en la actividad de los negocios, que se relacione con las artes, ciencias o literatura, en donde pueden encontrar recreo y cultura. 
Sobre todo los jóvenes debieran adoptar algún método semejante antes de que sus juveniles y activos cerebros lleguen al cansancio y al desaliento, y en la vejez encontrarán entonces en si mismos recursos que alegrarán sus decadentes días. 
La forma conservará su elasticidad por mucho más tiempo cuando se le proporciona de este modo descanso cambiando de ocupación. 
EL SECRETO DE LA PAZ DE LA MENTE 
Mucho de lo que ya hemos estudiado nos dice algo del modo de asegurar la paz de la mente; pero su necesidad fundamental es el claro reconocimiento y comprensión de nuestro lugar en el universo. Somos parte de una gran Vida que no conoce fracaso alguno, ninguna pérdida de esfuerzo o de fuerza, "que ordenando todas las cosas potente y armoniosamente, conduce a los mundos marchando hacia la meta". 
La noción de que nuestra vida es una unidad separada, independiente, combatiendo por sí misma contra innumerables unidades separadas e independientes, es una ilusión de las más perturbadoras. 
Mientras consideremos de tal modo el mundo y la vida, la paz se hallará retirada de nosotros como un pináculo inaccesible. Cuando sintamos y sepamos que todos los yos son uno, entonces la paz de la mente será nuestra sin temor alguno de pérdida. Todas nuestras desdichas provienen de creernos unidades separadas, y de girar después en nuestros propios ejes mentales, pensando solamente en nuestros intereses separados, nuestros separados objetivos, nuestras alegrías y penas separadas. 
Algunos hacen esto respecto de las cosas inferiores de la vida, y son los menos satisfechos de todos, siempre arrebatando sin cesar el depósito general de bienes, y amontonando tesoros inútiles. Otros buscan siempre su propio progreso separado en la vida superior, gente buena y fervorosa, pero siempre descontenta y ansiosa. 
Siempre se están contemplando y analizando: ¿Adelanto? ¿Sé más de lo que sabía el año pasado?, y así por el estilo, ansiando continuas seguridades de progreso y concentrados sus pensamientos en sus propias ganancias internas. 
La paz no se encuentra en los constantes esfuerzos para satisfacer algo separado, aun cuando la satisfacción sea de clase superior. Se encuentra renunciando el yo separado, apoyándose en el Yo que es Uno, el Yo que se manifiesta en todas las etapas de la evolución, y en nuestro estado lo mismo que en cualquier otro, y en todos está contento. El deseo del progreso espiritual es de gran valor en tanto que los deseos inferiores envuelven y encadenan al aspirante; obtiene fuerza para libertarse de ellos por el deseo apasionado del desarrollo espiritual, pero no da ni puede dar la dicha, que sólo se encuentra cuando se desecha al yo separado y se reconoce al gran Yo como aquello para cuyo servicio vivimos en el mundo. 
Hasta en la vida ordinaria la gente no egoísta es la más feliz: aquellos que trabajan en hacer felices a otros y que se olvidan de sí mismos. Somos el Yo, y por tanto, las alegrías y pesares de otros son tan nuestros como suyos, y en la proporción en que sintamos esto y aprendamos a vivir de suerte que el mundo todo participe de la vida que fluye por nosotros, aprenden nuestras mentes el secreto de la paz. 
"Obtiene la paz aquel en quien todos los deseos fluyen como los ríos en el Océano, que está lleno de agua y permanece inalterable" . 
Mientras más deseamos, tanto más la sed de la dicha  la cual es desdicha  aumentará. 
El secreto de la paz es el conocimiento del Yo, y el pensamiento "Ese Yo soy yo", ayudará a la obtención de la paz de la mente que nada puede turbar.
http://compartiendoluz2.blogspot.com.es/

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